Carta a un empresario en quiebra
CARTA A UN EMPRESARIO EN QUIEBRA
Un mensaje de reflexión, aliento y motivación basado en el Libro de Job y experiencias del autor
“No apartará de los justos sus ojos; Antes bien con los reyes los pondrá en trono para siempre, y serán exaltados. Y si estuvieren prendidos en grillos, y aprisionados en las cuerdas de aflicción, El les dará a conocer la obra de ellos, y que prevalecieron en sus rebeliones. Despierta además el oído de ellos para la corrección. Y les dice que se conviertan de la iniquidad. Si oyeren y le sirvieren, acabarán sus días en bienestar, y sus años en dicha. Pero si no oyeren serán pasados a espada, y perecerán sin sabiduría.”
Job 36.7-12.
INTRODUCCIÓN
La profunda crisis económica, social y de valores en que se encuentra envuelta nuestra sociedad mexicana de finales de este año de 1996 ha provocado numerosos cierres de empresas y fuentes de trabajo para muchos miles de mexicanos. Como consecuencia de ello muchas familias se encuentran sumidas en la angustia y desesperanza. Varios amigos míos han perdido sus empresas y quizá en estos momentos se encuentran sumidos en la desesperación. Es por ello que deseo compartir con ellos, junto a algunas experiencias personales, también algunas reflexiones y palabras de aliento y motivación.
CRONICA DE UNA QUIEBRA
Dios me ha brindado la gracia de haber podido levantar una empresa prácticamente de la nada y sin capital, y también me concedió el privilegio de perderla. Era un despacho de consultores en implementación de Sistemas Integrales de Información y Administración de Centros de Cómputo para empresas manufactureras, que inicié en 1980 y que para 1989 contaba con 33 empleados y facturaba casi mil millones de viejos pesos anuales. Con la gracia de Dios, mi esfuerzo y el de mis empleados, de haber iniciado prácticamente en cero mi negocio y tan solo con mi menaje de casa, llegué a tener un patrimonio de alrededor de mil doscientos millones de viejos pesos. Y lo perdí todo, cerrando mi despacho hacia finales de 1992. Estoy seguro que para las fortunas que actualmente tienen muchas personas, el patrimonio del que hablo les parecerá poco. Sé de personas que pagan de Seguro Social en sus organizaciones lo que yo ganaba en un año, sin embargo, para mí que partí de ser un modesto empleado que ganaba cerca de cinco mil pesos mensuales y que no tenía contactos, parientes ricos, relaciones ni conocidos bien colocados fue bastante.
Resulta que trabajaba yo muy ligado a una empresa transnacional con la que tenía estrechos negocios y hacia el año de 1987 descubrí una fuerte corrupción en dicha empresa. Sin mirar las consecuencias y sin mucho tacto puse el asunto sobre las mesa llevándose a cabo careos e investigaciones que dieron como resultado sin hacer mucho escándalo que tres personas salieran al año siguiente de dicha organización. En ese entonces yo no lo sabía pero la corrupción iba hasta muy arriba en la organización, dando como resultado que me granjeé poderosos enemigos que con mucha premeditación buscaron y lograron perjudicarme en mis negocios. Me pusieron una trampa muy boba y yo caí en ella. En 1988 me dijeron que mi empresa les gustaba mucho, que les parecía bien como la había ido creciendo. En esa época éramos 19 personas. Me invitaron a que invirtiera en un equipo profesional de ventas y que yo vería como iba a cosechar. Me fui con la finta. Contraté a un Director comercial que saqué de una importante empresa, contraté a una gerente de ventas y a vendedores. Y en poco menos de un año crecimos en más de un 30 % en personal. Al principio esta empresa me apoyó con capacitación a mi personal, pero ya que tenía armado todo me bloquearon todas las ventas. En un año no conseguí vender nada. Adicionalmente “por abajo del agua “se dedicaron a hablar con mis clientes diciéndoles que yo no tenía ya la capacidad para atenderlos y lograron quitarme a tres de ellos. Cuando me di cuenta de lo que estaba pasando intenté reaccionar, pero ya era muy tarde. En un año en mi relación con esta empresa perdí cerca de doscientos cincuenta millones de pesos. Junto con todo esto me precipité, tomé malas decisiones de negocios, descuidé la productividad, comencé a tener problemas de liquidez, y poco a poco mi negocio se me empezó a derrumbar entre las manos.
Como para muchas otras personas, mi seguridad era mi despacho y mi dinero. Yo no sabía en esa época que hace casi 1900 años el apóstol Juan escribió un mensaje de Cristo para muchas personas como yo, en el libro del Apocalipsis: “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.” Ap 3.17.
No solo perdí dinero y patrimonio, sino muchas cosas más. Hacia mediados de 1989 tomé un curso de Dirección para Empresarios con una empresa llamada CEDEM que me proporcionó la oportunidad de darme cuenta de todos los errores que como empresario había cometido, de modo que perdí la fantasía de ser un buen empresario. Al comenzar a escasear el dinero en mi organización empecé a tener problemas en mi hogar. Resulta que durante todo el tiempo que me dediqué a levantar mi empresa descuidé mi comunicación con mi esposa y con mis dos hijos, llegando a ser para ellos prácticamente desconocido. Trabajaba hasta 18 horas diarias, muchos sábados y domingos, y prácticamente no los veía. Al faltar el dinero en mi empresa también faltó en mi casa. Fue como un río que por el hecho de tener mucha agua no deja ver las piedras. De la misma manera al comenzar a faltar el dinero en mi casa, comenzaron a aparecer todos los problemas provocados por mi egoísmo y mi falta de atención hacia mi familia. De modo que perdí también mi fantasía de haber sido un buen padre y esposo que se sacrificaba para llevar el pan a su hogar. Mi esposa y yo comenzamos a tener problemas fuertes que fueron creciendo al grado de comenzar a hablar de divorcio.
Con una nómina de más de cincuenta millones y ante la pérdida de negocios, de la noche a la mañana me encontré con que tenía treinta millones de pesos en rojo por mes. Los bancos no me prestaban Aunque el personal que colaboraba conmigo se portó estupendamente y adoptamos diversas estrategias entre las cuales ellos mismos propusieron bajarse el sueldo, no me quedó más remedio que comenzar a hacer ajustes en mi organización. Como no tenía dinero para liquidarlos, en la medida de lo posible los fui recolocando en otras organizaciones. Mis proveedores se portaron en su mayoría intransigentes. Aunque busqué realizar negociaciones, no lo logré en todos los casos, así que me vi sometido a juicios de embargo. Entre los pleitos de embargo y las presiones de los bancos y las tarjetas de crédito que estaban hasta el tope, mi esposa y yo nos dedicamos a buscar consejeros matrimoniales que nos pudiesen ayudar a salvar nuestro matrimonio.
LA HISTORIA DE JOB
La Biblia nos habla de un interesante personaje que guardadas las debidas proporciones pasó por una experiencia aún mas dura.
“Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. Y le nacieron siete hijos y tres hijas. Su hacienda era de siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas, y muchísimos criados; y era aquel varón más grande que todos los orientales.” Job 1.1-3.
He dicho guardadas las debidas proporciones en primer lugar por que yo no era tan rico como Job; y para ser sincero yo no era ni perfecto, ni recto, ni temeroso de Dios y apartado del mal. Más bien si hubiera una palabra que me describiera bien, yo diría que era un “auténtico malvado”. Era agresivo y competitivo. Exigente, grosero, caprichoso y muy manipulador.
Por intrigas de Satanás, este santo varón, Job, perdió en muy poco tiempo todo lo que tenía:
“Y un día aconteció que sus hijos e hijas comían y bebían vino en casa de su hermano el primogénito. Y vino un mensajero a Job, y le dijo: Estaban arando los bueyes, y las asnas paciendo cerca de ellos, y acometieron los sabeos y los tomaron, y mataron a los criados a filo de espada; solamente escapé yo para darte la noticia.
Aún estaba hablando, cuando vino otro que dijo: Fuego de Dios cayó del cielo, que quemó las ovejas y a los pastores, y los consumió; solamente escapé yo para darte la noticia. Todavía estaba este hablando, y vino otro que dijo: Los caldeos hicieron tres escuadrones, y arremetieron contra los camellos y se los llevaron, y mataron a los criados a filo de espada; y solamente escapé yo para darte la noticia.
Entretanto que éste hablaba, vino otro que dijo: Tus hijos y tus hijas, estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su hermano el primogénito; y un gran viento vino del lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa, la cual cayó sobre los jóvenes, y murieron; y solamente escapé yo para darte la noticia.” Job 1.13-19.
LAS ETAPAS DEL PROCESO DE DUELO
El libro de Job es muy interesante, porque nos relata las etapas del proceso de duelo por las que pasó Job, que viven todas las personas y que se muestran a continuación a partir de un diagrama proporcionado por el Centro de Intervención en Crisis.
Camino: Del dolor al amor.
Etapa 1. Impacto Emocional. Necesidad: Contacto Físico.
Etapa 2. Desorganización del sí mismo. Necesidad: Clarificación.
Etapa 3. El sentimiento de coraje. Necesidad: Manifestar el coraje y sentirse aceptado.
Etapa 4. El sentimiento de culpa. Necesidad: Manifestar el sentimiento de culpa y ser aceptado.
Etapa 5. Aceptación de la pérdida. El sentimiento de soledad. Necesidad: Compañía.
Etapa 6. Aceptación del dolor. Necesidad: Simpatía, apoyo, ser aceptada.
Etapa 7. El sentimiento de alivio. Necesidad. La valoración de sí misma.
Final: El restablecimiento de sí mismo.
En primer lugar vino el impacto de la noticia. Job reaccionó a ello con una actitud muy estoica: “Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró. Y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.” Job 1.20-21. Los psicólogos llaman a esta etapa la etapa de negación. “No me pasó nada” La Biblia nos dice que “En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno”. Job 1.22.
Bueno, la verdad es que no todos reaccionamos igual. Muchos nos enojamos, mentamos madres y lanzamos blasfemias. Quizá muchos desafortunadamente renieguen de Dios. Estos tal vez sean aquellos entre quienes por sus grandes riquezas, su orgullo y soberbia han llegado a límites muy grandes. Posiblemente el príncipe de Tiro que llegó a tener enormes riquezas reaccionó de esta manera. La Biblia nos relata qué pasó con este personaje, en el libro de Ezequiel:
“Vino a mí palabra de Jehová diciendo: Hijo de hombre, di al príncipe de Tiro: Así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto se enalteció tu corazón, y dijiste: Yo soy un Dios, en el trono de Dios estoy sentado en medio de los mares (siendo tú hombre y no Dios), y has puesto tu corazón como corazón de Dios; he aquí que tú eres más sabio que Daniel; no hay secreto que te sea oculto. Con tu sabiduría y con tu prudencia has acumulado riquezas, y has adquirido oro y plata en tus tesoros. Con la grandeza de tu sabiduría en tus contrataciones has multiplicado tus riquezas; y a causa de tus riquezas se ha enaltecido tu corazón. Por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto pusiste tu corazón como corazón de Dios, por tanto, he aquí yo traigo sobre ti extranjeros, los fuertes de las naciones, que desenvainarán sus espadas contra la hermosura de tu sabiduría, y mancharán tu esplendor”. Ez 28.1-7.
El libro de Job nos relata a continuación la serie de etapas por las que pasó el proceso de duelo de Job. Después de la etapa de negación, Satanás pensó que atacándolo directamente a él conseguiría de que renegara de Dios, por ello hirió a Job con una sarna maligna desde la planta del pié hasta la coronilla de la cabeza. La Biblia nos relata que por si no fuera poco esto, Job también recibió la prueba de que su esposa le dijera sarcástica y furiosa: “¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete.” Job 2.9.
La respuesta de Job, es exquisitamente asertiva: “Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?”. La Biblia nos dice de Job que “En todo esto no pecó Job con sus labios.” Job 2.10. Una de las cosas mas asombrosas que nos enseña el Libro de Job es esa capacidad que posee el personaje para ser asertivo aún en el dolor y la debilidad. En realidad Job nunca perdió su capacidad para establecer límites.
¿QUE PASA CON LA FAMILIA?
Posiblemente una de las pruebas más duras por la que pasa un empresario que pierde su negocio sea la reacción de su esposa. Cuando hemos descuidado la relación con nuestra pareja y no hemos sabido acercarnos a ella ni a nuestros hijos, es posible que el egoísmo pueda haber crecido entre ambos. Si este es el caso, es probable que ella solo vea en el acontecimiento lo que ella pierde, y se lance por frustración, a una ofensiva cuyo objetivo sea herir y lastimar. Aunque en esto no existe una generalidad, ya que la mayoría de las veces la esposa en estos casos, es cuando más se une y apoya a su marido.
Es curioso, en general pienso que muchos de nosotros los hombres, y principalmente los empresarios que hemos luchado a brazo partido para lograr un patrimonio, aparentemente para nuestras familias, pensamos que debemos ser duros, no mostrar debilidad ni dolor. Que nuestro orgullo nos debe de sacar adelante. “He perdido una batalla, pero no la guerra”, decimos con ese espíritu competitivo que nos caracteriza; y quizá con ello al querer aparentar fortaleza y no mostrar nuestros verdaderos sentimientos de frustración, dolor y desamparo, no permitamos que nuestra familia más cercana, nuestra esposa y nuestros hijos, se acerquen a nosotros y nos brinden la ternura y el amor que tienen guardado en su corazón para nosotros, mismos que no habían manifestado por que nuestra máscara de dureza y de infalibilidad no se los permitía.. En la Biblia, el libro de Eclesiastés nos dice que todo tiene su tiempo, y que hay un “Tiempo de llorar y tiempo de reír” Ec 3.4a. Si supiera usted qué rico es llorar acompañado por aquellos que nos quieren. Esta es otra de las cosas que yo perdí. La idea errónea de que mi familia me quería solamente cuando yo era fuerte.
Lo invito sinceramente a que muestre usted sus verdaderos sentimientos ante su familia. Es muy raro que ante una persona doliente y herida, otro ser humano busque herir y rematar. Las personas no son tan malas como a veces pensamos. Ni tampoco nos quieren sólo cuando somos fuertes. Para quienes siempre hemos mostrado fortaleza pensando que por ella nos respeta nuestra familia, es una experiencia sanadora y sumamente liberadora el mostrar debilidad y sentir que también en ella somos queridos. Si no se anima a hacerlo con su familia, hágalo entonces con Dios. Le puedo asegurar por haberlo comprobado que él nos ama aún cuando fracasemos, no importa los errores que hayamos cometido. El siempre nos está esperando a que le descubramos y nos acerquemos a él. Quizá estas experiencias por las que usted está pasando le permitan dar este paso.
LOS AMIGOS DE JOB
Tres amigos de Job, oyeron del mal que le sobrevino y se pusieron de acuerdo para ir a condolerse de él y consolarle. Cuando llegaron a él casi no lo reconocieron. Se acercaron y lloraron, sentándose respetuosamente junto a él. La Biblia nos dice que no le dirigieron la palabra en siete días “porque veían que su dolor era muy grande” Job 2.12-13.
La Biblia nos dice a partir del capítulo 3 del libro de Job, cómo él entró a la etapa de manifestar su coraje. Entre todas las cosas que dice, Job nos hace una revelación asombrosa. El aunque tenía muchas cosas, no eran suficientes para darle seguridad. Job tenía miedo: “Porque el temor que me espantaba me ha venido, y me ha acontecido lo que yo temía. No he tenido paz, no me aseguré ni estuve reposado” Job 3.25-26a. Y es que las riquezas nunca nos van a dar seguridad. Quizá es por eso que Jesucristo nos dice “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde los ladrones minan y hurtan. Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo; así que si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas? Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” Mt 6, 19-24.
¿DE DONDE VIENEN LAS RIQUEZAS?
Entramos aquí a tratar un tema muy interesante. ¿De dónde vienen las riquezas? ¿Son realmente el producto de nuestro esfuerzo? La Biblia, la palabra de Dios nos dice que no. Las riquezas son un don, una gracia de Dios. “Jehová empobrece, y él enriquece; Abate y enaltece. El levanta del polvo al pobre, y del muladar exalta al menesteroso, para hacerle sentar con príncipes y heredar un sitio de honor. Porque de Jehová son las columnas de la tierra, y él afirmó sobre ellas el mundo. El guarda los pies de sus santos, mas los impíos perecen en tinieblas; porque nadie será fuerte por su propia fuerza” 1 S 2.7-9.
El segundo libro de Crónicas en el capítulo 29 nos relata una oración muy interesante que el rey David elevó a Dios y que nos dice también de donde vienen las riquezas. Cuando ya Dios le había dado victoria sobre todos sus enemigos, David decidió hacerle un templo a Dios. Dios le había dicho que él no le iba a hacer el templo porque sus manos habían derramado sangre, que sería su hijo Salomón quien edificaría el templo. Entonces David se dedicó a Juntar materiales de sus tesoros para edificar el templo e invita a las gentes de Israel a hacer alguna ofrenda voluntaria. El pueblo Judío respondió con verdadero entusiasmo “Y dieron para el servicio de la casa de Dios cinco mil talentos y diez mil dracmas de oro (un talento equivalía a aproximadamente 34 Kg.), diez mil talentos de plata, diez y ocho mil talentos de bronce y cinco mil talentos de hierro. Y todo el que tenía piedras preciosas las dio para el tesoro de la casa de Jehová, en manos de Jehiel gersonita. Y se alegró el pueblo de haber contribuido voluntariamente; porque de todo corazón ofrecieron a Jehová voluntariamente” 1 Cr 29.7-8.
La Biblia nos dice que entonces el Rey David se alegró mucho y bendijo a Dios delante de toda la congregación diciendo: “Bendito seas tú, oh Jehová, Dios de Israel nuestro padre, desde el siglo y hasta el siglo. Tuya es, oh Jehová la magnificencia y el poder, la victoria, la gloria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos. Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y el dar poder a todos. Ahora pues, Dios nuestro, nosotros alabamos y loamos tu glorioso nombre. Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos. Porque nosotros, extranjeros y advenedizos somos delante de ti, como todos nuestros padres; y nuestros días sobre la tierra, cual sombra que no dura. Oh Jehová Dios nuestro, toda esta abundancia que hemos preparado para edificar casa a tu santo nombre, de tu mano es, y todo es tuyo. Yo sé Dios mío, que tú escudriñas los corazones y que la rectitud te agrada; por eso yo con rectitud de mi corazón voluntariamente te he ofrecido todo esto, y ahora he visto con alegría que tu pueblo, reunido aquí ahora, ha dado para ti espontáneamente. Jehová, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, nuestros padres, conserva perpetuamente esta voluntad del corazón de tu pueblo, y encamina su corazón a ti” 1 Cr 29.10b-18.
Bueno, como usted puede ver, la Biblia, la palabra de Dios, nos dice que las riquezas provienen de Dios. Otra de las cosas que perdí en mi proceso, fue mi ilusión de que yo había logrado mis riquezas con mi esfuerzo.
Desafortunadamente los amigos de Job no sabían mucho de psicología. En lugar de acompañar a su amigo en crisis y darle el apoyo que necesitaba se empeñaron en hacerle ver que estaba mal. Ellos cometieron un error muy común entre la gente que tiene mentalidad a la que yo llamo “del antiguo testamento”. Piensan que “sí se portan bien, les va a ir bien” y que “si trabajan muy duro, se van a hacer ricos”. Eso aunque tiene algo de verdad, no es necesariamente cierto. He podido ver en mi experiencia que hay gente muy perversa que prospera económicamente. Sin embargo, ello no necesariamente les trae la felicidad porque “La bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella” Pr 10, 22. También Dios me ha dado la oportunidad de ver cómo la pérdida de riqueza puede ser una bendición. En mi caso, me dio la oportunidad de perder muchas cosas que me estorbaban y lo más importante, de recuperar a mi familia, la cual estimo mucho mas valiosa que todas las riquezas.
Después de que Job manifiesta su frustración y su coraje, en lugar de escucharle y alentarlo a desahogarse, su amigo Elifaz trata de demostrarle que está equivocado. Aunque psicológicamente no le brinda a Job el apoyo que necesita, si le dice cuatro cosas que son muy rescatables. En el capítulo 4 versículo 8 del libro de Job leemos que dice Elifaz “¿No es tu esperanza la integridad de tus caminos?”. Más adelante dice “Porque la aflicción no sale del polvo, ni la molestia brota de la tierra” Job 5.6. Después leemos “Dios prende a los sabios en la astucia de ellos y frustra los designios de los perversos” Job 5.13. Y dice algo más que para mí ha sido sumamente valioso “He aquí, bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga; Por tanto, no menosprecies la corrección del Todopoderoso. Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará; El hiere, y sus manos curan” Job 5.17-18.
Hacia mediados de 1992 tuve la necesidad de corregir fuertemente a uno de mis hijos. Me dolió mucho, quizá más que a él. Sin embargo, gracias a ello pude comprender el inmenso amor que Dios estaba derramando en mi vida. Al meterme a analizar mi historia personal descubrí que yo había crecido como un caballo salvaje. Nunca nadie me había corregido. Y Desde mi percepción, Dios como un padre amoroso me estaba brindando la corrección que no tuve en mi infancia.
LA FALIBILIDAD HUMANA
Una de las cosas que primero me ocurrieron, no sé a usted, es que traté de racionalizar lo que me había pasado. Pensé que la economía andaba mal, que era fin y principio de sexenio, que el mercado estaba deprimido, que las empresas no tenían liquidez. Que me habían jugado sucio, que mis empleados no habían sabido responder, que me habían robado, que me habían cometido fraudes, etc. Sin embargo, poco a poco me fue cayendo el veinte. Yo había sido responsable de mi fracaso. Yo había cometido muchos errores. “Yo era falible”. Quizá a usted le parezca absurdo y ridículo pero yo creía que era infalible. Desde muy chico me había dedicado a trabajar y había tomado mi vida en mis manos. Poco a poco me fui volviendo muy autosuficiente. Dios me dotó de una cierta inteligencia y desde que comencé a trabajar todo me salía bien y destacaba. Durante los doce años que duré trabajando como empleado en empresas transnacionales y grandes empresas nacionales siempre logré destacar. Y cuando puse mi despacho, en las casi 70 empresas que atendí en doce años, siempre había tenido éxito. El darme cuenta de que me equivocaba fue para mí una experiencia liberadora. Me acercó a mi humanidad. En junio de 1989 escribí el pensamiento que a continuación me permito compartir con usted:
EL INICIO DEL ÉXITO
El triunfo y el éxito en nuestra vida principian cuando comprendemos que en nuestros éxitos o nuestros fracasos dependen en gran medida de nosotros mismos, y que somos totalmente responsables de ellos. Entonces, dejamos de culpar a los demás, a nuestros padres o parientes, a nuestra pareja o nuestros hijos, a nuestro trabajo o nuestro jefe, a las circunstancias de nuestra niñez o las actuales.
Junto con éste proceso, dejamos de alimentar las bolsas de odio y de rencor secreto que tanto pesaban en nuestra mente y que estaban deformando nuestro cuerpo, y comenzamos a adquirir la ligereza necesaria para apreciar las cosas bellas que a cada paso que damos la vida nos presenta y que antes no veíamos. Una sonrisa, una mirada de ternura, el acto amable de un desconocido, o el apoyo sincero y desinteresado de los amigos, el cantar de un pájaro, un gracioso perro moviendo la cola, o el movimiento de las ramas de los árboles, y los milagros y las maravillas comienzan a sucederse unos a otros, en un magnífico torrente sin fin.
LA IMPORTANCIA DE LA HISTORIA PERSONAL
No sé como sea su historia personal, pero me he podido dar cuenta de que muchos de los que tenemos la vena o el instinto empresarial, hemos tenido historias de infancia difíciles. Unos más otros menos. En mi caso, mis padres se casaron muy jóvenes. Mi papá tenía 19 años y mi mamá recién cumplía 16. Ninguno tenía estudios profesionales, habían estudiado la normal sin haberla terminado. Mi papá no tenía trabajo fijo. En mis primeros seis años de vida cambiamos de casa 25 veces. Estábamos en un lugar hasta que nos corrían por no poder pagar la renta. En ese período pasamos hambres y frío. Muchas veces dormimos en terminales de trenes y de autobuses. Cuando yo tenía seis años metieron a la cárcel a mi papá por un fraude que cometió. Le vendió una enciclopedia al Presidente Municipal de Torreón y no entregó el dinero a la compañía. Duró dos años en la cárcel. En esa época mi mamá se regresó a México y se metió a trabajar y a estudiar. Yo perdí padre y madre simultáneamente. Cuando salió mi papá de la cárcel era alcohólico. Mis papás se divorciaron cuando yo tenía 10 años. A los trece, mi mamá se casó con mi padrastro, que era un hombre de carácter muy fuerte. A mi papá lo mataron en la calle cuando yo tenía 18 años.
Ante estas experiencias para mí caóticas me puse una máscara de pureza. No fumaba, ni tomaba. Me volví un fuerte crítico de la inmoralidad. Al ir creciendo me volví perfeccionista, intransigente y muy exigente, me hice prácticamente un fariseo. Si bien en cierto modo ese carácter me llevó a tener éxito económico y a independizarme, la verdad es que estas vivencias dejaron en mí un niño asustado y temeroso. Crecí con baja autoestima que ocultaba tras mi máscara de autosuficiencia. Por considerarme poco digno de obtener lo que necesitaba, me hice manipulador. Una manifestación de ello fue mi paternalismo con mi esposa, mis hijos y mis empleados, a quienes impedía crecer.
Las experiencias de mi fracaso me permitieron acercarme a las razones del mismo. Y ellas a las causas. Este tiempo es sumamente valioso. Usted puede acercarse a sus errores sin temor. Puede ver cómo es y por qué es así. No tema encontrarse con un ser malvado. Detrás de un ser malvado siempre se esconde un niño herido. Los psicólogos y los sacerdotes los saben muy bien. Todos los problemas del mundo son problemas de amor. Las personas no pudieron o no supieron recibir amor. Darnos cuenta de esto, de nuestras carencias en este sentido nos posibilita acercarnos a la fuente de donde mana todo el amor.
Algo que fue fundamental para poder hacer esta investigación de mi es que busqué y encontré a Dios. En 1990 me invitaron a tomar un cursillo de cristiandad y en él sentí la mirada de Cristo viéndome. Las personas que dan el cursillo se preparan desde mucho tiempo antes para que el amor de Dios se manifieste por medio de ellos a las personas que toman el cursillo. A través de sus miradas, sus abrazos, sus experiencias les van diciendo a las personas que los aceptan como son, que los aman. Se fue haciendo una energía muy especial. Yo comprendí que mi vida había sido como una tierra desértica y agrietada, y que el amor de Dios estaba regando mi tierra y que algo podía florecer nuevamente en ella. También sentí como un río subterráneo dentro de mí, potente y turbulento. Sin embargo no hasta la fecha no he podido contactarlo directamente. Estas experiencias me llevaron a buscar por el lado del cristianismo, tanto en mi iglesia, la iglesia católica, como en otras iglesias cristianas. Me interesé por el ecumenismo y comencé como católico, a visitar otras comunidades cristianas. En una de ellas alguien me explicó lo que significaba la conversión y cómo podía llevarse a cabo. El 7 de enero de 1993 le abrí mi corazón a Jesucristo y uní mi espíritu con él. “Pero el que se une al Señor, Un espíritu es con El”. 1 Co, 6.17. Si a usted le interesa saber cómo puede unirse a Dios, lo explico al final del presente documento bajo el título: “El Plan de Salvación”.
EL PECADO
En realidad, los amigos de Job trataban de ponerlo en contacto con su pecado. Pero ¿Qué es el pecado? Pecar, significa errar, fallar, no dar en el blanco. Un documento sin errores decimos que es un documento impecable.
El pecado en esencia es una violación a la confianza en las relaciones interpersonales que tiene un efecto de separación en tres dimensiones. En primer lugar cuando peco, al violar la confianza que existe entre mi prójimo y yo, creo una separación entre nosotros y fomento la desconfianza. Si por ejemplo lo engaño o le miento, él o ella ya no va a confiar en mí. En segundo lugar, el pecado trae como consecuencia el separarme de mí mismo, es decir, cuando peco en el mismo ejemplo, mintiéndole a mi prójimo, me siento mal conmigo mismo, mi conciencia me acusa ante mí mismo, pierdo paz y como consecuencia trato de no sentirme mal justificando ante mi mismo mi obrar; ya sea negando que haya hecho daño, reprimiendo mi conciencia y mis sentimientos, o proyectando en el otro y diciendo que él tuvo la culpa de lo sucedido. En fin creando en mí alguno de los mecanismos de defensa del yo que tan bien conocen los psicólogos y que son una de las manifestaciones de la neurosis. Es decir, cuando peco, genero neurosis en mí, me endurezco, o como dice la Biblia endurezco mi corazón. El gran problema de la neurosis es que distorsiona mi visión de la realidad y me lleva a una serie de errores de juicio y de acción.
La tercera gran consecuencia del pecado es que me separa de Dios. Dios que es la luz, la verdad y el amor, a partir de la venida al mundo, muerte y resurrección de su hijo Jesucristo, tiene previsto habitar por medio de su Santo Espíritu en templos vivos, es decir, en las persona que acepten unir su espíritu al Espíritu de Jesucristo “Porque el que se une al Señor, un espíritu es con él” 1 Co 6, 17. Esta unión espiritual es la que ocurre cuando una persona acepta la invitación de Jesucristo de unirse a él, toma la decisión de llevar a cabo esta unión y se convierte; es decir, une su espíritu al de Jesucristo permitiendo que su Santo Espíritu guíe su vida, lo que en la Biblia se menciona como “nacer de nuevo” o nacer en el Espíritu.
En las personas que han recibido el mensaje del evangelio y que han creído en él, y tomado su decisión de unir su espíritu al espíritu de Jesucristo, el Espíritu Santo habita en ellas y es por ello que son un solo espíritu con Cristo. “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú oh Padre en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado” Jn 17.20-23. Al pecar, aquellos que hemos conocido a Cristo, contristamos el Espíritu Santo que habita en nosotros y lo vamos apagando. Al pecar, aquellos que aun no conocen a Cristo y que ya viven separados de Dios, se separan, mas de él.
De modo que vemos que la consecuencia del pecado nos endurece y nos separa de nuestros semejantes, de nosotros mismos y de Dios. Y ¿qué pasa en nuestras vidas cuando esto ocurre? Aumenta la desconfianza, crece el egoísmo, busco solucionar mis propios problemas sin importarme el no perjudicar a los demás. Es por ello que crece la corrupción, aumenta la violencia, comienza a crearse un vacío o una falta de sentido de vida que lleva a una búsqueda desenfrenada de placeres que le den sentido a mi vida. Crece la fornicación y el adulterio; como consecuencia aumenta el número de divorcios. Así mismo aumentan las adiciones al alcohol y las drogas.
En condiciones de armonía con Dios, él satisface mis necesidades y no es tan importante en mi vida el dinero: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. Por tanto os digo: no os afanéis por vuestra vida, qué habéis de beber, ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran ni siegan ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” Mt 6.24-26.
Al no confiar en que Dios satisfaga mis necesidades, aumenta mi deseo de tener dinero mucho dinero, porque considero que es la fuente para satisfacer todas mis necesidades; y es por eso que aumentan los sobornos y los cohechos. Crece la corrupción, que va carcomiendo como un cáncer a toda la sociedad y la tierra se va contaminando. “¿Cómo te he de perdonar por esto? Sus hijos me dejaron, y juraron por lo que no es Dios. Los sacié, y adulteraron, y en casa de rameras se juntaron en compañías. Como caballos bien alimentados, cada cual relinchaba tras la mujer de su prójimo” Jer 5.7-8.
LOS BENEFICIOS DE LA CRISIS
Poder identificar nuestros errores tiene un efecto muy práctico. Podemos arrepentirnos de ellos y corregirlos. Muchos de nosotros hemos crecido sin Dios o con un Dios social o simplemente ritual y por acostumbrarnos a hacer lo que se nos antoja sin tener una consecuencia inmediata, creemos que él no ve por los necesitados. Es un gran error. Dios está al pendiente de todo aquél que sufre. El no hace diferencia de personas, él ve por todos, buenos y malos. Inclusive por usted mismo sin importar los errores que haya cometido. Poder identificar los propios pecados es sumamente útil. La Biblia nos dice: “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano. Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Dios. Y tú perdonaste la maldad de mi pecado” Sal 32.3-5.
Yo no sé si usted ha cometido errores o no. Yo sí. Y por mi propia experiencia, así como por estar muy cercano como consultor a muchos hombres de negocios, empresarios y directivos, me he podido dar cuenta de algunos de los errores más comunes. A riesgo de hacerme tan odioso con usted como los amigos de Job al mismo, a continuación los menciono:
Explotar a los empleados haciéndolos trabajar más tiempo del que les ha contratado y/o no pagarles todo lo que les corresponde. No darles vacaciones cuando les toca. Aprovecharse de pequeños errores que cometieron, para sacarlos de la empresa “por que ya no sirven” para nuestros fines. Moverlos como piezas de ajedrez de acuerdo a nuestros intereses, sin tomar en cuenta los de ellos o el impacto en sus familias. Tratar al personal sin respetar su dignidad como seres humanos, con gritos o amenazas Humillarlos haciéndolos realizar tareas serviles sin que les corresponda realizarlas. No pagarles el Seguro Social ni las prestaciones que les corresponden por ley. Hacer trampas contables para no pagar reparto de utilidades. Hacer negociaciones por abajo del agua con los sindicatos fomentando la corrupción y perjudicando a los más necesitados para obtener un beneficio económico. Enriquecerse a costa del esfuerzo de los empleados y no recompensarles con justicia. Considerar a los empleados sirvientes y a las empleadas parte del harem personal.
No pagar impuestos que corresponde en justicia. No pagarles a los proveedores lo que les corresponde ni en el tiempo acordado. Jinetearlos arbitrariamente pasando por encima de los convenios de pago. Y muchas veces hasta hacerlos quebrar. Cobrar lo que le deben con coerción y amenazas, algunas veces hasta mandarlos golpear y en ocasiones hasta mandarlos matar. (Quizá no lo crea, pero estas dos últimas opciones son muy usuales, el valor de la vida de un ser humano ha sido muy devaluado).
Conseguir contratos fomentando la corrupción, haciendo “regalos” a los compradores, en ocasiones pagándoles fiestas y francachelas a donde se invita a prostitutas. La fornicación, se refiere a tener relaciones sexuales con diferentes personas. “El mundo” o la cultura, principalmente por medio de las revistas, el cine y la televisión nos hace creer que esto es algo natural; pero Dios nos dice que al hacerlo pecamos contra nuestro propio cuerpo. “¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera? De ningún modo. ¿O no sabéis que quien se une a una ramera, es un cuerpo con ella? Porque dice: Los dos serán una sola carne. Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él. Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca” 1 Co 6.15-18.
Adulterar. La palabra adulterio proviene de la palabra griega “Phomeia” que significa: toda relación sexual fuera del matrimonio. Por supuesto incluye tener “amiguitas” o una amante.
No pagar a los socios los dividendos que les corresponden. O buscar la manera de deshacerse de ellos y con triquiñuelas quitarles su participación a beneficio nuestro, etc.
En fin, los amigos de Job mencionaron muchos de los errores más comunes. Pero no sabían a quien se estaban enfrentando. Job no era como usted o como yo que seguramente hemos cometido alguno de los errores mencionados. Job o era un santo o era el hombre más reprimido del mundo.
Como lo mencioné, Job en todo momento fue claramente asertivo. Veamos algunas de sus respuestas: “Muchas veces he oído palabras como estas; Consoladores molestos sois todos vosotros. ¿Tendrán fin las palabras vacías? ¿O qué te anima a responder? También yo podría hablar como vosotros, si vuestra alma estuviera en lugar de la mía; Yo podría hilvanar como vosotros palabras, y sobre vosotros mover mi cabeza. Pero yo os alentaría con mis palabras y la consolación de mis labios apaciguaría vuestro dolor” Job 16.2-5. “¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma y me moleréis con palabras? Ya me habéis vituperado diez veces; ¿No os avergonzáis de injuriarme? Aun siendo verdad que yo haya errado, sobre mí recaería mi error, pero vosotros os engrandecéis contra mí, y contra mí alegáis mi oprobio” Job 19.2-5.
Después de los reclamos, pasa Job a lamentar su soledad en un hermoso poema:
“Sabed ahora que Dios me ha derribado, y me ha envuelto en su red. He aquí, yo clamaré agravio y no seré oído; daré voces y no habrá juicio. Cercó de vallado mi camino y no pasaré; y sobre mis veredas puso tinieblas. Me ha despojado de mi gloria, y quitado la corona de mi cabeza. Me arruinó por todos lados, y perezco; y ha hecho pasar mi esperanza como árbol arrancado.
Hizo arder contra mí su furor, y me contó para sí entre sus enemigos. Vinieron sus ejércitos a una, y se atrincheraron contra mí, y acamparon en derredor de mi tienda.
Hizo alejar de mí a mis hermanos, y mis conocidos como extraños se apartaron de mí. Mis parientes se detuvieron, y mis conocidos se olvidaron de mí. Los moradores de mi casa y mis criados me tuvieron por extraño; forastero fui yo a sus ojos.
Llamé a mi siervo y no respondió; de mi propia boca le suplicaba. Mi aliento vino a ser extraño a mi mujer, aunque por los hijos de mis entrañas le rogaba. Aún los muchachos me menospreciaron; Al levantarme, hablaban contra mí. Todos mis íntimos amigos me aborrecieron, y los que yo amaba, se volvieron contra mí. Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos, y he escapado sólo con la piel de mis dientes.” Job 19.6-20.
En este punto llega el dolor de Job a su clímax y emite un gemido de profunda angustia, seguido por una petición a Dios, que para beneficio nuestro fue cumplida. A continuación surge de su corazón una hermosa oración que pone a descubierto su alma nítida y su confianza en Dios, a pesar de las tremendas circunstancias, para terminar con una advertencia para nuestro provecho:
“¡Oh, vosotros mis amigos, tened compasión de mí, tened compasión de mí! Porque la mano de Dios me ha tocado. ¿Por qué me perseguís como Dios, y ni aún de mi carne os saciáis?
¡Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas! ¡Quién diese que se escribiesen en un libro!; Que con cincel de hierro y con plomo fuesen esculpidas en piedra para siempre!
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Yo sé que mi redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; Y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios; Al cual veré por mi mismo, y mis ojos lo verán y no otro, aunque mi corazón desfallece dentro de mí.
Mas debierais de decir: ¿Por qué le perseguimos? Ya que la raíz del asunto se haya en mí. Temed vosotros delante de la espada; porque sobreviene el furor de la espada a causa de las injusticias, para que sepáis que hay un juicio” Job 19.21-29.
Estas pruebas, estas crisis siempre desnudan nuestro corazón ante nuestros ojos y ponen de manifiesto lo que realmente somos. En mi caso, Dios me quitó mi tener y mi hacer. Entre Junio de 1992 y Enero de 1993 me quedé totalmente sin trabajo, no facturé un solo cinco. En ese período vendimos prácticamente todo lo que podíamos vender. Mi familia y yo nos quedamos sin nada. Y en ese momento comenzaron a suceder los milagros.
La verdad, tengo que confesar que he sido muy terco. Dios en su inmenso amor tuvo a bien darme muchas cosas para que yo pudiese descubrir su presencia y su amor. Me dio salud, me proveyó de inteligencia y capacidad para hacer negocios. Puso en mis manos un gran don, algo que solo a muy pocos elegidos como usted y como yo nos brinda: La capacidad para generar riquezas. Me dio una familia hermosa. Una esposa cariñosa y muy valiente y un par de hijos saludables y buenos. Me dio conocimientos y experiencia. Me proveyó de un lugar agradable y hermoso para vivir. Satisfizo y de sobra todas mis necesidades físicas y emocionales. En todo momento me estuvo diciendo que me amaba. Se me acercó muchas veces por medio de otras personas para llamar mi atención, pero yo no volteé a verlo. Entonces, en su inmenso amor, me quitó todo. Me quitó mi tener y mi hacer, para demostrarme que él me amaba solamente por mi ser. Así como era yo, con todos mis defectos. Con mi soberbia y mi orgullo. Con todos mis pecados, con mi egoísmo, mi neurosis, y mi manipulación. El me dijo así como eres yo te amo. Y ese amor cambió toda mi vida. Quizá, por medio de este documento él está tratando de decirle a usted lo mismo.
Sin embargo Job que no era un pecador tan obvio como yo, después de mentársela a sus amigos y lamentarse él mismo, quizá como usted o como yo, todavía se resistió. El capítulo 31 del Libro de Job nos dice cómo él contestó a sus amigos fuertemente y afirmó su integridad diciendo:
“Hice pacto con mis ojos; ¿Cómo pues, había yo de mirar a una virgen? Porque ¿qué galardón me daría de arriba Dios y qué heredada el omnipotente desde las alturas? ¿No hay quebrantamiento para el impío, y extrañamiento para los que hacen iniquidad? ¿No ve él mis caminos y cuenta todos mis pasos?
Si anduve con mentira, y si mi pié se apresuró a engaño, péseme Dios en balanza de justicia y conocerá mi integridad. Si mis pasos se apartaron del camino, si mi corazón se fue tras mis ojos, y si algo se pegó a mis manos, siembre yo, y otro coma, y sea arrancada mi siembra.
Si mi corazón fue engañado a costa de mujer, y si estuve asechando a la puerta de mi prójimo, muela para otro mi mujer, y sobre ella otros se encorven. Porque es maldad e iniquidad que han de castigar los jueces. Porque es fuego que devoraría hasta el Abadón, y consumiría toda mi hacienda.
Si he mirado al sol cuando resplandecía, o a la luna cuando iba hermosa, y mi corazón se engañó en secreto, y mi boca besó mi mano. Esto también sería maldad negada; porque habría negado al Dios soberano.
Si me alegré en el quebrantamiento del que me aborrecía, y me regocijé cuando le halló el mal (ni aún entregué al pecado mi lengua, pidiendo maldición para su alma); Si mis siervos no decían: ¿Quién no se ha saciado de su carne? (El forastero no pasaba fuera la noche; mis puertas abría al caminante); Si encubrí como hombre mis transgresiones, escondiendo en mi seno la iniquidad, porque tuve temor de la multitud, y el menosprecio de las familias me atemorizó, y callé, y no salí a mi puerta; ¡Quién me diera quien me oyese! He aquí mi confianza es que el omnipotente testificará por mí, Aunque mi adversario me forme proceso. Ciertamente yo lo llevaría sobre mi hombro, y me lo ceñiría como una corona. Yo le contaría el número de mis pasos, y como príncipe me presentaría ante él.
Si mi tierra clama contra mí, y lloran todos sus surcos; Si comí su substancia sin dinero, o afligí el alma de sus dueños. En lugar de trigo me nazcan abrojos, y espinos en lugar de cebada.” Job 31.1-40.
Después de esto la Biblia nos dice que los amigos de Job callaron ante él porque a sus ojos era un varón justo. Entonces, como salido de la nada aparece un curioso personaje que pone a Job en evidencia. Le ayuda a Job a comprender que su verdadero pecado era el pecado mayor: el orgullo. El mismo pecado que hizo caer a Lucero de la presencia de Dios. (Vea Ezequiel 28, 12-19). El mismo pecado que hizo caer a Adán y Eva del Paraíso (vea Génesis 3, 4-6). El pecado que hizo caer a los sacerdotes Judíos. (Vea Ezequiel 34). El mismo pecado que estaba yo cometiendo al creerme perfecto e infalible.
Del capítulo 32 al 37 del libro de Job, Elayú hace una descripción impresionante de las características de Dios. No voy a decirle mucho mas al respecto. Le recomiendo ampliamente que lo lea usted personalmente. Solamente, junto con la cita que aparece al principio de este documento, quisiera destacar un par de sus argumentos:
Hablando del hombre pecador nos dice: “Si tuviese cerca de él algún elocuente mediador muy escogido, que anuncie al hombre su deber; Que diga que Dios tuvo de él misericordia, que lo libró de descender al sepulcro, que halló redención; su carne será más tierna que la del niño, volverá a los días de su juventud. Orará a Dios y este le amará, y verá a su faz con júbilo; y restaurará al hombre su justicia” Job 33.23-26.
Por otro lado, nos proporciona una guía, un tip muy interesante: “El (Dios) mira sobre los hombres, y al que dijere: Pequé y pervertí lo recto, y no me ha aprovechado, Dios redimirá su alma, para que no pase al sepulcro, y su vida se verá en luz. He aquí todas estas cosas hace Dios dos y tres veces con el hombre, para apartar su alma del sepulcro, y para iluminarlo con la luz de los vivientes” Job 33.27-30.
LAS CONSECUENCIAS DE ESTA PRUEBA
Hoy, mi intención ha sido acercarme a usted como un moderno Elayú. Solamente que yo he vivido lo que usted está viviendo. He visto a muchas personas pasar por esta prueba por la que usted está pasando y he podido observar tres casos en cuanto a los resultados. Dos de ellos negativos en mi opinión.
En uno de estos casos, los empresarios nunca aceptan su error. Simplemente ya nunca vuelven a surgir y viven de sus recuerdos. Algunos se llenan de rencor, culpan de su fracaso a los demás y terminan por hacerles la vida insoportable a sus familias. Muchos se quedan completamente solos y así mueren. Algunos, que estaban muy identificados con sus empresas, no pueden soportarlo y se quitan la vida, consciente o inconscientemente.
En otro de los casos, como consecuencia de esta crisis, los empresarios se endurecen más en su corazón. Incrementan su neurosis y se vuelven implacables. Muchos de ellos se levantan nuevamente y logran hacer mucho dinero, pero pierden la capacidad de disfrutarlo. Muchos de ellos pierden a sus familias, pero como ya casi no sienten nada, con el dinero que tienen simplemente se compran otras. Estos hacen mucho daño a su alrededor. El apóstol Pablo habla de ellos cuando nos dice “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de los bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita.” 2 Tm 3.1-5.
En el tercer caso, los empresarios le encuentran un sentido a su prueba y la aprovechan para limpiar y sanar su vida. Algunos nunca vuelven a hacer dinero, pero viven felices recuperando a sus familias y aprenden a gozar de la vida. Otros también viven felices recuperando a su familia aprenden a gozar la vida y vuelven a levantar sus empresas, pero con una óptica diferente, con un sentido social. Pienso que este fue el caso de Job.
También he visto a algunos empresarios cuyas empresas quebraron, pasar de los primeros dos casos al tercero.
Por favor, no piense que menosprecio lo que está usted viviendo, al contrario, le aseguro que si alguien sabe por lo que usted está pasando soy yo. Sé de su dolor, de su frustración, de su coraje. De su sentimiento de impotencia y de su rabia. Pero no se puede quedar ahí. Si lo hace corre el riesgo de caer en uno de los dos primeros casos que he descrito. Necesita dar el salto y soltar todo ello. Le aseguro que Dios tiene un regalo para usted en todo esto.
Quisiera compartir algunos pensamientos que en la parte más crítica de mi crisis me fueron de utilidad.
En una ocasión cuando analizaba los conceptos de Calidad que utilizan algunas empresas tuve la fortuna de ver mis problemas desde otra óptica y escribí lo siguiente:
SOBRE LOS PROBLEMAS
Un problema no es algo malo. Es simplemente algo que nos permite ejercitar nuestras habilidades para superarlo. Si nos permite ejercitarnos, entonces, nos ayuda a ser mejores. Un problema es algo bueno.
En otra ocasión cuando me encontraba totalmente deprimido, Dios me inspiró el siguiente pensamiento:
LA BENÉFICA PRESIÓN
Cuando sientas que la vida te acosa y te veas sometido a muchas y fuertes presiones, recuerda esto: Los diamantes, antes de salir a la vista y admiración de todos, fueron sometidos a presiones increíbles en el fondo de la tierra. Muchos vidrios alrededor de ellos, no pudieron resistir y fueron fragmentados.
Pienso que todos nacemos con pasta de diamante y que la vida nos beneficia dándonos las presiones que necesitamos para convertirnos en la maravillosa joya que Dios desea que seamos. El que nos convirtamos en vidrio fragmentado o en diamante, depende tan solo de nuestra relación con Dios y nuestra actitud mental ante las presiones.
Las presiones y las dificultades que la vida nos brinda, son un maravilloso Don de Dios.
Una de las cosas que más me fue útil durante mi crisis, fue estar en contacto con la palabra de Dios, por medio de ella pude conocer y hacer mías sus promesas. El evangelio de San Lucas se nos relata una interesante parábola al respecto: “Todo aquél que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante. Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca. Mas el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra el cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa” Lc 6. 47-49.
En otra ocasión, antes de conocer y entregarle a Cristo mi vida, Dios me concedió el que pudiese escribir el siguiente pensamiento:
CONFIO
Confío en la bondad y la justicia de la vida, que como noble maestra me proporciona problemas y dificultades para que yo aprenda, me fortalezca y crezca.
Confío en que la gente siempre es como la madera, que por muy sucia que esté al exterior, siempre al cepillarse aparece la belleza y la limpieza de la veta y que si se le trata con honradez, justicia y sinceridad se pueden hacer muy bellas cosas con ella.
Confío en la salida del sol cada día, en la alegría del canto de los pájaros en la primavera, en la tranquilidad del paso del arroyo, en la dulzura del sonido del viento en la cañada, en la solidez de la piedra y en la misteriosa energía que cada noche mientras duermo, recibo de un padre amoroso al que no conozco bien; pero sé que siempre está conmigo.
Confío en que todas las tormentas terminan y en la apacible tranquilidad que siento una vez que han pasado. Y en la solidez de mi barco, en la fortaleza del mástil y en el buen funcionamiento del timón; todos ellos fueron hechos para transitar por los mares de esta vida y están calculados para resistir todos sus embates.
Confío en esa luz que siento en el fondo de mi como un faro que me guía y en que algún día podré regresar de nuevo a ella y decirle orgulloso y sonriente, “Aquí estoy, he cumplido con la misión que me diste y me siento feliz, ¿Te puedo ayudar con otra más difícil?”.
Y mas adelante hacia 1991 escribí un relato llamado “El Cactus y la Flor”, que ahora he adaptado para usted.
EL CACTUS Y LA FLOR
Hace ya más de veinte años, cuando era un joven de 19 o 20 años, les regalé en una Navidad a mi madre y a mi padrastro, un arreglo de plantas desérticas, sembradas sobre tierra y piedras de arcilla roja contenidas en un recipiente de plástico transparente. El conjunto era realmente hermoso.
Pasaron los años, y las plantas crecieron a tal nivel, que desbordaron el recipiente, por lo cual fue transportado a la azotea de la casa en la colonia Prado Vallejo donde vivíamos, y ahí fue abandonado. Más adelante me casé, y se casaron también mis hermanos, Alejandro y Leticia, y al quedar solamente en la casa mi padrastro, mi mamá y mi querido medio hermano Alfredo, se compraron un departamento más chico en la colonia Lomas Verdes y ahí se fueron a vivir, dejando la anterior casa como bodega, con un montón de tiliches, fierros y cosas viejas que a mi padrastro le gusta coleccionar, en ella.
Después de algunos años me aficioné a la carpintería, y al no tener un espacio apto para practicarla, solicité y conseguí, que me rentaran un espacio de la vieja casa abandonada, para montar en ella mi taller.
Durante el trabajo de escombrar el área para mi taller, descubrí tirado en el suelo del patio trasero de la casa, un viejo y oxidado tambor metálico de los que anteriormente se utilizaban como base para colchón. Y sobre el tambor oxidado, había un trozo de aproximadamente 20 centímetros del cactus que yo había anteriormente regalado. Se veía que había sido podado y tirado al suelo como basura hacia ya algunos años. Lo interesante es que sobre el brazo horizontal del cactus aferrado al tambor oxidado, había brotado verticalmente hacia el cielo, una rama de cactus, que utilizaba a modo de tierra, el brazo de cactus abandonado.
¡Qué gran lección me dio el ver eso! ¡Cuánta fuerza de vida! ¡Cuánta ansia de sobrevivencia y realización a pesar de todas las limitaciones y adversidades!
A veces, en los días que como hoy me siento triste y abatido por las presiones de la vida, tengo tendencia, como la esposa de Lot a voltear la mirada a mi pasado. Repaso entonces las duras condiciones en las que se desarrolló mi niñez y adolescencia y me dejo llenar de autocompasión. Y precisamente, en esos momentos surge en mi el recuerdo de aquel trocito abandonado de cactus. Entonces recordando la vieja lección, me avergüenzo de mi flaqueza, y emulando a aquel trocito de cactus, me yergo sobre mi mismo y trato de aferrarme a algo, no importa qué, a una filosofía, a una religión o a una cruzada social, y me lanzo como quijote a luchar contra los molinos de viento de alguna injusticia o a tratar de ayudar a alguien en problemas.
No, no. Tampoco en esta ocasión ni usted ni yo seremos derrotados por los demonios de la autocompasión que quizá hemos formado en nosotros mismos. Nada ni nadie puede vencernos ni derrotarnos si contamos con la ayuda de Dios. Dentro de nosotros está la misma energía de vida que Dios le dio a aquel pequeño cactus. Y más aún, en nosotros está la fuerza y el poder latente de un miembro glorioso de la maravillosa estirpe humana. Quizá crecimos en el desierto, pero no para ser castigados por algo, sino para poder tener fortaleza. Somos una espada templada a golpes y por eso podemos luchar y vencer contra todas las más fuertes dificultades de la vida. Estamos hechos para la lucha y el triunfo. Estamos llenos de talentos y potencialidades.
¡Vamos a vivir! ¡Vamos a crecer! ¡Seamos todo aquello que podemos llegar a ser! ¡Nada ni nadie puede detenernos ni derrotar a este impulso de vida que tenemos en nosotros! Algún día vamos a morir, y a dejar este maravilloso mundo en el que hoy vivimos. Pero antes de irnos, como aquél cactus, lo invito a luchar con todas sus fuerzas y energía, por llegar a ser esa maravillosa flor cuya semilla Dios plantó en la tierra. Lo invito a sacar del fondo de su ser toda la belleza y la fragancia que pueda sacar, para ofrecerla como un regalo al mundo de parte de Dios, nuestro Padre.
Y entonces, solo entonces, cuando hayamos dado de nosotros hasta la última gota de fragancia que podamos dar, entonces nosotros mismos entregaremos nuestras armas y nuestra armadura, y como una flor plena lánguidamente dejaremos que nuestro cuerpo regrese a la tierra, para que la esencia de nuestra alma retorne a Dios, de donde vino.
LA IMPORTANCIA DEL PERDÓN
Una etapa decisiva en el proceso del duelo lo constituye la etapa del perdón. No podemos salir de nuestra crisis si seguimos rumiando lo que los demás nos hicieron o creemos que nos hicieron. Pero antes de ello es necesario perdonarnos a nosotros mismos. No podemos perdonar si no antes nos perdonamos a nosotros mismos. Y no podemos perdonarnos a nosotros mismos, si no hemos entendido lo que es el perdón de Dios. Para esto es sumamente importante reconocer nuestros errores, analizar por qué los cometimos, buscar en nuestra historia personal hasta hallar a ese niño herido que traemos dentro y en nuestro dolor aceptar la vida y la sanación que Cristo puede traer a nuestras vidas. Le aseguro, no se puede hacer de otra manera; no es posible primero estar bien para después acercarnos a Dios. El momento de acercarnos a Dios es ahora. Cuando estamos postrados y adoloridos. Cuando nos tira el caballo en el que vamos montados. Igual que al Apóstol Pablo. Tenemos que aprovechar este momento. Aquí es donde podemos comprobar el amor incondicional de Dios. Ese amor sanador. Si dejamos que Cristo entre a nuestras vidas entonces él va a transformar nuestra mente. Eso es lo que significa arrepentimiento “metanoia” o “cambio de mente”. Esto puede incluir si es necesario, tomar algunas terapias, que nos permitan asimilar lo sucedido y mejorar nuestra autoestima, pero también reconocer nuestras neurosis y nuestros patrones de manipulación. Sin embargo, el punto de partida es Cristo. La conversión por medio de aceptar el Plan de Dios para nuestra salvación.
Job comprendió esto cuando le dice a Dios: “Yo reconozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás. De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza.” Job 42.2-6.
Quizá el verdugo, el enemigo mas duro que llevamos cargando muchos empresarios que hemos cometido errores seamos nosotros mismos. Dios es infinitamente más misericordioso que nosotros. Por eso necesitamos de él para perdonarnos.
Una vez que Job se perdonó a sí mismo con la ayuda de Dios, Dios le pide que perdone a sus amigos y ore por ellos. “Y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus amigos; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job” Job 42.10. Mire usted bien los pasos que nos indica la palabra de Dios:
1.- Aceptar que hemos cometido errores
2.- Arrepentirnos
3.- Pedirle perdón a Dios por nuestros errores.
4.- Pedirle su guía
5.- Perdonarnos a nosotros mismos
6.- Perdonar a los demás.
7.- Pedirle a Dios por ellos.
EL PLAN DE SALVACION
Dios tiene un plan de amor para usted y para mí. Nos ha dado un maravilloso talento. Nos ha dado la capacidad de generar riqueza. Pero no solo para nosotros, sino para compartirla con nuestros semejantes. Lo invito a reflexionar en el maravilloso destino que Dios tiene para nosotros y para nuestro pueblo con este maravilloso Don que nos ha dado. Nuestro País está casi devastado. Necesita de usted y de mí.
Lo invito a que se una a Dios. A que lo integre en su vida y le permita cambiar su mente. Eso es lo que significa la palabra arrepentimiento. El lo ha hecho con conmigo y lo puede hacer con usted.
Cristo nos viene a invitar a salir de la miserable situación en la que nos ha puesto nuestro pecado. Cristo nos viene a decir: “borrón y cuenta nueva” vuélvanse a Dios. Dios no es una sola persona, Dios es una comunidad de tres personas unidas por el amor. Los vengo a invitar a unirse a esa comunidad, a esa familia, a la familia de Dios. Cambien su vana manera de vivir. No necesitan hacer nada, es más, no pueden hacer nada. Y Cristo lo hace todo. Muere en la cruz por nuestros pecados y nos abre la posibilidad de unirnos a Dios. De ser uno con él. “Porque el que se une al Señor un espíritu es con él”. 1 Co 6. 17.
Parece fantástico. ¿No es así? Sin embargo, desde las páginas de la Biblia nos grita Dios por medio del profeta Isaías “Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a se como la blanca lana. Si quisieres y oyereis, comeréis el bien de la tierra; si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho”.
Dios me ha brindado la gracia de conocer el camino para volverme a él, y este día, como hermano de Cristo, y como hijo y heredero de Dios, yo también, emulando al apóstol Pablo, como embajador en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de mi, le ruego en nombre de Cristo: Reconcíliese con Dios. (2a Co 5,20). Para esto no tiene que cambiarse de iglesia ni es necesario que pertenezca a algún grupo religioso. Ya basta de buscar adeptos para nuestras iglesias y no hijos para Dios. Cualquier persona de cualquier religión y de cualquier iglesia puede unirse a Cristo. Cristo no es una religión, Cristo es una persona espiritual, es Dios.
Si usted quiere unirse a Dios, reconciliarse con él, lo puede hacer de la siguiente manera:
1.- Reconocer que no está unido a Dios.
2.- Aceptar que esto es así porque ha cometido errores (pecados) que le han separado de él.
3.- Pedirle perdón por sus errores.
4.- Aceptar por fe que Jesucristo vino al mundo hace casi dos mil años y con su muerte en la cruz pagó por usted derramando su sangre por amor a usted. “Y lo que ahora vivo en la carne lo vivo en la fe del hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Ga 2.20b.
5.- Aceptar en lo personal el pago que Jesucristo hizo gratuitamente por usted.
6.- Entregarle su vida espiritual así como El le entregó su vida.
7.- Pedirle a Dios en su nombre que le dé su Espíritu Santo para que sea El quien guíe su vida. “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios” Ro 8.14.
Esto puede ser hecho por medio de una sencilla oración cuyo requisito es que sea dicha sinceramente y que puede ser más o menos de la siguiente manera:
“Dios mío, padre bueno. Hoy quiero reconocer en tu presencia que no estoy unido a ti. Acepto que estoy separado de ti porque he cometido errores que me han separado de ti. Hoy quiero pedirte sinceramente que me perdones mis errores. Sé que tu hijo Jesucristo vino al mundo hace casi dos mil años y pagó con su vida por mi, por mis errores. El día de hoy acepto ese pago que sin yo merecerlo Jesucristo hizo por mí sin pedirme nada a cambio. Hoy acepto tu amor, pidiéndote que tu y Cristo vengan a morar en mi corazón. Este día te entrego mi vida espiritual, acepto la invitación que me haces de ser adoptado por ti, y entrar a formar parte de tu familia, y te pido que me envíes tu Santo Espíritu para que por medio de él me guíes por tus caminos. Te pido esto en el nombre de tu hijo Jesucristo. Amen”.
Si usted se decide a entregarle su vida espiritual a Jesucristo, el siguiente paso es, creer y crecer en su amor, para lo cual es necesario recibir y conozca su palabra. “Dijo entonces Jesús a los Judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Jn 8, 31-32. Es por medio de estar en comunión con Jesús y recibir su Palabra que Dios puede “cambiar su mente”.
“A todos los sedientos, Venid a las aguas, y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura. Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David” Is 55.1-3.
Que Dios le bendiga.