ALBERT CAMUS, EL MORALISTA AMBIGUO
ALBERT CAMUS, EL MORALISTA AMBIGUO
Un existencialismo con el corazón de un hombre excepcional.
Albert Camus autor francés de origen argelino, o argelino de nacionalidad francesa, siempre le persiguió esta paradoja, pero para entender su obra tanto su pensamiento como su literatura y su compromiso político lo mejor es leer su biografía recogida por Olivier Todd Albert Camus una vida que contiene detalladamente la biografía del premio Nobel de 1957. Tras el enorme éxito que obtuvo El primer hombre publicado en Francia nada menos que treinta y cuatro años después de la muerte de su autor, está fue la prueba innegable de que, en opinión de los lectores, Camus sigue ocupando un lugar predominante en el Olimpo de las letras (bastaría para corroborarlo su novela de 1942 El extranjero). Durante la pandemia muchos lectores volvieron a leer su novela La peste buscando similitudes con la pandemia del Covid que sufrimos recientemente, además me he visto involucrado en varias puesta en escena de su obra Calígula, por otro lado recientemente contemple el documental sobre su compañera, amiga y cómplice María Casares titulado La mujer que vivió mil vidas (imprescindible), actriz a la que pude disfrutar en el Teatro Principal de Zaragoza en 1976 con la obra de Rafael Alberti EL Adefesio, todos estos acontecimientos me han hecho reflexionar y recordar, sobre a mi humilde entender, uno de los pensadores más emblemáticos e interesantes del pasado siglo XX, Albert Camus. Siglo que se erige como la edad de las ideas, un tiempo en el que, para bien o para mal, el pensamiento de unos pocos se impuso sobre las vidas de muchos. Esto me motivo para ponerme a releer a mi historiador favorito, el malogrado Tony Jud, analista de la intelectualidad europea del siglo XX, y en especial de la intelectualidad francesa posterior a la Segunda Guerra Mundial entre la que se encuentra Albert Camus, las reflexiones de Jud brillan por el rigor documental, la coherencia argumental y el mejor estilo narrativo. Su pasión y seriedad por los intelectuales del S. XX no excluye apreciables dosis de ironía. A Jud Le llegó la fama con su Posguerra (Taurus), la monumental panorámica de la Europa posterior a 1945. Poco después, recibió su sentencia de muerte en forma de esclerosis lateral amiotrófica lo que no le impidió hasta su fallecimiento seguir escribiendo, descubriendo los efectos paliativos de la escritura.
En mis recuerdos sobre Albert Camus guardo en mi memoria la frase que sobre el artista escribe y que le define en su compromiso con la sociedad:
El artista se forja en ese perpetuo ir y venir de sí mismo a los demás; equidistantes entre la belleza, sin la cual no puede vivir, y la comunidad, de la cual no puede desprenderse. Por eso los verdaderos artistas no desdeñan nada; se obligan a comprender en vez de juzgar, y si han de tomar un partido en este mundo, este sólo puede ser el de una sociedad en la que, según la gran frase de Nietzsche, no ha de reinar el juez sino el creador, sea trabajador o intelectual.
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Pero la cuestión no es tan simple Camus no era un moralista en el sentido filosófico, sino un existencialista que toma partido por sí mismo y su visión del mundo. Ve la historia como realidad subjetiva-objetiva, no como política. De ahí que su obra utilice constantemente una simbología humanista. Desde esta posición, el hombre que no sale de las academias aprehende la realidad con un sentir propio (releer el mito de Sisifo). Camus es en esencia un humanista ambiguo que no quiere cargar con ninguna bandera ajena, Camus vivió en una época en que la ideología marcaba todo y definía imposturas dramáticas. Pero desde su particular visión humanista, y como creador, no se convirtió en un apolítico indiferente o en un moralista ortodoxo, sino todo lo contrario, comprometido con la resistencia. Esta posición queda evidente en su polémica con Sartre, un choque de trenes ideológico.
Camus se fue alejando de las posiciones izquierdistas y socialistas extremas, del existencialismo, de la rebeldía enajenada de postureo y de la moda pro-estalinista, era un pensador demócrata de izquierda verdadero. De ahí que, en cierto momento, fuera arrojado a los leones que, como Sartre, querían desacreditarlo y minimizarlo. El hecho de no tomar partido por los partidos comunistas o por las enormes contradicciones que se enfrentaban en el circo de las utopías y la realidad europeas de después de la II Guerra Mundial (leer posguerra de Tony Jud). Al final, Camus asumió la misma posición de Orwell y la de muchos intelectuales que, al conocer la verdad del estalinismo, se irguieron como defensores de la libertad individual y la cultura independiente. A Camus llegaron a odiarlo los seguidores de Sartre. Hay que leer El primer hombre, su libro póstumo, para comprender por qué dio prioridad a una actitud humanista, por encima de las alternancias ideológicas. Y hay que leer sus declaraciones en la prensa francesa y sus cuantiosas colaboraciones en las publicaciones de los grupos anarquistas, esclarecedoras para comprender cómo concebía el papel liberador de los escritores sin asumir oportunismos, ni postureos, su compromiso no deja dudas. En este sentido fue político, porque se opuso a las desmesuras de la izquierda estalinista, quizá lo de moralista es solo una consecuencia de su humanismo, no es que lo fuera escolásticamente, era un humanista ambiguo. Camus era un pensador con visión larga y valiente: modestamente creo que la historia le ha dado la razón y se la quita a Sartre. Toda la obra de Camus es una reveladora inspiración del humanismo contra las pestes y las náuseas que nos produce el mundo actual. Un existencialismo con corazón de un hombre excepcional.
Esteban Villarrocha