Cuando el fútbol pasa de la pasión a la vergüenza
El domingo fue de fútbol, se venían dos finales espectaculares, la de la Eurocopa y la de la Copa América. Esta segunda nos dejó a todos con una mezcla de emociones, desde la euforia por el fútbol de alto nivel hasta la vergüenza por el comportamiento de algunos aficionados. Ahí no solo se mostró lo mejor del talento futbolístico latinoamericano, sino también lo peor de una minoría de seguidores que transformaron un evento de celebración en un espectáculo bochornoso.
En un acto casi increíble, algunos aficionados lograron burlar la seguridad del estadio, metiéndose por los ductos de aire o escalando verjas y muros como si fueran personajes de una película de acción de bajo presupuesto o ladrones recién escapados. Las actitudes violentas y la falta de respeto por las normas básicas de convivencia, como no validar sus tickets y tener que ser sacados del estadio a la fuerza, nos hacen reflexionar sobre el estado actual de nuestra cultura futbolística.
Veía el caos en el estadio y no podía evitar sentir una profunda preocupación al ver a niños y familias completas en medio del desorden. La alegría del juego se mezcló con el miedo y me quedé pensando en lo frágil que puede ser la línea entre la celebración y la catástrofe. La seguridad de todos, especialmente de los más vulnerables, debería ser siempre una prioridad.
Lo peor es que este no es un caso aislado. Los incidentes violentos en partidos de fútbol en Latinoamérica (y en otros países del mundo) son tristemente frecuentes. Desde peleas en las gradas hasta enfrentamientos con la policía, parece que algunos aficionados confunden pasión con agresión.
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Contrastemos esto con la organización de eventos en Europa o incluso en Catar, donde se celebró la Copa del Mundo con millones de aficionados y sin incidentes de esta magnitud dentro de los estadios. ¿Qué hacen diferente estos países? Para empezar, la preparación y la inversión en tecnología de seguridad juegan un papel crucial. Estadios equipados con sistemas de reconocimiento facial, cámaras de alta definición y un contingente de seguridad bien entrenado logran disuadir a quienes tienen intenciones de causar problemas. Sin embargo, la tecnología por sí sola no es suficiente.
Si bien la tecnología avanzada puede ayudar a mantener el orden y la seguridad en los estadios, la verdadera base de un comportamiento adecuado reside en la educación. Un aficionado bien educado, haya o no presencia de seguridad o tecnología de punta, no va a intentar ingresar al estadio sin pagar ni va a buscar entradas indebidas para colarse. Así de simple. Es la formación y los valores inculcados los que realmente previenen estos comportamientos inapropiados.
Ya hemos visto de cerca tragedias en el fútbol, cuando se ha combinado la mala organización con el mal comportamiento de los aficionados. Podemos culpar a la falta de inversión en infraestructura de seguridad, pero en el fondo todo se debe a la mala educación o a la cultura del “vivo” donde muchos creen que saltarse las reglas es sinónimo de astucia, cuando en realidad es una muestra de falta de respeto por los demás y por uno mismo.
Una sociedad que valora el respeto y la integridad verá reflejados estos principios en todos sus ámbitos, incluyendo el fútbol. Qué bueno que sacaron a los colados, ya solo falta que paguen por la vergüenza pública que nos han hecho pasar.