AHORA MÁS QUE ANTES...
CUANDO...
En estos días post María es importante mantener armonía interna y equilibrio externo. Hay que evitar bailar el baile de la "impotencia" con personas tóxicas y unirnos a bailar el baile de la "resiliencia" con fortaleza y corazón. Comparto este escrito siempre respetando al prójimo pero validando las conductas con las cuales nos atrasamos todos.
CUANDO…
Cuando con tan solo pensar en una persona, alteramos la química de nuestro cuerpo…
Sentimos una intranquilidad inusual que nos confunde y molesta. Aunque queremos relacionarnos adecuadamente, somos incongruentes. Estamos reaccionando adversamente a las conductas de esa persona. Nos “enganchamos” en el rumiar pensativo de la evaluación estéril de cómo cambiarlas.
Cuando confundimos la espiritualidad con la obligación religiosa sin límites…
Complicamos aún más esa relación con nuestra misión salvadora. Añadimos el factor emocional de la culpabilidad porque lo internalizamos como una falta al mandamiento: “amar al prójimo”. Tratamos de reprimir las emociones inquietantes para seguir siendo buenos, creando un caos interno progresivo.
Cuando confundimos la buena fe de apoyar con el sacrificio, como estilo de vida. ..
La relación se va enredando con la tendencia de rescatar y cargar. La irritabilidad interna y la comunicación verbal agresiva–pasiva se hace palpable, abiertamente. Se formaliza el enlace de la relación tóxica para ambas partes – una relación de necesidades psicológicas que se describe como el síndrome de la co-dependencia.
Esas relaciones se dan como danzas psicológicas, donde ambas partes tienen un papel protagónico. Una: la necesidad de ser aceptada por su buena fe. Dos: la “problemática” buscando la persona adecuada de quien recostarse. La relación es una llena de frustraciones, desilusiones, compromisos falsos, decepciones y descontroles. Ambas partes deben iniciar un proceso de maduración de su identidad, libre y sin controles externos.
Para relacionamos saludablemente es necesario estar consciente de nuestras propias necesidades, tendencias aprendidas y límites razonables. Debemos integrar, al mandamiento de amor al prójimo, la segunda parte: “como a ti mismo”. Lo que está en nuestro poder es, precisamente, hacer que nuestra parte funcione en la sinergía que creamos con los demás.
Vamos entendiendo la dimensión del amor incondicional como el regalo del cielo para vivenciar el gozo de amarnos unos y otros . . . libremente.