¡Cuidado con la rutina
¡Cuidado con la rutina!
El Rambam escribe sobre los Negaim del Tzaraat (manchas) lo siguiente:
Una maravillosa señal había en Israel para advertir a quienes hablaban Lashón hará. Inicialmente aparecían en las paredes de su casa manchas, las cuales debían ser revisadas por el Cohén. Eso daba lugar a que el dueño de casa recapacitara y revisara sus actos.
Si hacía Teshubá la mancha desaparecía y la casa se purificaba; de lo contrario, la casa era declarada impura y debía ser destruida. Luego las manchas afectaban las ropas y nuevamente tenía la posibilidad de cambiar de actitud.
Si lo hacía, el Tzaraat desaparecía, y si no, aquellas piezas debían ser incineradas.
Si, Dios libre, el pecador continuaba aferrado en su falta, el Tzaraat aparecía sobre su propio cuerpo. Durante el proceso de revisión y purificación, el afectado permanecía alejado de la sociedad, sin poder estar en contacto con nadie.
Era una situación casi ineludible de reflexión.
Vemos entonces que el Nega Tzaraat se presentaba en tres etapas: primero la vivienda, luego las ropas y por último el cuerpo del pecador. Surge la pregunta: ¿cómo es posible que una persona, luego de perder su casa, no deponga su actitud pudiendo perder hasta sus ropas y llegando al punto de sufrir las señales sobre su propia carne?
La respuesta está en la pérdida de sentimiento a raíz de la rutina.
Solemos adaptarnos por costumbre a ciertas situaciones, por lo cual perdemos toda sensación y sentimiento. No hay duda de que, cuando aparecían las manchas en la casa, el pecador se conmovía, pero a fuerza de costumbre, aquella emoción se desvanecía rápidamente.
Lo mismo sucedía cuando el mal llegaba a la ropa y hasta en su mismo cuerpo. Tales son los efectos negativos que puede causar la rutina.
Salo Michán M.