Creando ciudades resilientes
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas, en 2050, el porcentaje de personas que habitarán en ciudades alcanzará el 70%, mientras que el 60% de ellas aún no han sido construidas.
En conmemoración del Día Mundial de las Ciudades el 31 de octubre, debemos recordar que, por primera vez en la historia de la humanidad, viven más personas en áreas urbanas que en zonas rurales.
Tomando en cuenta que el Banco Mundial ha registrado que el 90% de la expansión urbana se produce en países en vías de desarrollo, se vuelve fundamental la construcción de ciudades y comunidades inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles. Ya que se estima que, si no existe una inversión significativa dirigida a la construcción de estas ciudades, los desastres supondrán un coste mundial de 314,000 millones de dólares al año.
Entonces, ¿qué es y cómo se puede construir una ciudad resiliente? Para la ONU, una ciudad resiliente es aquella que “evalúa, planifica y actúa para prepararse y responder a peligros naturales y creados por el hombre, con el fin de proteger y mejorar la vida de las personas, asegurar los beneficios del desarrollo, fomentar un entorno de inversión e impulsar un cambio positivo.”
A medida que los riesgos y la población urbana van aumentando, el concepto de resiliencia obtiene una mayor relevancia en las agendas internacionales de desarrollo y en el caso del contexto de infraestructura en México, esto no debe bajo ninguna circunstancia ser la excepción.
En este sentido, el refuerzo de la infraestructura como una herramienta de protección se convierte en una acción fundamental para contar con ciudades cada vez más resilientes. La oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR) ha definido diez pasos esenciales para el desarrollando de ciudades resilientes, destacando la protección, mejoramiento y resiliencia de la infraestructura, a través de:
· Invertir, diseñar y construir una nueva infraestructura sostenible en ubicaciones apropiadas que cuenten con una mayor resiliencia a las amenazas para que resista a eventos destructivos y funcione eficazmente durante una emergencia.
· Definir criterios y niveles mínimos de resiliencia y seguridad como parte del diseño urbano.
· Llevar a cabo una evaluación con el fin de priorizar programas de mantenimiento mejorado y de reparación y, si es necesario, el reforzamiento, el rediseño de capacidades, la demolición o el reemplazo de estructuras deterioradas u obsoletas.
No debemos olvidar que en la Ciudad de México, a tres años de los sismos de 2017, de acuerdo con el Programa Nacional de Reconstrucción (PNR), el hecho de no haberse elaborado en su momento un diagnóstico preciso de los daños, se ha llegado a estimar que el número de familias que vieron afectadas sus viviendas es superior a 200,000 y que el número de inmuebles destinados a la infraestructura educativa y de salud, así como aquellos que tienen valor como patrimonio cultural, es superior, hasta ahora, en 10% a lo estimado originalmente.
La resiliencia y la reducción del riesgo de desastres deben formar parte del diseño y estrategias urbanas para lograr un desarrollo sostenible.