Coronavirus, psicología y… ¿Medioevo?

Coronavirus, psicología y… ¿Medioevo?

Al decidir comprarme un auto, me sorprendía a mí mismo viendo la cantidad de estos del mismo modelo que estaban en circulación. Nunca antes lo había notado y de repente: “se me abrían los ojos”. Había un montón de ellos que hasta entonces me habían pasado totalmente desapercibidos. Lo más notorio es que esto movilizaba mi sistema emocional de tal forma que pensaba que si en realidad había “tantos” en la calle, es porque debían ser unos buenos vehículos. Así pude corroborar en carne propia cómo es que nuestras emociones modelan nuestras percepciones y pueden llegar hasta el punto de distorsionarlas. Asimismo, la nueva “percepción” retroalimenta nuestra “emoción” positivamente en unos casos, o negativamente en otros. En realidad acá hay un tercer elemento que es el de la “cognición”: el intelecto. El comprender que ésta, modela la emoción y percepción en un interjuego triangular, como nos lo muestra la teoría Cognitivo-Conductual. Todas interactúan entre sí en un sutil equilibrio psicológico.

Entonces. ¿No estaría bueno analizar nuestra percepción de la “Pandemia” actual? ¡Es evidente que está en todas partes! Y no lo digo por el virus en sí mismo, que puede estar o no cerca nuestro, y del que en definitiva ni nos percatamos. Es demasiado pequeño para lo que podamos ver, es decir: “percibirlo”. ¿Pero qué pasa que la Pandemia está en todas partes? ¡Ha llegado a todas partes a través de los medios de comunicación masiva! ¿Qué es lo que ocurre? Nuestra percepción de PELIGRO, de “infección”, de “contagio”, de “enfermedad”, de “muerte”, de “pandemia”, de “catástrofe”, de “cuarentena para nuestra protección”, etc. está tremendamente aumentada. Como consecuencia de esto nuestra emoción está totalmente desequilibrada, asustada, arrinconada. La percepción afecta también nuestro intelecto o cognición, sobrecargándola de “buenos motivos” para entender la “gravedad” de la amenaza. Esta última manda su información a la emoción en un golpe de gracia: desencadena el MIEDO. Y así, el miedo ya instalado devuelve a la cognición una orden: la de paralizarse. Quedamos paralizados por el miedo. En síntesis; el miedo producido a la población es adrede, buscado, orquestado… Y aquí ya podemos dejar a los analistas geopolíticos que nos expliquen por qué se busca instalar el pavor en la gente… Particularmente en la Argentina, quien es la que ha tenido la cuarentena más larga de todo el mundo…

Pasó algo parecido en las epidemias, (“¿Pandemias”?) de “peste negra” (peste bubónica) en la edad media. Solo que ahí no había medios de comunicación masiva. Ahí era la realidad de ver a los incontables muertos que se apilaban, morados, deformados, sanguinolentos, la que infundía el pavor. ¡La percepción era de una realidad! Una realidad que llegó a llevarse un tercio o más de la población… ¡Eso sí que era una terrible pandemia! ¡Ahí sí que se justificaba tener miedo a enfermarse y morir! Y hasta se diría que ahí sí se percibía “la causa”. La causa del contagio eran los otros enfermos (erróneamente como la ciencia nos lo comprueba hoy en día). La causa, para los “medioevanos” era palpable, era perceptible, y esa percepción era algo real… Luego se desencadenaban los mecanismos de cognición y emoción en un círculo vicioso de miedo, terror y desesperación.

El problema es que en la edad media no se conocía etiología (la causa), una bacteria llamada “Yersinia pestis”. Una bacteria presente sobre todo en las ratas. Estas ratas eran picadas por pulgas que luego picaban al hombre transmitiéndole la enfermedad. Entre 1 a 7 días se declaraba la enfermedad, fatal en la gran mayoría de los casos. Y si no era la forma “bubónica” (ataque de los ganglios linfáticos), era la forma “septicémica” (es decir, bacteria en la sangre que desencadena una coagulación vascular diseminada – CID, o generalizada) o si no, la neumónica. Y la epidemia se desató en Europa cuando las ratas fueron importadas al continente de extremo oriente, viniendo en los barcos. De China en particular. ¿Qué coincidencia, no? Y la reacción de miedo hacía que se tomaran las mismas medidas políticas que se han tomado en este último tiempo. Las ciudades se encerraban, se ponían en cuarentena, tratando así de evitar que lleguen los “infectados” o “enfermos”, y por ende propagasen el mal intramuros… Pero el desconocimiento científico redundaba en estas medidas eran inútiles. Las ratas tenían el mal gusto de no respetar las cuarentenas. Infringían la ley, metiéndose en donde no debían. Y la enfermedad seguía propagándose. Y la gente se tapaba la boca con pañuelos, para no respirar aire infectado, cuando la única que se transmitía por aire era precisamente la forma que no se veía: la neumónica (y la menos grave de las 3)… Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia ¿No les parece?

Mucho habrían dado los “medioevanos” para tener una cura para la enfermedad. Más no se conocían ni las causas, ni los antibióticos. Para la pequeña cantidad de casos que sigue habiendo en nuestros tiempos (unos 5000 al año) se utilizan antibióticos corrientes y económicos, como la estreptomicina, la gentamicina, la doxiciclina o la ciprofloxacina, (todas ellas por boca.) Por el contrario nosotros sí conocemos la etiología de la Pandemia actual, y adecuados tratamientos “ad hoc”, (empíricos), han sido propuestos y son eficaces. Pero ¡Oh sorpresa! No los usamos (Hidroxicloroquina, doble esquema antibiótico, perfusión de vitamina C, Dióxido de Cloro, anticoagulación y trombolíticos). Al contrario, nos empeñamos en usar recetas impuestas por no sé qué poder oscuro que resultan ser hasta letales para los pacientes. (Ventilador mecánico, sedación y antiretrovirales) ¡Vaya paradoja! Nos metemos solos en un berenjenal que los “oscurantistas medioevanos” habrían evitado gozosos… El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra…

Dr. Alexandre de Saizieu, MD

Médico Psiquiatra.

e-mail: ades@intramed.net

FB: Alejandro de Saizieu


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