Cómo percibimos el mundo


Estaba contando un cuento inventado a mi hija, como todas las noches. Nos estábamos riendo juntas de los disparates que se nos ocurrían a ambas. En medio de la historia, ella me cuenta: "Lala canta una canción inventada, mientras construye".

Lala es una compañera de la sala. Tiene una discapacidad. Como mamá, como maestra, como profesional de la educación, me interesa y me encanta que me cuente estas cosas. Le pregunto si le resulta divertido. Me dice que sí, que Lala es re graciosa. Le pregunto si es su amiga. Me dice que sí. Me dice, también, que Lala no habla. Y que no les hace caso a las maestras. Le digo que ya va a aprender. Le hago las mismas preguntas, que si me estuviera contando cualquier otra cosa de su vida cotidiana, que, por supuesto, me interesa. Me responde con la misma naturalidad que si me estuviera contando cualquier otra cosa de su vida cotidiana, y eso me parece fascinante y perfecto.

Para ella, todos somos diferentes. Sencillamente por eso, nos comportamos, nos comunicamos, nos relacionamos, de maneras muy distintas, cada uno. Nada que agregar. Nada de lo que sorprenderse. Nada para apartar. Nada que valga más o menos, que otra cosa. Nadie que sea mejor o peor. Todos somos diferentes. Lala, porque tararea melodías y se la pasa haciendo travesuras. Otro, porque habla bajito. Fulano, porque se olvida de todas las cosas. Mengana, porque le encanta correr. Otra, porque no puede comer dulces. Ella, porque en el colegio se concentra tanto, que se cansa. Yo, porque le hago "ojos grandes" cuando algo me sorprende, y eso le causa gracia.

¿Existe mayor sabiduría, que percibir el mundo de esta manera? No lo creo.

Por eso es tan, pero tan necesario, bregar por una sociedad inclusiva, en la casa, en la escuela, y en tantos otros ámbitos. ¡Cuánto mejor sería el mundo si lo sintiéramos genuinamente de la manera en que lo siente Josefina, y actuáramos en consecuencia!

La clave está en los chicos. Ellos son el hoy y el mañana. Que aprendan a ser respetuosos, abiertos, sociables, empáticos, solidarios, generosos, amables, es lo mejor que nos puede pasar. Si para colaborar con ese aprendizaje debemos dejar un rato de trabajar, respirar 10 veces para estar de ánimo, dormir un poco más, armarnos de paciencia, destinar mucho tiempo y energía en conversar con ellos, acompañándolos en experiencias, estableciendo vínculos sanos y diversos con la gente y el planeta, no dudemos, que es una inversión millonaria.



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