Proclamación
Quisiera proclamarme en contra de que se retomen las clases presenciales este año.
Antes de decirlo, me pongo la armadura, el casco y el escudo, por supuesto.
Sé que hay muchos que virtualmente se me están viniendo al humo y me quieren fusilar.
Pero escuchen, antes de arremeter contra mi persona.
Voy a hablar de CABA y voy a hablar de Nivel Inicial, porque es lo que realmente me compete, en tanto somos porteños y mis dos hijas están en esa franja etaria.
Cuando comenzó todo esto, me parecía ridícula la obsesión por “garantizar la continuidad pedagógica”, sacando de la galera métodos de enseñanza a distancia jamás probados, recursos materiales y simbólicos inexistentes, imponiendo un aprendizaje acelerado del uso de plataformas varias, inventando parámetros de evaluación tirados de los pelos, firmados y sellados en decretos y resoluciones, que sonaban inevitablemente a parches y medidas superficiales y confusas, sin mucho sustento. Me parecía ridículo que la gente (padres, docentes, directivos, políticos) se volviera loca para evitar “que los chicos pierdan el año”… ¿qué pasaba si se recibían un año después? ¿Qué sucedía si “repetían”? ¿Qué acontecía si el “ciclo lectivo” se corría, se modificaba? Era algo bastante lógico: la situación mundial nos estaba poniendo a prueba y obligando a cambiar prácticamente todo en nuestras vidas. Por qué no iba a cambiar la educación también (bien, mal, antes o después).
De todos modos, cuando planteaba esto, no sabía que la cuarentena sería eterna. Lo pensaba y lo comentaba con la idea, siempre, de que se levantaría el aislamiento en algunas semanas como máximo.
Hoy por hoy, agradezco en parte que se haya insistido y se hayan creado dispositivos y maneras de sostener las clases a distancia, porque los chicos no perdieron completamente el contacto con una institución tan importante como la escuela, con sus docentes, sus pares, el ritmo y la costumbre de cumplir con ciertas tareas, horarios y rutinas, que son distintas y complementarias de las que se pueden hacer en casa.
Mejor o peor, la educación virtual se implementó, se sostuvo y se logró, con mucho esfuerzo y buena predisposición de parte de todos. Está instalada desde hace más de cuatro meses, funcionando. Con sus ventajas y desventajas, sus falencias, sus privilegios y sus miserias, es la realidad de todos hoy; así se propuso y así se hizo.
Opino como muchos, que vino para quedarse. No en su totalidad ni de la misma manera en que comenzó o está desarrollándose ahora, porque aún hay mucho por mejorar, repensar y experimentar, con el fin de que sea beneficiosa e inclusiva, accesible y amigable para todos. Pero seguramente no desaparezca completamente, aunque las escuelas abran. Está bien que así sea. Será parte de la inevitable revolución educativa que va a suceder, aunque nadie sepa exactamente cómo.
En este contexto, pienso que es un desacierto la reapertura de las escuelas. Evidentemente, tiene muchísimas cosas buenas, que sabemos, anhelamos y extrañamos, pero también implica (en lo que hace al COVID-19) riesgo y exposición casi incomparable, que es lo que se supone se quiere evitar desde el inicio de la pandemia… entonces: ¿Por qué volver AHORA (Agosto, Septiembre, tres meses antes que culmine el ciclo lectivo? ¿Qué suma? ¿Qué cambia? ¿Qué aporta? Para mí, únicamente una gran movida y mayor trastorno para las familias. ¿Es lindo para los chicos? Sí, seguramente lo será. Estarán contentos de volver. Pero no va a ser ese el parámetro y la referencia para tomar una decisión de tal envergadura.
En lo que refiere a la socialización de los niños pequeños, hace rato es necesario tomar cartas en el asunto. Pero el regreso a las escuelas no es la mejor ni la única solución. En tanto y en cuanto se puedan realizar reuniones y actividades sociales, este tema estaría resuelto, de manera más controlada, progresiva y hasta menos perturbadora.
En lo que hace al aprendizaje, la formación y el crecimiento personal y académico, no nos engañemos: los chicos no están perdiendo NADA. Es diferente, sí; pero está más que comprobado que en muchos casos están aprendiendo y fortaleciéndose integralmente igual o más que si estuvieran en la escuela.
En algunos casos están a la deriva y a merced del estado de ánimo y ocupación de los padres, lo cual es verdaderamente injusto. Pero el regreso a clase no es (ni debe ser) la solución a esta situación que es endógena a la configuración familiar, los vínculos y la atención destinados a la crianza de los hijos, que es un gran trabajo y, lamentablemente, no funciona a la perfección siempre.
Considero totalmente válido el argumento de padres que ruegan por el regreso de las clases, porque necesitan trabajar y no están pudiendo hacerlo, al tener que hacerse cargo de los hijos. Para esto existen ciertas reglamentaciones, pero se necesitan muchas más, firmes y relevantes, que contemplen la situación real de la mayoría de las familias, que se encuentra en una encrucijada gracias a esto, y no tiene dónde apoyarse. A nivel nacional existe la licencia con goce de sueldo para progenitores con niños en edad escolar, mientras los colegios permanezcan cerrados. Yo, que soy empleada de GCBA, no puedo acceder a ese “beneficio”. ¿Así, cuántos? O legitiman, facilitan y promueven el regreso de las niñeras y/o personal de cuidado y asistencia en hogares (resolviendo también el medio de transporte para ellos, por ejemplo), o extienden esta licencia o alguna similar para quienes trabajamos en la Ciudad de Buenos Aires, que desde el comienzo estamos haciendo malabares para sobrevivir y asomar la cabeza en medio del caos.
Creo que debería ponerse mucha más energía y recursos en estas cuestiones, y no tanto, entonces, en que los chicos regresen a clases a cualquier costo, teniendo en cuenta que ya va prácticamente medio año del TT #QuedateEnCasa.
A mí personalmente, me complicaría la existencia tener que llevar y traer a mis hijas a la escuela todos los días, levantarme 7 am, convertir todo el ritmo familiar que con esfuerzo construimos durante la cuarentena, para cumplir con esta obligación… que, a cambio, no me brindaría mucho más que preocupación, inseguridad, cansancio y estrés, en este particular momento de este particular año, en este momento de la vida.
Percibo que muchos padres desean profundamente que se reanude la rutina escolar PORQUE NO AGUANTAN MÁS TENER QUE OCUPARSE DE SUS HIJOS 24/7. No los juzgo, no los critico, no es mi intención exponerlos… pero me enoja que disfracen de pena (por todo lo que sus hijos “se están perdiendo” o no están aprendiendo) algo que es más bien hartazgo, desborde y dificultad para regular niveles de ansiedad que claramente corresponden a la vivencia y necesidad del adulto, no del niño.
Jamás propondría la desescolarización ni mucho menos cuestionaría la jerarquía, la importancia y el valor de los Jardines Maternales y Jardines de Infantes. Apoyo y festejo el crecimiento del Nivel y su posicionamiento cada vez más fuerte y reconocido en el sistema educativo formal.
Pero esta situación repentina, inesperada, puso en evidencia, también, cuánta desarticulación existe entre la escuela y las familias, cuánto se desaprovecha o se menosprecia la educación en el hogar, en contextos cotidianos, cuán desvirtuada, desactualizada y desganada está la escena en las aulas, a pesar de ser un espacio tan especial, único y privilegiado para los niños. Y el regreso bajo un protocolo completamente imposible de cumplir (por las características, las condiciones y la esencia misma de la actividad educativa, las escuelas y la relación maestro-alumno), a poco tiempo de culminar el año y no habiendo avances ni diferencias sustanciales en la situación epidemiológica general, cae por su propio peso; carece de sentido y parece convertirse más en una complicación y una nueva imposición, que en una luz al final del camino.
profesora en DGEyC
4 añosTotalmente de acuerdo
Agente inmobiliario
4 añosLe agrego un adjetivo más: "pertinente".
Vicerrectora E.T. N° 2 "Osvaldo Magnasco" Asesora Técnica Pedagógica del Ministerio de Educación e Innovación de CABA
4 añosCamila, sí tu artículo abre muchos debates, deja muchas puertas abiertas para discutir muchos frentes que propones, es polémico, pero a mi me gustó, y comparto muchas cosas que decís.