Con dos maletas rumbo a la Patagonia chilena

Con dos maletas rumbo a la Patagonia chilena

Abril del 2002. Yo vivía en un mini departamento en calle Merced de Santiago.

Allí fui feliz, disfuté del Bellas Artes, el Forestal y todos los teatros cercanos. Recibí muchas amistades, muchas de las cuales ya no existen, y empezó una de las grandes historias de mi vida. Pero eso es otro tema.

Llevaba un tiempo buscando trabajo, en abril ya estaba desesperadamente buscando trabajo.

Pero volvamos algo atrás: En diciembre del 2001 me había operado de la rodilla, me corté los ligamentos cruzados cuando fui a eskiar con un israelita.

En marzo fui al matrimonio de una amiga. Se casó con un noruego que no hablaba ni pío de espanol, así que además de su testigo y madrina fui la intérprete de la ceremonia civil y la apaciaguadora de ánimos cuando la familia noruega amenzaba con irse si no bajaban el volumen de la música. Es la única vez que he sacado la cintita de la torta (sólo he ido a 3 matrimonios en toda mi vida, créanlo) y me salió un avión. Al poco tiempo haría el segundo viaje por avión de mi vida y ya no me bajaría más, calculando que he hecho en promedio unos 6 viajes en avión cada anio, ya voy en 26 países y aspiro a llegar pronto a los 30. Así que chicas: no desestimen las cintitas de las tortas de matrimonio…

El día que fui a pabellón me llamaron del SII para entrevista (luego de haber pasado la teórica y sicológica), pero por razones obvias no pude ir. Recuerdo haber ido tiempo después a la entrevista personal con las jefaturas, llevaba muletas pero las dejé afuera. También recuerdo que me preguntaban cosas como de qué ciudad era, en qué universidad estudié, etc., y pensé „parece que estos no leyeron mi CV, si lo hubieran hecho, ahorraríamos tiempo y podríamos ir a otras preguntas“, así que abrí mi carpeta y le di un CV a cada uno.

En abril me llamaron, especificamente el Director Regional de Coyhaique. Me explicó que la región era la única sin Oficina Jurídica, que me la ofrecía, pero que lo pensara bien, porque era un lugar muy duro para una mujer joven y sola (tenía 27). No había cine, ni teatro, ni mall, ni grandes tiendas, sólo naturaleza y mucho frío. Y la vida era muy cara.

Convoqué a mis mejores amigas en esa época y les pedí su opinión. Llegamos a la conclusión de que era una ventana que se abría, y que podía aprender mucho, por tener que arreglármelas sola (también sería la única Oficina Jurídica de país con sólo un funcionario, lo que a pesar de mis ruegos no cambió), aprender a tramitar procesos orales, en Corte, ejercer liderazgo, etc.

Y partí.

Mi familia me fue a dejar al aeropuerto, lloramos. Me fui con las dos maletas Samsonite de mis padres, pagando por primera y única vez sobrepeso de equipaje.

Llegué a Balmaceda, mirando el paisaje nevado todo el camino.

Me instalaron en una pensión, me sentía tan sola, nadie con quien hablar, sin tele, nerviosa, había nieve fuera, hacía un frío…

Primer día de trabajo. Me levanté muy temprano para llegar con tiempo, y me metí a la ducha. El agua era fría, como hielo, y no hubo caso que se entibiara siquiera. Y lloré, tiritanto, recriminándome: en qué había estado pensando cuando decidí irme al fin del mundo?!

Ese día empezó un capítulo inolvidable en mi vida.

Gracias Marcelo! Me alegra que nos hayamos re encontrado por esta vía.

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