CABEZA, CORAZÓN, MANOS

CABEZA, CORAZÓN, MANOS

Cuando conocí al profesor Roberto De la Cruz tenía catorce años y pocas ganas de estudiar. A duras penas había pasado de año y si no le ponía entusiasmo corría el riesgo de repetir tercero de secundaria. Debía dos cursos que me obligaban a prepararme durante el verano para afrontar una prueba en marzo, por lo que mis papás tuvieron a bien enviarme a unos cursos de refuerzo.

Ese verano, en un colegio de San Borja, Libertador San Martín, llevé cursos de química y matemáticas a cargo del profesor De la Cruz. Era el año 90. Entonces no comprendía el porqué de seguir estudiando, no lograba tomar consciencia de las oportunidades que estaba perdiendo al no ponerle atención a mi formación escolar.

Pasé de año en el examen extemporáneo gracias a las clases del profesor. Aunque nunca fui un entusiasta estudiante, ese verano hubo algo que me costó décadas entender. Se trataba de un monólogo motivacional que el profesor compartía cada vez que teníamos clase.

Demoraba unos minutos donde había una historia, una ocurrencia, una anécdota que también se iba convirtiendo en una enseñanza. En ese entonces no lo entendía, o quizás lo aborrecía porque en la adolescencia el odio se convierte en un deporte alegre.

Pero se me quedó como una pegajosa frase: siempre al final de sus charlas iniciales en clase decía: cabeza, corazón, manos. Repitan conmigo: cabeza, corazón, manos. Sin tener la certeza de ese ejercicio del alma.

La vida me dio la oportunidad de conocerlo nuevamente al profesor De la Cruz. Esta vez como papá, ya que tuve la oportunidad de conocer a su hijo Roberto en la Universidad Ricardo Palma, adonde ambos habíamos ingresado a la carrera de Contabilidad.

A partir de esa amistad, que también se volvió una cofradía de estudiantes que pasábamos madrugadas dándole a los números, logramos consolidar un vínculo que se sostenía practicando con papel y lápiz hasta que las fórmulas comenzaban a funcionar solas.

Ahí fue que el profesor De la Cruz me reconoció. Hijo, yo te he enseñado, tú has sido mi alumno.

Fue una casualidad que marcó mi destino, porque años después de haber compartido veladas como estudiantes universitarios, volví a reencontrarme con Roberto (hijo) en un estadio de fútbol hinchando por nuestro amado club, el Alianza Lima.

Nos habíamos distanciado con los años, primero porque yo abandoné la carrera, mientras que Roberto se graduó con altos honores. Cuando lo vi en el estadio, él ya estaba liderando la marca que auspiciaba a nuestro equipo victoriano, Y se dio la oportunidad que yo también me pueda involucrar en algunas actividades empresariales para la marca bajo su tutela.

Yo he sido doblemente agradecido porque una cosa es que tener la oportunidad de ganarse el pan con actividades profesionales y otra maravillosa situación en que puedas trabajar en lo que te gusta y para algo que amas, como el equipo de fútbol del que eres hincha.

Esa fue la oportunidad que me dio la vida gracias a la amistad y gratos momentos que tuve en casa de los De la Cruz.

Don Roberto, quien aún puedo verlo en barrio y conversar un rato de fútbol, la política y la vida mientras entregan los tamales en la panadería, sintió que yo podía ayudarlo a cristalizar sus memorias, y agradecí a Dios que me ponga una vez más en el camino correcto.

Aunque también forma parte de una carga de responsabilidad, porque siendo Roberto De la Cruz Aramburú, un reconocido profesor, consagrado por sus horas de enseñanza, y yo contando con una incipiente trayectoria como escritor, para mí se vuelve una suerte de herejía que me permito al tratar de guiarlo al maestro.

Debo confesar que el proceso de desarrollo intelectual de este libro lo he disfrutado al máximo, y cada historia, ocurrencia, confesión o anécdota que cargan estas páginas dejan extraordinarias enseñanzas.

Este libro es un documento valioso para todo aquel que quiera emprender en la vida. Porque el emprendimiento no se trata solamente de desarrollar una línea de negocio familiar. Sino más bien en combinar con armonía la pasión por vivir y entender el éxito como un estado perpetuo de búsqueda de la felicidad.

Entonces logré comprender, décadas después, que aquella arenga ‘cabeza, corazón, manos’, representa un concepto que, como el vals de nuestro cancionero criollo que dice ‘alma para conquistarte, corazón para quererte y mi vida para vivirla junto a ti’, comprendí que cabeza para razonar, corazón para sentir, y manos para actuar, para ponerse a trabajar por los sueños.

En este libro a través de las narraciones del profesor Roberto De la Cruz desarrolla conceptos como la inteligencia emocional, el emprendedurismo, la innovación, la resiliencia, el fracaso, el sacrificio como eje de los objetivos. Pero sobre todo la transparencia. Nos enseña a ser mejores personas a través de su propia voz. El triunfo de la humildad sobre la soberbia.

(Prólogo del libro 'Memorias de un maestro emprendedor', de Roberto De la Cruz Aramburú. Francisco León Editor. Mayo, 2022)

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