Cuidar zonas de reserva natural

Cuidar zonas de reserva natural

Los departamentos de Olancho, Gracias a Dios, y Colón son los 3 de mayor extensión en nuestro país, sumando 49,000 km2, que corresponde a casi un 44% de la extensión del territorio nacional. Viendo la geografía natural y humana de esas zonas, vemos que en efecto tienen una densidad poblacional menor a la del promedio del país, y esto está acompañado de la existencia de amplias reservas naturales (con variables niveles de cuidado) y de un desarrollo de la infraestructura mucho menor.

Cualquier indicador de infraestructura (carreteras pavimentadas, carreteras secundarias, telecomunicaciones, seguridad y defensa, accesos de servicios de salud y educación) nos indica que la cobertura no sólo es inferior a lo adecuado, sino también lo es de la media en el resto del país. El hecho que tengamos extensas y preciosas reservas naturales es utilizado de excusa para limitar el desarrollo de las poblaciones de esos territorios. Esta creemos que es una lectura parcial de la realidad y de lo que se requiere, por lo que es necesario tener una discusión pública abierta para poder tomar las mejores decisiones.

El principal argumento para oponerse al desarrollo de la infraestructura y servicios públicos es que así se desincentiva la deforestación producto del desarrollo de la agricultura, silvicultura, y la ganadería extensiva. Una menor población y que haya difícil acceso a la actividad comercial debe hacer (según esta lógica) que el desarrollo sea mucho menor.

El paso de los años nos indica que esto no es así. La población continúa creciendo, las actividades ganaderas y madereras se desarrollan en desorden, y existe una falta general de presencia y control gubernamental en la zona. Esto es agravado porque el repliegue del Estado incluye la seguridad pública, por lo que florecen -y tienen gran preeminencia en las actividades productivas- las actividades ilícitas, especialmente de trasiego de estupefacientes.

Existe un círculo vicioso de falta de presencia estatal, poblamiento y deforestación, y desarrollo de las actividades al margen de la ley. Las soluciones que se proponen generalmente son de tipo represivo y transitorias, ya que por la misma exclusión se ha evitado el desarrollo de los medios logísticos que permitirían la presencia del Estado de forma permanente.

Por tanto hay que estudiar cómo regularizar e integrar el desarrollo de estos sectores a la vida nacional.  Esto incluye mejores vías de acceso y comunicaciones para potenciar las capacidades productivas de los terrenos ya incorporados a las actividades productivas, aumento del aprovisionamiento de servicios de salud, educativos, y de otros tipos para mejorar las condiciones de vida de la población.

Para el tema de seguridad este desarrollo de la infraestructura vial debe ir acompañado de una presencia de seguridad considerable. En los confines de las áreas de desarrollo esta solo puede ser proporcionada por el Ejercito. La presencia militar que trabaja con el desarrollo de infraestructura permanente tiene la ventaja de permitir la acción pública de bloquear la invasión de las áreas en reserva, y es la única manera de establecer barreras a la colonización que sean respetadas. Una legislación adicional que permita la expulsión expedita en los parques nacionales ayudaría a lograr este cometido.

Esta frontera militar no es un concepto nuevo. El imperio romano para ir pacificando e integrando las actividades productivas grandes extensiones de terreno iba construyendo caminos a medida que avanzaban las guarniciones. Esto es parte del proceso de construir una nación, ya que la población que ha sido tradicionalmente excluida se vuelve parte de la nacionalidad. Si le sumamos la capacidad de esta infraestructura de atraer actividades turísticas complementarias con las reservas naturales, podemos desarrollar una forma de protección que sea sostenible a largo plazo.

 

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