CAÍDO EL CANAL TRADICIONAL, CAÍDOS TODOS.

Históricamente el canal tradicional, llámese tienda, minimercado, superete, ha sido el termómetro que mide la salud de la economía en Colombia.

Este canal, hasta este año, ha sobrevivido a las crisis financieras de 1998, 2004, 2008 y hasta en pandemia pudo salir victorioso.

Porque es el canal más a la mano, el más cercano, el que fía, aunque los precios, a veces, sean poco competitivos con respecto a las grandes cadenas. Es el precio de la conveniencia.

Sin embargo, de acuerdo a los informes de Grupo Bit que recibo constantemente, este año ha sido terrorífico.

El canal ha estado en rojo todo el año en casi todos los sentidos: valor de compra, frecuencia de compra, volumen de compra. Por primera vez en muchos años, en lo personal, es de las muy contadas veces que el tradicional mantiene un promedio del -15% sostenido en 10 meses.

Lo importante de los números, de la data, es entender lo que estos significan, y más en el nuevo contexto del impuesto a las “chucherías”.

Es claro que el país se ha visto afectado por la inflación, por una evidente desaceleración producida por la incertidumbre que generan las múltiples reformas, muchas de ellas empantanadas, que quiere sacar adelante el gobierno de turno.  Y es esa incertidumbre la que paraliza la inversión, la contratación, la generación de nuevos empleos y, como se evidenció hace unos días, el consumo.

En este escenario, el resumen es que NO HAY PLATA y al no haber circulante la gente se aprieta el cinturón, se estresa el doble porque no se puede quedar sin trabajo, se endeuda con intereses altos, etc. Y si el que compra está en ese ambiente de inestabilidad, el canal pierde la capacidad de “financiar”, de fiarle a los vecinos, perdiendo así su valor más preciado, sobre todo en estratos de menores ingresos, ante la alta posibilidad de perder esa platica. Este ambiente genera que se degrade la confianza. En todos los frentes y entre todos los actores.

Pero eso no es todo.  El dichoso impuesto a los procesados y bebidas azucaradas tiene implicaciones más allá del golpe a la venta en el canal tradicional. Se convierte en un problema de índole social.

¿Por qué? Sale de hacer cuentas muy simples.  En países como los nuestros donde manda la informalidad, hay dos factores del presupuesto diario que mantienen un delicado equilibrio: comer y moverse. Si hablamos de movilidad, el ambiente está tenso: gasolina cara, amenaza de subir el diesel, pasajes de transporte público cerca a los $3000 en promedio y con cara de incrementarse, en ciudades principales. En cuanto a la alimentación, infortunadamente una buena porción de la población no tiene la posibilidad de comer nutritivamente. Su única posibilidad es LLENARSE. Es duro pero cierto, según la data cerca del 30% de los colombianos se encuentra en estado de inseguridad alimentaria moderada o grave.

Así las cosas, la vida diaria se enfrenta a una dicotomía casi cruel. La única posibilidad de echarle algo al estómago es un paquetico o un amasijo y una gaseosa o bebida de malta o bebida láctea (todos gravados con el nuevo impuesto), a media mañana, porque no da para almuerzo corriente. Y si esa alternativa ahora es más cara, toca bajarle a la porción de transporte. Entonces la decisión es triste: “si como no me muevo y si me muevo no como”, entonces ¿qué pasa? Por un lado se sigue incrementando la mal nutrición, aumenta el hambre, ergo se incrementa la inseguridad. Por otro lado, los sistemas masivos de transporte verán sobrepasada su cuota de colados al sistema, que ya sabemos las consecuencias económicas y sociales que se desprenden de ello.

Para cerrar, la data que arroja la realidad del canal tradicional debe mirarse más allá de los números, para entender y comprender un poco más los impactos que genera en los frentes inherentes. Por eso vemos marcas y empresas y campañas tratando de presionar aun más el bolsillo de la gente para cumplir con la cuota, evidenciando que las decisiones se están tomando a la luz del número y no de su contexto e interpretación amplia de los factores que lo generan.

Andres Jimenez

Director Creativo y Estratégico

1 año

Es muy importante hacerle seguimiento a este fenómeno porque como bien lo dices, este canal el el termómetro de la economía real del país. La realidad es que con un crecimiento en valor del 5% en un cuadro inflacionario que en dos años se acerca al 20 e incluso 25%, la caída del canal es mucho más grande en volumen que un simple 15%. Esto no solo le toca el bolsillo al ciudadano común, afecta significativamente a toda la industria de FMCG, y a todos los que dependemos de la cadena, haciendo que los que vivimos de estrategias de marketing tengamos que sacar lo mejor de nosotros para responder a este fenómeno.

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