Aprendizajes startuperos
¡¿Sigo con mi Lado B?! Estábamos en que quería "ser libre" de los horarios de la consultoría. Fue entonces cuando encontré un curso gratuito de proyectos emprendedores en el IAF (Instituto Aragonés de Fomento). Era una tarde a la semana y en horario laboral así que pedí permiso y los jefes me dejaron ir. En esas horas descubrí, aprendí y pensé fuera de la caja. O debería decir fuera de la oficina y mi cotidiano.
El runrún emprendedor empezó a picarme más fuerte pero estaba “cagada en las patas” (que hubiera dicho mi vieja). Vivía en una ciudad (Zaragoza) en la que no tenía familia. Sí, sé que mis amigos son como familia y que me hubieran prestado un sofá y que me hubieran alimentado a gusto pero... ¡puf, qué miedo!
Entonces mis jefes me hicieron uno de los regalos más grandes que me podrían haber hecho: me propusieron abrir una spin-up con una nueva línea de negocio y así me regalaron cantidades industriales de confianza. Si ellos que eran muy listos lo veían (me veían), yo también tenía que verlo. Y, dicho y hecho, empecé a verlo.
Con idas y vueltas empezamos a pensar cómo sería esa nueva aventura. Y en medio de eso, ¡paf! apareció una pregunta poderosa: ¡¿y no podés hacer tu proyecto sin ellos?! Finalmente así lo hice. Tan asustada estaba por tener que tomar decisiones “solita” todo el día que el pelo se me caía a borbotones.
Sin solvencia técnica ni recursos suficientes, hacer planes estratégicos para ciudades, proyectos europeos o evaluación de políticas públicas no era una opción. Entonces aposté por la Estrategia Online: durante una temporada hice planes de Social Media y webs (esa no la sabías, ¡¿no?!).
Este trabajo duró poco porque, sin querer queriendo, como pasan muchas cosas en la vida, descubrí que “lo mío” era el mundo de la formación y el aprendizaje. Me inventé 5 talleres para startups que me abrieron la puerta a trabajar de mentora y así fui descubriendo la agilidad. Porque para mí, startups y agilidad son primos hermanos.
Moraleja number 2 (la primera está en el post anterior). Cada uno llega al mundo de la agilidad como quiere, puede o los astros disponen. Y muchos ya están ahí sin saberlo.
En menos de un año había descubierto una nueva forma de trabajar vinculada al mundo emprendedor (y muy-muy lejana a mi pasado consultor):
- La diferenciación es hoy una clave de éxito: crear océanos azules "un must".
- Los planes de negocio son difíciles de escribir y de leer. Y además el papel todo lo aguanta. La realidad no.
- Encontrar (o desarrollar) un nuevo nicho de mercado exige “get out of the building”. Testear, testear y testear.
- Pedir feedback temprano y constante es vital. Fracasar rápido y barato, también. Aprender es lo único que no podemos negociar.
- Y algo que suena más bajito pero que es importante: el propósito personal no tiene que faltar a la cita. El brillo en los ojos es algo que no podemos olvidar.
- (Te cuento que Business Model Generation y Lean Startup fueron dos grandes compañeros en estas aventuras).
Al poco tiempo, descubrí Scrum, Kanban, Inception (de la mano de la gran Teresa Oliver) que fueron, sin duda, una vuelta de tuerca a lo que venía haciendo y la posibilidad de entender cómo los valores que enuncié recién se pueden aterrizar en los equipos.
Tal vez fue amor a primera vista o quizás fue una cuestión de olfato pero lo cierto es que, desde que me aventuré por estos mares, supe que tenía la “misión” (así lo sentí) de difundir la agilidad fuera de sistemas y, sobre todo, de llevarla al ámbito de lo público.
Moraleja 3. Sentir "la llamada" y encontrar "tu elemento" es lo más lindo que te puede pasar en la vida. Eso sí, en general, aparece de forma casual y sin buscarlo.
En ese camino estoy. Sigo leyendo, aprendiendo, experimentando y sobre todo escuchando los valores ágiles. En mi caso, los valores son algo así como “volver a los pies (y al ritmo)” cuando uno baila. Cambio de metodología, de recorridos, de ideas pero los valores siguen ahí. Ágil hereje tal vez pero ágil al fin.