COVID-19 CHALLENGE. Nadie afloja en una carrera cuando va sacando ventaja
Seguimos en el desafío de mantenernos de pie en medio de la cuarentena y más aún inmersos en la crisis mundial que está teniendo lugar dentro y fuera de nuestros hogares.
No sabemos cómo avanzará todo, no sabemos a ciencia cierta cómo se moverá el mercado, cómo será la modalidad laboral más eficiente. Desconocemos los intereses políticos y movimientos geopolíticos a consecuencia. Pero sí podemos conocer cómo queremos estar para afrontar todo ello cuando termine la cuarentena, sabiendo que no será fácil, que se necesitará trabajar duro y poner mucho esfuerzo.
Es por ello, que retomo la reflexión acerca de los cuatro pilares enunciados hace unas semanas para velar por nuestro Bienestar individual y social: propósito, compromiso, resiliencia y bondad.
PROPOSITO. El sentido verdadero… el para qué.
Este es un momento propicio para reflexionar acerca de uno mismo, de las decisiones que se toman, de las acciones que se ejecutan, y de los valores que se persiguen. Es una oportunidad que se debe aprovechar para aprender más de uno mismo, alinearse con los propios valores y ponerlos al servicio de los demás. Reflexionar acerca de aquello que nos mueve en el día a día, de lo que buscamos en el trasfondo de lo que hacemos a cotidiano, puede dotar de sentido, significado y oportunidad todo este tiempo. Y ser también un gran combustible para el futuro.
Reconocer el esfuerzo compartido que estamos haciendo todos para un bien común que nos trasciende individualmente, le da una potencia singular a nuestra acción personal.
La pregunta por abstracta o retórica que parezca es muy concreta… ¿qué quiero para mi vida? ¿Qué es lo que busco? ¿Para qué (y no por qué) hago lo que hago? ¿Qué es eso último que busco al fin del día? ¿Crecimiento, reconocimiento, orgullo, desafío, libertad, disfrute…? ¿Qué? No es un camino fácil ni sencillo descubrir aquello que nos mueve, el “para qué”, el sentido… el propósito de nuestras vidas.
Es por esto que se hace imperativo analizar si uno está siendo coherente con ello en su vida cotidiana. Y si se descubre que no, el compromiso con uno mismo es proveerse el camino para experimentar ese valor cada día. Incluso en la cuarentena. Si no se está viviendo acorde a ese valor, es momento de analizar qué cambios son necesarios para lograrlo. Hay muchas cosas que no dependen de uno, pero vivir como queremos vivir, sí (no con qué… sino, cómo). No depende de otros.
El desafío aún mayor pero no imposible es desentrañar cómo se podría alinear ese valor al sentido de esta cuarentena solidaria hoy en día. Reconocer el esfuerzo compartido que estamos haciendo todos para un bien común que nos trasciende individualmente, le da una potencia singular a nuestra acción personal.
COMPROMISO. Una y otra vez, cada día… porque sí.
El compromiso es una decisión que parte de la propia autonomía y autodeterminación. Si uno no quiere, no se compromete. No se puede imponer. Cumplir no es lo mismo que asumir un compromiso. Y si uno se compromete, por algo es. Pero siempre parte de uno mismo pues implica una actitud, una predisposición voluntaria que conlleva esfuerzo y perseverancia. De aquí la necesidad de tener claro el propósito y mantenerse motivado. Si la motivación es sólo extrínseca, se corre el riesgo de perderla. En cambio si se construye o identifica una motivación intrínseca, será más fácil mantenerla encendida y presente. Con el paso de los días, a veces se hace difícil mantener el compromiso inicial y es posible que se empiece a perder fuerzas. Por ello es recomendable reconocer y celebrar pequeños progresos y logros, sean del orden que sean mientras estén relacionados con aquello con que uno se comprometió: uno mismo, la familia, el trabajo, la sociedad, etc. Así mismo, mantenerse alineado al objetivo propuesto y asumido permite disminuir distracciones y focalizarse en lo que está al alcance de uno y se puede controlar. El compromiso, es un acto de intención y de acción para hacer lo mejor que se puede. Pretender comprometerse con lo perfecto o aquello que nos excede, es la excusa ideal para abandonar el barco enseguida. En cambio, comprometerse a hacer lo mejor posible a cada paso, es asumir un reto real y posible con responsabilidad desde las propias fortalezas y posibilidades.
Por simples que sean, los gestos o pequeñas acciones suelen tener su silencioso pero majestuoso efecto mariposa.
La vida en cuarentena nos pone frente a una decisión: cumplir porque otros lo dicen y para no ser castigado; o comprometerse con la propia vida y comprometerse con los otros. Es una decisión, que conlleva la actitud con que se afronta la misma realidad. Se puede elegir quejarse, dejarse sucumbir ante los males consecuencia de esta pandemia. O uno se puede comprometer a sacar algo bueno de este momento por el que estamos atravesando todos. Uno puede quedarse pasivamente esperando a que todo termine. O puede activamente elegir comprometerse con uno mismo y aprovechar este tiempo para seguir desarrollándose, a la vez que ofrecer aportar algo a los demás. Poner al servicio de otros las propias cualidades, habilidades, o recursos. Por simples que sean, los gestos o pequeñas acciones suelen tener su silencioso pero majestuoso efecto mariposa.
RESILIENCIA. No hay milagros, hay esfuerzos.
Hoy en día se habla mucho de la resiliencia. Pues claro, la resiliencia es la capacidad de afrontar saludablemente situaciones adversas saliendo fortalecidos de las mismas. Ser resilientes implica en primer lugar aceptar que la vida tiene dificultades y que debemos afrontarlas. No querer asumir esto, es no querer aceptar el desafío de la vida. En segundo lugar, comprender que experimentar emociones como angustia, miedo, ansiedad o ira ante esas adversidades es natural y hasta saludable. Aunque debemos cuidar de que no nos desborden y perdamos el control. No se trata de negar las emociones negativas, o querer deshacernos de ellas rápidamente. Sino de entender por qué aparecen, por qué están ahí. Entender qué nos está pasando, para luego sí hacer lo que sea necesario para salir adelante. De aquí la importancia de aprender a regular y gestionar nuestras emociones.
Ser resilientes implica en primer lugar aceptar que la vida tiene dificultades y que debemos afrontarlas.
Para ser resilientes es necesario también contar con diversos hábitos mentales saludables. Uno de ellos es el de evitar que nuestra mente se disperse en pensamientos basura, que no conducen a nada productivo sino que más bien son una rumia incesante y agobiante que nos roba el tiempo. Es necesario focalizar y aceptar. Aceptando el contexto y la realidad que nos atraviesa, atender y centrarnos en aquello que está bajo nuestro control o posibilidad de acción. Aceptar que el hoy es el hoy que se tiene y no el que se quiere. Y a partir de allí tomar las oportunidades que se presentan siempre partiendo de las propias facultades y contingencias. Otra fortaleza necesaria es la de mantener una perspectiva optimista, de desafío y crecimiento. Optimismo realista, es decir desde el punto de partida mencionado al inicio: la vida implica atravesar dificultades, y algunas muy duras. Y desde allí, buscar los recursos personales para afrontar tal situación. Focalizar en aquello que nos fortalece y no en aquello que nos debilita. Repensar los temores o fracasos buscando qué beneficio nos traen, qué aprendemos de ellos y tomarlos como un desafío. Esto nos corre de un lugar de indefensión para invitarnos a ser proactivos y agentes de nuestro porvenir.
Por otro lado, también es necesario darse lugar para descansar y disfrutar. El descanso, el tiempo libre, son indispensables para reponerse y recuperar energía. Por ello es necesario velar por los espacios y tiempos destinados a ello, más aún cuando se está más vulnerable. El disfrute, muchas veces subestimado, cumple esta misma función de revitalizarnos. Es sabido que ante la emocionalidad desencadenada por los momentos adversos es necesario compensarlo con emocionalidad positiva. Además es sabido que las emociones positivas mejoran nuestro sistema inmunológico, fortalecen el sistema cardiovascular y respiratorio (tan oportuno hoy en día). A la vez que potencian nuestros recursos cognitivos, creativos e interpersonales. Proveernos de momentos de disfrute, experiencias de alegría, de risa, de sorpresa, de curiosidad, de relajación (por mencionar sólo algunos) nos fortalecen y hacen más resilientes.
BONDAD. La trascendencia hacia los otros.
Somos seres sociales. Desde que nacemos necesitamos de uno otro que no sólo nos alimente, sino también que nos cobije y de afecto. Está comprobado que ambos, alimento y afecto, son igualmente importantes y vitales para nuestro bienestar. No comparto la sentencia de que los otros son el infierno, sino todo lo contrario. Son una oportunidad. Por eso, aún en momentos que nos llevan a nuestros límites de tolerancia, es necesario que nos mantengamos humildes, amables y bondadosos. Sentirnos pertenecientes a un grupo nos da la fortaleza de sabernos no solos, y de poder contar con alguien si se lo necesita. A la vez que nos convoca a ponernos a disposición de los otros para lo que necesiten partiendo de las posibilidades reales de cada uno y de manera desinteresada. La empatía y compasión para con el otro, son una invitación a descentrarse y poner a otro en el centro de la escena aunque sea por un instante: comprender su situación y necesidades, conmoverse y obrar en consecuencia. Aunque resulte extraño, esto no será posible si primero no se es empático y compasivo con uno mismo. No hay trascendencia auténtica sin primero amor propio genuino. Y la bondad hacia el otro nace necesariamente de la bondad para con uno mismo. No se puede dar lo que no se tiene.
No hay trascendencia auténtica sin primero amor propio genuino. Y la bondad hacia el otro nace necesariamente de la bondad para con uno mismo.
La convivencia 24x7 es un gran desafío que hoy en día se está proponiendo a gran escala. Para bien de todos y una sana armonía, lo primero es velar por el respeto, base de todo vínculo, de la posibilidad de una sana convivencia, y puerta hacia el crecimiento recíproco. Respetar es no querer imponer la propia voluntad, sino consensuar con la de los otros; y muchas veces aceptar normas o pautas aunque no se las comprenda. A su vez es necesario contar con una manera saludable de afrontar los conflictos. Abrir más y nuevos canales de comunicación es una opción. Escuchar lo que el otro tiene para decir, sin interrumpir y desde un lugar abierto y receptivo. Dialogar y no discutir. O discutir pero sin agredir. Y si alguien queda herido, no prolongar los tiempos sino trabajar en la reconciliación de manera inmediata. Por último, la vida en comunidad es enriquecida y fortalecida por la gratitud en acción. Cuando uno explicita la gratitud se está focalizando en algo positivo, a la vez que está saliendo de sí mismo para ver qué ha recibido de otro, y así experimenta la gratitud como emoción de manera compartida.
Llevamos varias semanas de cuarentena, y aún faltan varias más. Las cosas no serán como antes. Depende de todos y cada uno de nosotros el cómo serán. El Covid-19 Challenge aún está en juego, y si bien los resultados no son los esperados para muchos, vamos mejor que si no pusiéramos nuestros esfuerzos compartido en juego. Nadie afloja en una carrera cuando va sacando ventaja. ¿Por qué lo haríamos nosotros?
Psiquiatra-Terapeuta Cognitiva-Psicofarmacología- Docencia (Trastornos del Estado del Ánimo)
4 años👏🏻👏🏻👏🏻
Pricing & Profitability Senior Manager /Executive Coach / SW50 -LSE Santander Leadership 2023
4 añoshermoso