Cómo salvarse de un naufragio.
HECHOS 27. 23. Porque esta noche ha estado conmigo un ángel del Dios de quien soy y al cual sirvo, 24. y me ha dicho: No temas Pablo. Tienes que comparecer ante César, y he aquí que Dios te ha concedido la vida de todos los que navegan contigo.
Este extraordinario episodio del apóstol Pablo está relacionado con uno de sus viajes de evangelización a la Europa actual y a veces se iba por mar (Mediterráneo) y hacía dichos viajes en barco. En esta ocasión se dirigía en barco a Roma, Italia, pero el punto que deseo tocar se centra en el entorno del viaje. Estaban a punto de naufragar y perecer y había un gran desánimo, angustia y aflicción, pues ya habían perdido la esperanza de sobrevivir, pero lo interesante de la situación es que primero, se aparece un ángel que habla con él, (¿no sería hermoso pegar una platicadita con alguien así?), y segundo, Dios le concede la vida a toda la tripulación con tal de salvar la vida de Pablo, dado que tenía que terminar su viaje y comparecer ante el César (eventualmente pasó dos años evangelizando en Roma, antes de morir).
¿Qué podemos aprender de esto en nuestro diario vivir? La clave está en lo que dice Pablo: “soy de Dios y al cual sirvo”. Si somos de Dios y le servimos, ENTONCES, podemos esperar la intervención divina en nuestra vida y tener un propósito en la misma, bajo la voluntad de Dios, que nos permita superar el desánimo, angustia o aflicción que esté afectando nuestro entorno, y algo más, que podamos sobreponernos a todo lo que oprima nuestra vidas.