Contra la radicalidad, moderación.
Dentro de la sociedad en la que vivimos existen una serie de elementos que responden a aquel “cuanto peor, mejor”, absoluto rajoyista tan útil en la política actual. Estos individuos conforman corrientes internas dentro de los partidos. Verdaderos torrentes que atrapan a los candidatos y los esculpen hacia posiciones en las que para nada se encuentran cómodos. Vean las fotos de ciertos candidatos con ciertas personas, eso, se ve. Pero como en política todo vale, pues aguantan a veces para intentar sacar un rédito, pero muchas veces porque no les quedan otra.
Estos elementos radicales son un cáncer para la democracia, y se expanden rápidamente si no se les pone coto. Insultan en redes sociales, intentan coaccionar a los partidos políticos y luchan contra los pactos políticos amplios porque para ellos, el adversario es el enemigo, alguien a quien eliminar. Esta actitud frentista y lamentable, crea el efecto contrario, alimentar las posiciones extremas dentro de esos partidos políticos que dicen odiar. Esto provoca el aislamiento ideológico sistemático de los partidos políticos, ya de por sí tendentes a ser despóticos y autoritarios.
Sin embargo, la realidad es terca y distante de toda la inmundicia que habita internet. Y gracias a Dios, los políticos negocian, hablan y dirigen las instituciones democráticas tras bambalinas detrás de la luz y taquígrafos que anuncian algunos, porque si lo hicieran así, los mismos que lo piden, serían los primeros en enjuiciarlos y condenarlos.
Por todo ello, contra la radicalidad, moderación, esa que nos ha dado lo que somos hoy en día. Una sociedad con el menor nivel de violencia y el mayor nivel de vida de la historia. El mejor de los mundos como diría Leibniz.