Carga aérea sostenible
A pesar de que la industria aérea en su conjunto representa solo el 2% del global de emisiones de carbono, no cabe duda de que como todas las industrias esta también debe realizar cambios para contribuir a una economía medioambientalmente sostenible.
Desde IATA se ha introducido el objetivo de reducir las emisiones en un 50 por ciento para 2050 y hay un amplio movimiento en todos los segmentos del mundo de la carga, incluyendo a los propios cargadores, para trabajar en esa dirección.
La forma más completa de eliminar las emisiones sería volar la mercancía en aviones con fuentes alternativas de energía, como hidrógeno o electricidad. Pero, aunque grandes firmas como Boeing, Airbus o Rolls-Royce están dedicando mucho dinero en investigación y desarrollo en este campo, hay que ser realistas. Previsiblemente faltan décadas hasta que veamos aviones de tamaño similar a un Boeing 747 o Airbus 340 alimentados por electricidad.
Y mientras tanto ¿No se puede hacer nada? Por supuesto que sí. De entrada, la huella de carbono generada por la cadena logística aérea no lo es solo por los aviones en la fase del vuelo, también están las operaciones en tierra y las necesarias fases de transporte terrestre anteriores y posteriores en las que se pueden ir haciendo cambios más rápidamente, o ir introduciendo innovaciones dirigidas a reducir la huella de carbono. Por ejemplo, reduciendo la tara de los ULDs, haciendo las operaciones más eficientes, utilizando vehículos eléctricos en tierra…
Estas y otras medidas semejantes son factibles en muy corto plazo, solo hay que ponerse de acuerdo, así como valorar y aceptar, en su caso, el efecto económico de su implantación. Pero la medida de mayor impacto con los aviones actuales, mientras se llega a la tecnología del futuro con cero emisiones, sería cambiar el combustible de origen fósil (petróleo) a combustibles de origen renovable.
La buena noticia es que estos combustibles ya existen y sus características les permite ser usados tanto solos como mezclados con los tradicionales. La mala noticia es que la producción es escasa, el sector es inmaduro y los precios muy altos. Por tanto, se requeriría inversión para desarrollarlo y que la producción tuviera volumen suficiente para generar economías de escala que pusieran el precio en cifras competitivas. Además, haría falta el impulso de los gobiernos.
En España, en 2018 se llegó a un Convenio para “la producción y consumo de bioqueroseno de aviación”. Esta es una oportunidad para nuestro país, no solo para ayudar a reducir los gases de efecto invernadero, sino también para generar nuevos empleos en sectores de futuro y reducir nuestra dependencia de las importaciones de petróleo. No podemos desaprovecharla.
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4 añosMuy interesante artículo Jesus Cuellar