¿Cuándo quedamos?
Antes de ser famoso, Humphrey Bogart era un actor de reparto que aparecía en películas de clase alta como el típico personaje fino y caballeroso que decía eso de: Anyone to play tennis?
Salvando las distancias, Adolfo era nuestro Humphrey Bogart castizo. Guapo, elegante, y de Chamartín.
Sabía cómo introducir esa frase que distendía el ambiente y convertía el mayor problema del mundo en algo sin apenas trascendencia.
Su Anyone to play tennis? era un ¿cuándo quedamos?...
A presentar la campaña, a hablar con el cliente, a comer, a jugar al mus, a cualquier cosa.
Obsérvese, la palabra quedar. Quedar dice mucho más de lo que aparenta. Es la palabra que utilizamos para vernos con los amigos.
Y ese era, precisamente, su secreto: Adolfo no trataba a un cliente como un cliente, lo trataba como un amigo.
Una diferencia fundamental con el resto de los Directores de Cuentas del Planeta.
Así consiguió que en Mercedes-Benz fuera considerado como un hombre de la casa. Y en Renfe, y en Iberia, y en Seur, y en todas las cuentas en las que trabajó.
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Cuando entraba en las oficinas de Mercedes-Benz, era como si entrara Mr. Lobo. Alguien que iba a resolver los problemas con bonhomía y afabilidad. No solo de Marketing y comunicación, sino de cualquier cosa. De los hijos, de dónde hay un buen sastre, de dónde se come gallego en Nuevo York, de esa rodilla que la vea el Dr. Guillén. Nada se le resistía.
Si Stanley Bendelac era el líder de Delvico, a Adolfo se la soplaba, porque él era el más querido. El más cercano. El más ufano. Una presencia única.
Y flipabas.
Porque estabas acostumbrado a que los clientes impusieran temor a los ejecutivos, a los creativos, a los directivos de las agencias. Y aquel hombre era capaz de hacer que la relación fuera personal, fácil y tremendamente útil.
Estaba orgulloso de una de las primeras campañas que gestionó: En Iberia sólo el avión recibe más atenciones que usted. Quizás porque ese recibir y dar atenciones es algo en lo que se sentía identificado. Y los demás apreciaban de él.
Carlos Villegas, uno de los grandes copies de la era dorada de la publicidad, tenía un cartelito en su mesa dirigido a los ejecutivos que entraban desesperados por cualquier motivo: A este despacho se viene llorao. Rafael Balades, uno de los grandes directores creativos de todos los tiempos, tenía otro cartel encima de su mesa que decía: A este trabajo venimos a divertirnos. Adolfo Pizcueta, el director de cuentas que mejor ha gestionado grandes cuentas en grandes agencias, podría añadir un tercer cartelito: A este trabajo se viene a hacer amigos, si no, no vale la pena.
Adiós, Adolfo, ni se te ocurra preguntarnos ¿Cuándo quedamos?, porque la intención es tardar todo lo que se pueda. Pero, muchas gracias por demostrar que se puede ser tan buen profesional sin dejar de ser tan buena persona. Te echaremos de menos.
Pedro Soler. Partner & Director Creativo en Sowhat.team
Consultor de seguridad industrial en Grupo Rivera Velado
2 añosPedro leí sus comentarios sobre quien fue en vida, Adolfo Pizcueta y sus palabras emocionan, tengo una historia que quisiera compartirla con Ud. referente a este gran hombre. saludos desde El Salvador.
EP&Producer Freelance
2 añosBonito homenaje Pedro. Felicidades!!
Directora de Marketing y Comunicación
2 añosDEP Adolfo, nuestro querido Pizcueta
Executive Creative Director Mccann WG Building Meaningful & Strong Brands
2 añosQué maravilla el maestro Pizcueta, me he quedado justo con eso Pedro, hace un año me dijo cuando quedamos? Cuando yo era una chavala tuve el placer de trabajar y compartir verdaderos proyectazos y también mambos con Pizcueta. Adolfo se venía arriba trasversalmente, no importana la diferencia de edad. En su club entraban los disfrutones, la buena gente, el ingenio y la claridad mental. Un día con una tortícolis imposible me consiguió una cita con el mejor fisio de este país, así de rotundo era, sin dejar margen a la duda me dirigí a ese maestro en el Hotel frente al Congreso de los Diputados. En una hora salvé el cuello. Un magnífico consejero, una persona siempre dispuesta a caminar con su equipo, sus amigos. A transitar por el lado luminoso de la vida. Adolfo no trabajaba, vivía. Nos vemos en la próxima parada amigo. Allí seguro que encontramos una buena barra.
junto palabras
2 añosPrecioso obituario, Pedro. Sentí muchísimo no poder acudir a su despedida. Que es también la despedida a un pedacito de nuestra vida.