Casi una estrella

Casi una estrella

Justo cuando Tess ha de partir, el brazo de Sam la rodea y se funden en un beso. Magui no podía estarse quieta en la butaca de terciopelo rojo, sus pies daban saltitos, no paraba de enroscar el dedo en el mechón pelirrojo que le caía por la frente y sonreía como si coqueteara con los protagonistas de su película favorita.

Las letras FIN aparecieron en la pantalla, las luces se encendieron y la sala de cine se llenó de aplausos.

  • Katharine Hepbrun ha estado fantástica interpretando a Tess - afirmó Teo.
  • Dear, ¡Katie es fantástica! - remarcó Magui con tono irrebatible.

El reloj marcaba las 00:30 cuando Magui aparcó el Corvet y entraron en casa. Mientras Teo cerraba las cortinas del salón, ella  llenó un vaso de agua para su mesita de noche, pero antes de salir de la cocina cogió el rotulador rojo y redondeó, en el calendario que colgaba de la pared de baldosas naranjas, la casilla del sábado 12 de mayo donde había escrito: Cumpleaños de Katharine Hepburn,  adornado con un pequeño garabato, que simulaba una tarta. Se fue a dormir pensando en la fiesta que había organizado para ese dia.


Teo, ya vestido para la velada, apoyó la espalda en el marco de la puerta del baño, mientras observaba, en el espejo, con ojos de enamorado, el reflejo de su mujer, arreglándose la melena cardada que le  reposaba sobre los hombros. Nunca se cansaba de ver a Magui lavarse la cara antes de salir, ni de ver como cerraba sus almendrados ojos para ponerse una capa extra de pestañas postizas. Magui se levantó, cruzó la puerta, dió un beso a su marido y se dispuso a sacarse el batín de seda para vestirse. Abrió el armario y separó unos pantalones de pinza negros y una blusa de cuello mao. Su figura espigada no le permitía usar tacones altos y se calzó unas  manoletinas de charol negro. El conjunto, a simple vista masculino, acentuaba su estrecha cintura y sus flacas piernas. Teo empezaba a inquietarse y desde el recibidor gritó con voz grave:

  • Magui, son las nueve menos cuarto, date prisa que los invitados estarán a punto de llegar.
  • Don’t worry honey, la estrella de la noche  ha de hacerse de rogar - contestó Magui asomando la cabeza por la barandilla de las escaleras de mármol blanco.

Teo resopló, puso los ojos en blanco y dejó escapar una sonrisa. Nunca entendió porque su mujer se empeñaba en celebrar su cumpleaños el 12 de mayo, si nació en pleno Noviembre.

El timbre sobresaltó a la señora Carmela, la donzella que trabajaba para la familia desde que Magui era una adolescente, que abrió la puerta a los primeros invitados.  Teo se excusó de parte de su mujer frente a los más puntuales:

  • Disculpen a Margarita, está acabando de acicalarse.

Los invitados fijaron la mirada en lo alto de la escalera de mármol, desde donde la anfitriona saludaba. Magui estaba en boca de todos, “¡Que guapa está Margarita hoy!”, “¡Es tan elegante!”, “¡Es la viva imagen de Katharine Hepburn!”, “¡Parece una estrella de Hollywood!”...


Los últimos invitados se despidieron de los anfitriones. Después de una larga velada, llena de música, bailes y champagne, Teo y Magui estaban agotados. Primero apagaron las luces del salón, luego las del recibidor y subieron hacia el dormitorio conyugal.

  • ¡La fiesta ha sido todo un éxito! ¿No crees? - Preguntó Teo mientras retiraba                    la colcha de ganchillo, para acostarse.
  • Un segundo cariño, déjame escuchar -  interrumpió Magui, que estaba sintonizando la radio.

Los ojos de Magui se humedecieron, y permaneció atenta e inmóvil frente  a la cómoda donde estaba la radio.

  • ¿Qué pasa Magui? ¿Margarita? ¿Qué pasa? - insistió Teo.

El silencio, que inundaba la sala, se rompió con la voz del locutor de radio que notificaba que Spencer Tracy moría de una insuficiencia cardiaca a los 67 años, en brazos de su amada, la famosa actriz Katharine Hepburn. Los ojos de Magui rompieron a llorar y Teo corrió a consolarlos. La bonita noche acababa con una noticia que derrumbaba a Magui, la muerte de Tracy le afectaba como si de un familiar cercano se tratase.  A Magui ya no le quedaban más lágrimas y el sueño empezaba a apoderarse del matrimonio. Teo apagó la luz de la mesita de noche de Magui, le dio un beso en la frente y se acostó, esperando que, con el nuevo día, su mujer estuviera un poco más tranquila.


La luz del amanecer se colaba entre las ranuras de la persiana veneciana. Magui no conseguía conciliar el sueño, y repasaba con la mirada cada una de las molduras rectangulares del techo. Se sentía más lejos que nunca de Katharine, y su vida no tenia sentido. Creía que no merecía ser feliz, si su amiga y modelo tampoco lo podía ser. No tenia fuerzas para seguir con su matrimonio, si Hepburn se encontraba sola y desconsolada.

Se levantó, deambuló de un lado a otro del dormitorio, y paró frente a los pies de la cama. Mantuvo los ojos fijos en Teo, que dormía plácidamente en la mitad derecha. Sin desviar la mirada, cogió su cojín con las letras M y T bordadas, y rodeó la cama. Muy lentamente alzó el cojín. Poco a poco, la distancia que separaba la almohada de los labios de Teo era menor. Sin vacilar a penas, Magui ahogó entre tela y plumas el último aliento de su querido marido. La lágrima que acariciaba su mejilla, cayó sobre la frente de Teo y siguió su camino hasta perderse entre las arrugadas sábanas. Magui lloró la muerte de su marido desamparada. Magui se encontraba sola y desconsolada. La vida de Magui volvía a tener sentido.

Inés Martín Tiffon


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