Angustias en la cima

Como gran experiencia, he tenido la oportunidad de acompañar a un director general que me generó esta reflexión. Sí, acompañar en el sentido del coaching, es decir, ir junto a él para, ambos, reflexionar sobre los objetivos, alternativas, recursos, obstáculos...

Es una travesía complicada, como aquel barco que navega entre tempestades y mares bravíos, y cuyo capitán debe mantener el pulso firme y la mente clara, aunque sus pulsiones internas latan tan agitadas.

He podido constatar las diversas reacciones a la miríada de situaciones cotidianas que se agolpan, incansables, en la mesa de su despacho: director comercial que exige una reunión más que urgente para discutir un tema que involucra millones; director de RRHH que propone una mejora sensible en la política de beneficios al personal ¡ya!, para evitar la creciente desmotivación por falta de incentivos; cliente airado que reclama su presencia ¡en Asia!, para discutir sobre condiciones del nuevo contrato por suscribir; llamadas intempestivas del presidente de la Cía., sin respetar el huso horario, para abroncarlo por decisiones que no contaban con el consenso general; secretaria que se echa a llorar porque la presión puede con ella; esposa, en segundas nupcias, que se queja amargamente de que es imposible contar con él y que la pareja se está agrietando…

Le insisto en que trabajemos el estado emocional, base imprescindible para aspirar a no perder el equilibrio entre la vorágine, y cavilamos sobre los extremos imposibles de su función, esos que no contemplan que el día a día no es solo lograr resultados que engorden el balance.

Mi cliente suspira, es la primera sesión en que estoy con él, compartiendo sus andares, respirando la misma atmósfera, analizando las curvas de los imponderables y rescatando aprendizajes que ningún máster puede garantizar. Me mira, sus ojos secos parece que desean llorar, y extendiéndome un vaso de agua (sabe que no bebo alcohol), suelta una confesión honesta, lúcida, brutal.

“He sido, soy, muy brusco con la gente. Tengo esa sensación de poder inmenso sobre la cual me erijo en juez de todo lo que me rodea. Solo bajo del pedestal cuando un cliente o un superior jerárquico amenaza mi posición, entonces suavizo las formas y genero una empatía artificial que calme los ánimos, le hago creer al gilipollas de turno que me tiene en sus manos, pero por dentro me río a carcajadas, tanto que me duele la garganta y pido una copa de vino para refrescarla. Aunque cuando pasa la adrenalina del momento… ¿a quién engaño? Sé que los números gobiernan mi mundo, que los reportes dirigen mi vida y que la cuenta de resultados es la que única que puede cuestionar mi autoridad. Cuando le grito a mi secretaria, a un director, incluso cuando falto al respeto a alguien, una parte de mi alma se resquebraja un poco, siento un gran pesar y me parece que me alejo un pelín de mi propio ser, del mundo en general, de la vida. Pero al rato se me pasa, es como una llamarada que arde pero cede al momento, y sé que nuevos incendios llegarán y que otra vez entraré en el mismo ciclo… hasta que reiré o me enfadaré cuando cerremos las ventas y mire la maldita línea que separa el fracaso del éxito, y pierda el control y me centre en insultar al responsable de turno (que callará como un cordero) porque no ha logrado la meta, o lo llame para invitarlo a comer por su fugaz logro, total mañana será otro día y nadie recordará los detalles, y entonces quizás, solo tal vez, cuando me preguntes si este proceso me es útil, diga que el coaching es una puta mierda o la maravilla más reciente del mundo, no sé si me entiendes…”.

Claro que lo entiendo y casi que dejo que un larguísimo silencio presida la sala, una ausencia de sonido tan devastadora como su propia confesión.

Reflexión asociada:

"La prueba suprema de virtud consiste en poseer un poder ilimitado sin abusar de él".

Thomas Macaulay

En muchos de los intrincados ambientes laborales en que se mueven los managers se respira un aire que parece el preludio del desastre: rostros desencajados, miradas perdidas, gestos de desaliento, sonrisas las justas. Caminan como zombies, perdidos entre la excesiva solemnidad que da el poder del jefe, esa persona imbuida de cierta aureola que, como en la Antigua Roma, puede bajar el pulgar en cualquier momento decidiendo la vida (laboral) de la víctima de turno.

En ese entramado cada sonrisa, gesto o palabra se magnifica hasta el infinito, conscientes de que todo puede ocurrir en este contexto de incertidumbre absoluta, o como diría Plutarco, 'todo poder es una conspiración permanente'.

'La soledad del poder, con sus manías, es consustancial a la posición', dice siempre un colega, cuando debatimos sobre líderes que parecen haber perdido la sensibilidad y las buenas maneras. Es una aseveración interesante que siempre me hace pensar, concluir más bien, en lo mismo: es probable que sea imposible hablar de gestión de las emociones en la cumbre, porque al igual que en el campo de batalla, lo único que prevalece es la supervivencia sobre el amor.

Puede ser, quién sabe, aunque en el fondo de mi corazón me resista a aceptarlo, que el mundo lo construimos absolutamente entre todos.

José M Villalba

Abogado asociado y experto en Mindfulness y reducción del estrés en las organizaciones.

9 años

Pensamiento muy habitual en muchos CEO, siempre y cuando, encima, no pertenezca a ese 10% con rasgos psicópatas. Me quedo con el sentimiento de pobreza y de soledad que les debe de quedar tras esas subidas al estrellato y bajadas al mismo infierno. Seria genial que mas de uno echara mano de un coach como tú, que les acompañara a probarse unas gafas nuevas con las que contemplar tanto a los que tienen abajo como los que tienen arriba. Simplemente con este gesto de humildad real podrian gestionar su dia de forma más eficiente para ellos mismos y por ende, para su compañía.

Marta de Blas Abante

Cap del Servei de Llengües i Terminologia en Universitat Politècnica de Catalunya

9 años

"Todo poder es una conspiración permanente". Impresiona. Y, sin embargo, todos participamos cada día en este juego, en El juego, como conspiradores y como conspirados. Un abrazo, por tu inspiración.

Luis San Martin

Executive Coaching·Leadership·Mindfulness. Presidente Association for Coaching España

9 años

Mariano, llévatelo a trabajar con uno de tus caballos. Abrazos.

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