¿Cómo convertir mi sufrimiento en resiliencia?
Resiliencia es la palabra de moda. El atravesar el sufrimiento y el dolor y salir fortalecido. Pero también es una palabra que a veces sentimos que nos cuestiona duramente. Y si no lo logro, si no soy resiliente, si no aprendo nada, si me siento hundido y desesperado, si no encuentro la salida…
Creo que los recursos de resiliencia están presentes en cada uno de nosotros, y como humanos somos capaces de adaptarnos y superarnos en la mayoría de las ocasiones. Algunas personas tienen el privilegio de crecer en entornos que favorecen la resiliencia; entornos adecuados donde se han sentido seguros, rodeados, amados, donde se les ha permitido hacer frente a los dilemas de la existencia desde niños a través del juego, de conocer y gestionar sus emociones mediante la interacción con otras personas. Así pueden echar mano de muchos recursos en su edad adulta cuando las adversidades se presentan y salen de ellas con mayor rapidez y éxito aparente.
Sin embargo no todos han tenido la suerte de crecer en estos entornos sanos y en menor o mayor medida han tenido que usar sus recursos propios para protegerse del miedo, del abandono, de la falta de amor, de los apegos desordenados de los padres y de relaciones disfuncionales. Muchas personas han crecido aisladas y carentes de contacto físico y emocional y no saben a su vez gestionar sus sentimientos.
Lo interesante de la grandeza del ser humano es que tiene la capacidad de salir de sí mismo y verse, y decidir si es así como quiere seguir viviendo. Pues al final el ser humano es capaz de encontrar el sentido de su vida a pesar de las más extremas dificultades.
Para poder convertir nuestras adversidades en oportunidades de crecimiento y lograr salir adelante siendo conscientes de lo aprendido, de lo vivido y de lo que podemos compartir es necesario
1. Decidir vivir el sufrimiento. No ocultarlo sino transitarlo y aunque no sepamos bien para qué, dejar la pregunta abierta. Es decirle a la vida, sí a pesar de todo. El sentido está ahí aunque la dificultad no nos permita verlo en este momento.
2. Actuar de acuerdo con nuestra decisión. Si hemos decidido echarnos a la pena, sentirnos derrotados, dejarnos morir, pues no haremos nada productivo para salir de ese sufrimiento. Pero si hemos decidido al menos ser curiosos y ver qué pasa al final, pues daremos pasos pequeños de cuidado personal, de reflexión e introspección, de investigación y de lo que sea necesario para ir aprendiendo algo e ir superando la adversidad.
"Tus acciones muestran lo que eres, lo extraordinario, único y original"
3. Preguntarnos constantemente qué es lo que la vida desea de nosotros y cómo podemos aportar a ella a través del sufrimiento, el dolor y la adversidad. Saber que los problemas son parte inherente de la vida y elegir hacer de ellos algo útil. Somos irremplazables en esta vida única y personal por lo que tenemos una responsabilidad ante nuestra existencia.
4. Sonreír cuando la vida no nos sonríe. Decidir la actitud con la que vamos a enfrentar la adversidad también es una facultad humana. El humor, la risa el hacerle el quite al horror, es una forma de ahuyentarlo. No se trata de no hacer nada y echarnos a reír, sino se trata de enfrentar lo más duro con las armas de la buena actitud, de la esperanza, de la distensión emocional, del bienestar físico y de la confianza. El humor nos ayuda a aliviar la tensión entre el ideal y la realidad.
5. Pedir ayuda. Es muy importante que cuando veamos que nos es difícil encontrar nuestros recursos, recurramos a alguien que nos ayude a vislumbrar ese futuro posible. Somos seres en relación y la interacción humana es uno de los mas importantes factores de resiliencia. Sentirnos acompañados, escuchados. Ser importantes para alguien y poder tener la confianza de expresar nuestros más íntimos sentimientos es muy importante para salir del atolladero del sufrimiento. Hablar, escribir, dibujar, cantar. Buscar expresiones artísticas y de relación que nos ayuden a sacar lo que sentimos y dejar plasmado en algo nuestro dolor.
Nunca es tarde para sanar nuestras heridas. Lo importante es que aprovechemos esta vida para hacerlo y no nos privemos de tener una vida feliz, plena y significativa.