Breves panoramas sobre compositoras mexicanas I
El porcentaje de compositoras en las programaciones de las orquestas del mundo durante el último siglo es del 2%. Es decir: por cada 98 obras escritas por hombres, hay 2 escritas por mujeres.
Tomando en cuenta que existe registro de 70 mil compositoras que han escrito una gran diversidad de música extraordinaria desde el siglo XI, su ausencia sólo puede explicarse porque la historia tradicional de la música ha sido construida a partir del prejuicio, la ignorancia y el miedo de una mirada masculina intolerante y limitada.
Con el objeto de contribuir en la difusión y escucha de música escrita por mujeres, la Orquesta Sinfónica de Minería ofrece esta primera parte de breves panoramas sobre compositoras mexicanas.
Por HRJ
María Teresa Prieto (1896-1982)
Llegó a México procedente de Madrid en 1936. Su obra se programó de manera consistente en las temporadas de la Orquesta Sinfónica Nacional. Por ejemplo, su Sinfonía núm. 3, de la Danza prima (1951) fue estrenada por Carlos Chávez, su Sinfonía núm. 4, Cantabile (1955) por Carlos Kleiber y su suite sinfónica El palo verde (1956) por Luis Herrera de la Fuente.
Uno de sus estrenos más populares fue Chichén Itzá (1943), poema sinfónico estructurado en movimiento único con tres temas principales que parten de sendas ideas literarias inspiradas en la cultura maya: juego de pelota, serpiente emplumada y sacrificio de una doncella. El acercamiento hacia estas cosas movimiento, muerte y enigma es fantasioso: la música no describe, imagina. Su construcción nace de impresiones; por eso, a pesar del origen programático, la sensación al escuchar no es la de ver algo, sino de estarlo soñarlo.
En El valle de México (1967), una de sus últimas obras, María Teresa ensaya con la dodecafonía hasta arribar a los territorios de la atonalidad libre; ahí, desprendida de forma, necesidad e intención, queda a merced de su instinto, que durante su vejez se volvió tierno y desvergonzado. El trazo musical intenso, impulsivo y rápido construye un efímero cuadro de cuatro minutos que se niega a sí mismo a significar algo preciso.
Alicia Urreta (1930-1986)
Estudió en el Conservatorio Nacional de Música con Rodolfo Halffter y Eduardo Hernández Moncada y se especializó en composición electroacústica en la Schola Cantorum de París. Fue pianista titular de la Orquesta Sinfónica Nacional (1957-1986) y coordinadora general de la Compañía Nacional de Ópera (1973-1976)
Recomendado por LinkedIn
Su música destaca por un permanente interés en explorar nuevas maneras de articular sonidos y experimentar las posibilidades de la música en creaciones multidisciplinarias. Muchas veces en sus procesos creativos incorporaba procedimientos relacionados con el azar y el onirismo (“cuando encuentres dificultades creativas, déjaselo a tu subconsciente, déjaselo a tu sueño”, declaró alguna vez). Su obra incluye las óperas El romance de doña Balada (1974) y El espejo encantado (no estrenada), la pieza electrónica Ralenti (estrenada en 1971 en París), Esferas de la noche, para orquesta sinfónica, y Arcana, para piano preparado y orquesta sinfónica.
En el libro Visiones sonoras, el crítico José Antonio Alcaraz escribe sobre Alicia Urreta: “…tuvo el valor de ser ella misma y de decidir por dónde iba su lenguaje, sin tomar en cuenta las modas o las necesidades tecnológicas, sino crearlas de acuerdo con lo que ella quería expresar(…) Además hay un elemento en Alicia del que no se ha hablado: ella es un ser místico, un éxtasis sagrado continuo. Ahí se encuentra con raíces muy hondas de lo mexicano, donde el mito se mezcla con el ritual…”
Marcela Rodríguez (1951)
Las dos primeras óperas de Marcela Rodríguez, La sunamita (1993) y Séneca (2001), están plagadas de ingeniosos recursos expresivos (por ejemplo, un coro que cacarea o un aria alemana que se integra a música de mariachi) y procesos dramáticos que evidencian una clara vocación teatral. Las cartas de Frida (2011), su tercera ópera, se estrenó en Alemania y México.
Está escrita para soprano y una orquesta de nueve instrumentos (dos violines, viola, violonchelo, contrabajo, flauta, clarinete, trompeta y percusión) y estructurada en torno a 11 escenas donde dos son inamovibles (la obertura y la última carta) y las otras nueve (ocho cartas, una de ellas recitada, y una reinterpretación de la canción folclórica La bruja) pueden ser ubicadas en cualquier orden, de tal forma que cada producción ofrezca diferentes lecturas de la historia y exalte distintos matices.
Su obra incluye el oratorio Réquiem mexicano (basado en La visión de los vencidos de Miguel León Portilla), La fábula de las regiones, para orquesta de cuerda, Concierto para guitarra y orquesta, Concierto para chelo y orquesta, Nocturno violento, para orquesta sinfónica y Horizonte oaxaqueño, para banda sinfónica y trío de flautas solistas.
Ana Lara (1959)
Ana Lara perteneció a una generación de personas mexicanas (junto con Gabriela Ortiz, Mariana Villanueva, Rosa Guraieb, Luis Jaime Cortez y Herbert Vázquez) que a través de las clases de composición de Mario Lavista y Daniel Catán en el Conservatorio Nacional de música descubrieron cómo los instrumentos tradicionales ofrecen múltiples posibilidades tímbricas y expresivas. Posibilidades que Ana Lara explora en la flauta durante su primera obra: Hacia la noche (1985).
Posteriormente se especializó en la Academia Superior de Varsovia y escribió su primera obra para orquesta: La víspera (1989), y sus dos primeros proyectos escénicos: Viejas historias (1988), espectáculo dancístico-teatral con coreografía de Rossana Filomarino, y Más allá (1988), música incidental para la obra homónima sobre Mathias Goeritz dirigida por Natalia Carriazo.
En 2020 la OFUNAM estrenó su obra sinfónica Breves sombras, en donde explora algunos gestos presentes en la Sinfonía núm. 8 de Beethoven (como la aceleración del tempo, contrastes armónicos y empleo de octavas). Su catálogo para orquesta también incluye las obras Cuando caiga el silencio (2018), Altre lontananza, concierto para órgano y orquesta (2009) y Ángeles de llama y hielo (1994).