Cómplices del fracaso

Encuentro personas inteligentes y de buena voluntad buscando de manera afanosa argumentos para defender lo indefendible. Como si sostener una postura crítica ante lo que está sucediendo fuera traicionar sus convicciones y el disenso les estuviera prohibido.

Con gran facilidad caen en el juego maniqueo del “si encuentras molesto el presente estás a favor del pasado”. Nos roban, así, la ilusión del futuro. Se conducen sin pensar en lo benéficas que serían para la nación sus capacidades puestas, no en la defensa de un individuo o un proyecto, sino en la de la nación en su conjunto.

Las conductas que antaño hubieran sido blanco de sus más agudos cuestionamientos hoy son motivo de sus justificaciones forzadas. Si vienen del que asumen como el “individuo correcto”, entonces son válidas y hasta deseables las compras sin licitaciones, las obras sin estudios de impacto ambiental o la simulación de consultas populares. Me pregunto en qué momento se pierde la honestidad intelectual.

Lo malo del pasado no debería repetirse en el presente. Lo que se critica y cuestiona en unos no debería ser aplaudido en otros. La ética pública no tendría por qué ser acomodaticia ni siquiera cuando conviene a los intereses personales. Uno debería conservar la capacidad para discernir entre lo bueno y lo malo. Por eso, hay que tener buena memoria para recordar lo que se criticó en el pasado y afán de congruencia para seguir señalándolo ahora. Se puede cambiar de opinión, por supuesto, pero sólo cuando la evidencia demuestra que estábamos en un error.

Lo confieso: lo que más trabajo me está costando entender es que si el diagnóstico era la debilidad institucional y del estado de derecho, hoy se vitoreen las acciones que debilitan todavía más el entramado institucional y legal. ¿Por qué creen que la apuesta a fortalecer a un individuo es mejor que las acciones encaminadas a dar fuerza a las instituciones? ¿Cómo se justifican declaraciones como la de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, aseverando que la lealtad a AMLO debe ser norma cotidiana? ¿En verdad estamos dispuestos a convertir a México en el país de un solo hombre?

El presidente ha tenido aciertos, creo que el más importante es haber colocado un propósito para el México contemporáneo que es fácilmente aceptable por la gran mayoría: hacer de ésta una nación más justa y equitativa. Sin embargo, muchas de sus decisiones lo asoman como su principal detractor. Si no nos mantenemos vigilantes y demandantes, si seguimos privilegiando nuestros motivos sobre la verdad, vamos en pasarla muy mal y seremos cómplices del fracaso.


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