Publicidades 2.0
Hace unos días, comencé a centrarme en ciertas publicidades y sus mensajes ¿ocultos?
Escucho cosas que no dejan de sorprenderme. Remedios que prometen eliminar el cansancio y hacernos rendir como si no hubiera mañana. Tecitos mágicos que eliminan cualquier bacteria que quiera acercarse a nuestro cuerpo, desterrando completamente las posibilidades de caer en cama. Fórmulas maravillosas que pretenden hacernos creer que tomándolas viviremos 102 años (o más). Propagandas en las que las madres se levantan temprano, preparan a sus hijos, los llevan al colegio, se van a trabajar, vuelven a la casa, cocinan, lavan, planchan y a la noche, cuando llega el marido dispuesto a tener una cena romántica, se sienten cansadas. Entonces aparece la pastillita que hace desaparecer el cansancio, para que esa pobre mujer tenga más y más energía para seguir.
Lejos de caer en tentación, todo esto me lleva a pensar ¿qué es lo que se busca a través de estos mensajes? ¿Acaso está mal sentirse cansado después de haber tenido una jornada agotadora? ¿Siempre tenemos que seguir, a pesar de que nuestro cuerpo nos pida lo contrario? ¿Es necesario tomarnos el tecito que nos elimina la enfermedad, antes de que la misma pueda siquiera aparecer? ¿Qué pasó con los tiempos necesarios del cuerpo? ¿Y con el respeto hacia el mismo?
Parece que la sociedad actual no tiene tiempo para perder. No puede esperar a que nos curemos de una gripe, mucho menos puede permitirnos estar cansados después de haber hecho malabares para cumplir con cada una de las responsabilidades del día. Aparece la culpa, esa amiga que nos indica que siempre lo pudimos haber hecho mejor. Que cualquiera en nuestro lugar lo hubiese hecho mejor. También los consejos del estilo “Tomá Activín 1,2,3. Al primo de mi tío lo ayudó y ahora puede trabajar diez días de corrido como si nada”. Como si eso fuera sano. Como si el agotamiento no fuera un indicador que nos advierte hasta dónde podemos llegar sin que nuestra salud corra riesgos.
Aparecen así, las “super mamás” que deben conciliar sus mil actividades y compactarlas para que entren en las veinticuatro horas de un día. Y los “super papás”, que tienen dos trabajos porque con uno solo es difícil solventar a una familia, y que además se sienten culpables por no participar de todas las actividades de sus hijos. Y aparece la ansiedad, las noches de insomnio, la angustia, la neurosis. Todo junto y mezcladito, como las pastillas que nos venden.
¿Cómo hacemos para no entrar en esta carrera de cuerpos a los que no les pasa nada, no envejecen ni se cansan? Entendiendo que esto es una mentira, que somos finitos, que hay días en los que nos sentimos mal y necesitamos bajar un cambio. Que las enfermedades tienen un tiempo de maduración y esto debe ser respetado. Que estar cansado no es sinónimo de “ser flojito” si no de ser humano. Y que si después de varios días de mucha actividad no nos sentimos cansados, eso debería alarmarnos. Cualquier duda, consulte a su médico.