Casas comunicantes

Casas comunicantes

Resulta muy complicado expresarse propositivamente tras un impacto tan fuerte como el. sucedido esta semana en el territorio valenciano. Es como si el único mensaje válido fuese el de solidaridad. Siendo el más importante, sin duda. El dolor es inmenso. La respuesta humana, emocionante.

La crispación en los debates que he podido leer me parece sal sobre una herida abierta. Fomentar que nuestra sociedad siempre esté abocada a una polarización entre el “pues tú” y el “tú más” es tan estéril como dañino. Deberíamos salir de este ruido cuanto antes.

Por contra, la potencia de la solidaridad española no dejará nunca de sorprenderme. Esas cadenas de miles de personas conectando unas con otras para ayudar a unas y a otras sin importar quién es quién, me parecen imágenes a utilizar en los colegios. Una vez más, demostramos que nuestra reacción intuitiva es más ágil y acertada que nuestra anticipación organizativa. Es aquí donde quiero aportar. Como urbanista, como arquitecto, y sobre todo, como ciudadano. El poder de lo civil es inmenso, síntoma de la evolución en la que debemos caminar juntos.

Esta reflexión se basa en algunos puntos de partida que quiero poner en común. No son opiniones, son conclusiones y datos a los que la mayor parte de la comunidad científica llegó hace tiempo. Pero que aún no logramos hacer calar en nuestro lenguaje habitual:

  • Hace ya varias décadas que estos episodios fueron pronosticados. No solo las DANAS. También las olas de calor, los incendios de gran escala, los episodios de sequía, la subida del nivel del mar… Tenemos potencia científica de sobra para verificar estos hechos. Negarlos es una irresponsabilidad. Estos episodios serán cada vez más frecuentes.
  • Conseguiremos mayor consenso cuanto menos llamemos a estos episodios “consecuencia del cambio climático” y más comencemos a referirnos a la crisis climática en la que ya hemos entrado. El lenguaje permite muchos matices, y de ahí que la precisión sea exigible en su uso cuando nos jugamos tanto. Efectivamente, el clima cambia constantemente. Si bien a principios de los 80 se denominó así a la alteración que las acciones humanas producían en las tendencias habituales del clima, hoy en día se habla abiertamente de la crisis que nos supone a nosotros. No al planeta, a la raza humana. Estos fenómenos son cambios, sí. Como otros cambios, sí. Pero fluctúan en unos rangos (velocidad del viento, intensidad de las precipitaciones, grados de temperatura…) no compatibles con la vida humana. Por eso es una crisis y no solo un cambio.
  • La sostenibilidad, entendida como la responsabilidad de no condicionar las acciones de las generaciones venideras en base a nuestras acciones actuales, ya no es alcanzable. La comunidad científica habla de regeneración para paliar las acciones ya realizadas. De resilencia, en el sentido de adaptarse a estos nuevos escenarios. De sostenibilidad hablan… pues no me voy a callar, mayoritariamente los grandes consorcios corresponsables de estas alteraciones y los políticos corresponsables con su inacción de perpetuar este modelo económico sin asumir las consecuencias intergeneracionales que conlleva.

Cambiar nuestra forma de entender las prestaciones y repercusiones de la vivienda debe ser una lección de todo este dolor.

Aquí se activa mi aportación como profesional e investigador de la vivienda contemporánea. Mucha gente pondrá el foco en señalar la responsabilidad de lo que ha ocurrido. Siempre necesitamos un culpable, en todas las historias. Para mi es más acuciante señalar un camino en la reconstrucción de tantos y tantos barrios como se han visto devastados por este episodio. Y aprender lecciones para la cantidad de viviendas que están por construir.

Y no oigo mucho más que “restituir la normalidad”. Lo sé, se necesitan mensajes serenos en estas circunstancias. Por favor, sin olvidar que hacer que todo vuelva a ser igual, es volver a caer en el mismo error. Al igual que asumo que estos episodios ya no son evitables por la acción humana, también sé que hay ciudades enteras con planes estratégicos específicos ante la crisis climática. Igual que sé que se repetirán, en una u otra forma, sé que nuestras casas podrían reaccionar de manera más sólida y solidaria de lo que han podido hacerlo hoy por hoy.

Sí, han leído bien: una casa puede ser también solidaria. Si aterradores tuvieron que ser los segundos que apenas duraron las riadas que lo devoraron todo, más aún han debido ser las horas de noche sin electricidad, sin comunicación, sin un soporte mínimo vital. Es esto lo que podemos evitar. Cambiar nuestra forma de entender las prestaciones y repercusiones de la vivienda debe ser una lección de todo este dolor. Pasar de las casas dependientes de grandes infraestructuras centralizadas a casas comunicantes entre ellas de estos suministros básicos. Sí, como lo vasos comunicantes. Sí, como los voluntarios comunicantes. Viviendas que en medio de esa oscuridad puedan aportar electricidad, conexión, seguridad… A sus vecinos, en una escala local, de una a otra. Esto no es ciencia ficción. Es ciencia y acción, simplemente. Un cambio a viviendas más resilientes ante la nueva realidad. Y de paso, un poco más responsables respecto al futuro que viene.

Estoy seguro de que, como sociedad civil, vamos a ser capaces de superarnos ante esta tragedia. Junto a esta crisis climática vemos los truenos de la crisis de la vivienda… ¿Vamos a taparnos los oídos hasta que nos desgarre como esta dejándonos destrozados? ¿O vamos a propiciar viviendas, barrios y ciudades más comunicantes? Hay que exigirlo a nuestros gobernantes, sí. Pero no caigan en la trampa del “pues tú” y el “tú más” para que luego poco cambie. Los derechos no se exigen, se ejercitan. Mientras que mañana, cada persona que se acerque a una caseta de venta no pregunte “¿qué impacto ha tenido la construcción de la casa que me ofrece? y ¿de qué recursos dispone esta vivienda ante situaciones extremas?” todo seguirá igual.

Y sí, ya sé que cambiar las cosas cuesta mucho tiempo, mucha voluntad y mucho dinero. Por eso sé que los primeros llamados a ejemplarizar con sus decisiones deberían ser aquellos que tienen más dinero. Más voluntad. Y cuya prioridad es la seguridad en el tiempo. De ellos y de los suyos. Capacidad adquisitiva y referencial son perfectamente compatibles. (Y rentables. Las casas, además de ser activos, pueden ser activas) Sean quienes pueden la referencia del cambio que se necesita.

PD: Toda la energía positiva para los damnificados y para los voluntarios en esta tragedia. Primero personas, después, todo lo demás.

Rocio Ledesma Alba

Viviendo el mundo rural e inspirando desde el ejemplo. Tú también puedes cambiar tu vida.

1 mes

Un planteamiento innovador que valorar. Y esos casas como vasos comunicantes resuenan a esas raíces comunicantes de los árboles de un bosque. una colaboración mutua que permite ayudar allí dónde tu ya no tienes suficiente por ti sólo. Me lo anoto, tu descubrimiento y tu idea.

Susana Garcia Bujalance

Dra. Arquitecta urbanista, ANALISTA Y CONSULTORA DE ESTRATEGIA, DESARROLLO DE SUELO Y MITIGACIÓN DE RIESGOS URBANÍSTICOS. Socia fundadora en Laboratorio de Urbanismo.

1 mes

Bravo Víctor Moreno, una gran visión! No era consciente de esta deriva que tú planteas. Me parece muy interesante

Joaquín Coronado Galdos

Co-founder Digital Five Investment. Chairman at Build to Zero. Energía explicada a diario con datos.

1 mes

Gran articulo Víctor

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