Camino a la modernidad. Quintanar de la Orden del s. XIX al XXI
Hace falta detenerse a veces para apreciar lo que se mueve a nuestro alrededor. Es una premisa que afecta a todo y a todos, también a ese contexto en el que vivimos día a día y que va cambiando de forma irremisible. Unas veces lo hace deprisa, con violentos impactos que alteran traumáticamente lo conocido. Otras pausadamente, con leves variaciones casi inapreciables, cambiando poco a poco, como aquellos objetos que bajo una fina capa de polvo son lo mismo pero apreciamos diferentes por el tamiz. ¿Se han parado a mirar lo que les rodea? ¿Ha cambiado o es igual?
Este año se celebra el setecientos aniversario de aquella carta de privilegio que un jovencísimo Alfonso XI otorgara en 1318 a Quintanar y Vallehermoso a través de sus regentes, su abuela María de Molina, y sus tíos Juan y Pedro, infantes de Castilla. Es por tanto un buen momento para pararse a mirar y pensar en el cambio que ha vivido seguramente la localidad a lo largo de estos siete siglos. Es fácil imaginar que éste ha sido profundo y que lo normal es que casi nada quede de entonces. Para saberlo hemos de recurrir a diferentes fuentes y ya que no hay imágenes de aquella época son los documentos, la arqueología y el patrimonio histórico artístico los que nos hablan de ese posible cambio.
Sin embargo también es más que probable que uno de los principales y más profundos cambios haya acontecido a lo largo del último siglo, —desde finales del siglo XIX más concretamente—, al tiempo que cambiaba el resto del país y su sociedad. La vida moderna y la tardía revolución industrial del país también se dejaron notar en el Quintanar del cambio de siglo impactando con el conjunto urbanístico heredado de la edad Moderna. A partir de ahí y de mano de los complejos hechos históricos que han cambiado nuestro país, Quintanar de la Orden ha llegado a lo que es hoy sucediéndose épocas de bonanza con otras de profunda depresión.
Sus calles asfaltadas, sus nuevas plazas, los símbolos perdidos de su tradición, nuevos elementos erigidos en su entramado urbano que representan la modernidad y la evolución…, todo ello se puede ver en una localidad marcada por las profundas cicatrices que han dejado ese cambio. La mayoría de estas marcas, —incluso las que dejaron importantes traumas en la memoria colectiva como fue la desaparición del Recreo—, han evolucionado hasta tejer un nuevo entramado social, patrimonial y urbanístico que define el camino a la modernidad de Quintanar de la Orden.
Es muy importante apreciar que este cambio coincide con la época mejor documentada de la localidad, sobre todo en el ámbito de la imagen. Tras las estampas que nos ayudan a reconstruir algunos elementos importantes de nuestro pasado más inmediato, es la aparición de la fotografía la que nos permite conocer con bastante exactitud cómo era la localidad y la vida de sus habitantes antes de que nosotros llegáramos aquí. Es por ello que hemos tomado el último siglo como símbolo de todo ese gran cambio vivido por el municipio desde aquella lejana carta de privilegio; buscamos mostrar la rápida transformación acaecida desde finales del siglo XIX hasta hoy para evidenciar ese pasar del tiempo.
Para ello contamos en la exposición con diferentes documentos, mas es la fotografía el elemento principal que hemos empleado para hacer patente el cambio. En la selección encontramos postales, reportajes gráficos y fotografías artísticas llevadas a cabo por reconocidos fotógrafos como Alfonso o Rodríguez junto a otros como Casas, Cortés o Durá. Sin embargo, dentro de las más de doscientas cincuenta obras el conjunto principal está formado por el legado de los cuatro fotógrafos históricos más importantes de la localidad. Los primeros son José Portal (activo en Quintanar en los años 20) y Joaquín Arnau (1892-1965), pioneros en la apertura de negocios fotográficos en la comarca en el primer cuarto de siglo. Gracias a su labor hoy contamos con algunas de las series más importantes sobre sus edificios históricos, las costumbres locales, la Guerra Civil o la inmediata posguerra.
Tras ellos Graciano Cencerrado (1912-2016), perteneciente a una saga numerosa de fotógrafos que desde Urda se extendió a lo largo y ancho de Castilla-La Mancha. Heredero de aquellos fotógrafos ambulantes que recorrieron nuestra geografía de pueblo en pueblo, se estableció en Quintanar para desarrollar una larguísima carrera de estudio que su hijo y nieto han mantenido hasta hoy día. El cuarto y último es José Moreno (1927-2016), fotógrafo muy querido en el municipio que retrató a las diferentes generaciones que pasaron primero por su desaparecido patio de columnas y luego por el estudio de la calle Príncipe. Su objetivo nos ha legado algunas icónicas imágenes del día a día de Quintanar así como el estado de muchos de sus edificios y rincones a partir de los años 50.
El trabajo de estos fotógrafos cobra sentido al confrontarlo con la realidad que nos circunda, —la que hoy tenemos delante—, y que gracias al trabajo desarrollado por Ángel Serrano desde los años 70 queda de manifiesto en la exposición. Su obra, —junto con la de otros colaboradores de la localidad—, nos permite establecer la comparación entre lo que nos llegó al siglo XX como herencia y legado de nuestra historia y lo que nos ha quedado en el inicio del XXI.
Como colofón, —y acompañando esta reflexión sobre los fotógrafos locales y el cambio histórico de Quintanar—, hemos considerado necesario hacer un guiño a algunos de aquellos que se han preocupado por mantener vivo ese legado y compartirlo con el resto de su comunidad. De entre todos los que han realizado ese trabajo desinteresado, pueden contemplar en la exposición la labor realizada por La Encina o por José Fernández.
Esperamos que disfruten de este viaje al pasado, de esta reflexión sobre lo que fuimos y que hoy es la base de lo que somos.