Cómo gestionar las decisiones que nunca tomaste

Cómo gestionar las decisiones que nunca tomaste

La gestión adecuada de las ocasiones perdidas, si así las percibimos, es imprescindible para que no detonen como cargas de profundidad y nos revierten la vida.

Toleramos fragmentos de memoria incrustados en la conciencia. Personas y lugares, acontecimientos del pasado, susurros que aún nos silban al oído. Ya lo decía T. S. Eliot:

«Las pisadas resuenan en el recuerdo por el pasillo que no tomamos hacia la puerta que nunca abrimos».

La melancolía acecha: «Y si hubiera tomado otro camino?», «Qué horizonte dejé sin explorar», «¿Qué puerta no abrí por miedo, indecisión o comodidad?». Cada cual lleva consigo una galería de oportunidades perdidas que, de vez en cuando, se entrelazan con experiencias cotidianas.

Por ejemplo, el encuentro con alguien que me trae a la memoria a esa persona que nunca se me fue de la cabeza. Redescubrir una afición que me apasionaba y que dejé atrás por falta de tiempo, y ahora me pregunto: «¿Qué hubiera pasado si me lo hubiera tomado en serio». Recibo en mi despacho a un proveedor de la empresa para la que trabajé hace años, y pienso: «¿Por qué me marché? Quizás me hubiera ido mejor allí».

Esos momentos nos llevan a pasear los recuerdos sobre las decisiones que tomamos y las oportunidades que dejamos pasar.

¿¡Y qué hacemos con ellas!? Esta es la cuestión.


Te propongo 5 recomendaciones para lidiar con ellas y convertirlas en fuentes poderosas de inspiración y crecimiento:


1. Reflexión y aceptación

Reconoce y acepta que las oportunidades perdidas son parte de tu historia, del tejido de tu vida. Cada día elegimos y decidimos, excluimos y escogemos.

2. Aprendizaje, creatividad y reinvención

¿Qué lecciones extraes de esas oportunidades perdidas? ¿Cómo puedes aplicar esas lecciones en tu vida presente y futura para impulsar tu crecimiento personal y profesional?

3. Deja atrás el pasado

Aprender del pasado es positivo. Vivir en el pasado conduce a la ficción o a la melancolía. No dejes que el pasado te incapacite. Pon tu corazón en el presente y confía en el futuro.

4. Reenfoque

En lugar de lamentarte por lo que podría haber sido y no fue, enfócate en lo que puedes hacer ahora. Fija nuevas metas, persigue nuevas oportunidades, aprovecha al máximo todo lo que te ofrece el presente.

5. Gratitud

A pesar de las decisiones que hoy vemos erradas o torcidas, hay motivos para dar gracias a Dios. Cultivar la gratitud te ayudará a encontrar la paz que tanto necesitas para vivir el presente.


Cuando echamos un vistazo al retrovisor y observamos la encrucijada que dejamos atrás, un punto de incertidumbre nos agita por dentro. EL desafío está en superar cualquier asomo de duda y vacilación.

Piénsalo bien: lo verdaderamente importante no es tanto el camino no recorrido como el sentido de la travesía misma.

El pasado está sepultado, pero en el presente hay vida, significado y propósito. Por eso, abrimos puertas y exploramos horizontes. Así es como tejemos el lienzo prodigioso de la experiencia humana.




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