Equipos de alto rendimiento
Años atrás, un miembro de mi equipo llamó a su padre, madre y tío para venir a la oficina y agredirme. Y lo hicieron.
Afortunadamente, todo quedó en una experiencia desagradable, pero aquel momento me hizo reflexionar en las acciones que nos habían llevado a aquella situación.
La empleada en cuestión llevaba unos meses trabajando en la empresa. El problema inicial no era solo su desempeño (que no era bueno) sino en cómo trataba a sus compañeros de equipo. Frecuentemente se comportaba de forma agresiva con los mismos incluso haciéndoles llorar.
Mi acercamiento inicial al problema fue intentar hablar con la empleada, entender los motivos de ese comportamiento y ayudarle. Pero ella no quería ayuda de nadie.
Antes de finalizar el periodo de prueba, le pedí a Recursos Humanos gestionar el despido de esta persona para evitar que el equipo se viese afectado todavía más. Pero Recursos Humanos me sugirió darle más tiempo y una nueva carta de advertencia… la tercera.
Superó así su periodo de prueba, pero su actitud no mejoraba y tanto el equipo como el resto de la empresa se vieron afectados gravemente, tanto a nivel personal como profesional.
Finalmente, no nos quedó otro remedio que gestionar el despido. Durante la conversación de salida, intentamos ser lo más asertivos posibles con la empleada para que la situación fuese menos difícil para ella. Pero nuevamente, se negaba a escuchar o reflexionar sobre las circunstancias que le habían llevado a ese punto. Y ese fue el momento en el que llamó a su familia y así agredirme, pero no antes de llamar a la policía hasta en dos ocasiones (la cual no terminaba por entender qué estaba sucediendo).
La historia es todavía más rocambolesca, pero necesitaría escribir un libro para poder hablar de todo lo que ocurrió. Pero en este artículo, quiero centrarme en el aprendizaje de aquella situación.
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Cuando la decisión de despedir a una persona está tomada, retrasar su ejecución no beneficia a nadie. Muchas veces podemos pensar que hacemos un favor a la persona demorando la difícil conversación, pero la realidad es que mantener en el equipo a personas que no cumplen los objetivos de forma constante o no trabajan de una forma ética puede llevar a que otros miembros se vean gravemente afectados.
En este caso en concreto, dudamos y no hicimos lo que nos correspondía a tiempo. Al no tomar las medidas necesarias cuando era oportuno creamos una situación en la que otros miembros del equipo se vieron expuestos a una situación dañina que les afectó a nivel personal y les hizo perder la confianza en el equipo.
Durante mi carrera profesional he tenido multitud de buenas y malas experiencias que me han permitido ser un mejor líder de equipos. La exigencia de cada uno de los retos que se me presentó me hizo buscar puntos en común y estrategias a la hora de construir equipos de alto rendimiento. Y con ello he creado este curso que os dejo aquí con un 50% de descuento:
La gestión de personas es algo tan increíble, complejo y lleno de retos, que sería imposible condensar todas las vivencias de un líder en un curso.
Es por ese motivo este curso no tiene la intención de documentar toda una carrera de experiencias, sino servir como una guía que pueda ser útil para aquellos que están empezando y para quienes, aún con experiencia, necesitan adaptarse a una nueva manera de gestionar personas.
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