Dónde está la revolución de la comunicación digital

Buena parte de la transformación que ha provocado la revolución digital en la comunicación está en los canales de distribución. Y hay otra porción importante que no ha cambiado (pero que se le extraña).

Comparemos estos días con hace 20 años: los ciudadanos de hoy pueden publicar sus contenidos sin límites. Los ciudadanos del pasado dependían que sus contenidos fueran de interés de los medios de comunicación, los que monopolizaban los canales de distribución (la circulación de los periódicos, de libros y revistas, la audiencia de la radio y la televisión, el lejano encanto del cine, la capacidad incendiaria del pasquín, etc.).

Entre las mucha consecuencias se puede mencionar que esta democratización de los canales de distribución de contenidos se salió de cauce y, como toda avalancha, ha inundado amplias zonas -si no todas- de las audiencias con contenidos que, como las crecidas de los ríos, llevan el agua que es vital, pero también animales muertos, restos de viviendas, automóviles, árboles arrancados de cuajo: todo lo virtuoso y lo defectuoso que halló en el camino.

Hemos pasado de un estado de limitación real de la libre expresión a otro en el que esta libertad corroe, tanto que ha puesto en riesgo una institución vital como la (supuestamente perfecta) democracia, los derechos humanos y la existencia de la humanidad. El PNUD llama a esta era el antropoceno y lo define como que el mayor riesgo para el ser humano es él mismo.

La apertura de los canales de distribución es la clave, por ahí pasan los algoritmos maquiavélicos y la utilización descomedida del big data, la manipulación del "vox populi vox Dei" y la devaluación de todos los principios sobre los que, bien que mal, se ha erigido la humanidad.

Sin embargo, la deontología de quienes ejercemos profesionalmente la comunicación no ha cambiado, porque se basa en pricipios superiores. Los periodistas, quienes interponemos la ética a los apetitos individuales, actuamos igual que hace 20 años: la revolución digital poco, o casi nada, cambió: la comunicación de calidad sigue teniendo resultados favorables, los géneros periodísticos han ampliado su impacto, la credibilidad vence aún a la masificación, la manera de actuar en el espacio virtual y en el tiempo real exige el mayor apego a la verdad.

No es en vano que una de las nuevas herramientas que usa la comunicación proviene del análisis de los canales de distribución, para lograr que el vínculo entre los mensajes, que se sostienen sobre principios permanentes, y su audiencia, que cambia a toda velocidad, sea lo menos accidentado posible.

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