De corporativo a emprendedor: un viaje agitado pero prometedor

Salir de un entorno corporativo para lanzarse a emprender es todo un reto que, si bien puede estar lleno de obstáculos, también supone una auténtica oportunidad para conocerse, aprender, y crecer profesional y personalmente. Muchas veces la clave para salvar esos escollos estará en conocerlos y saber darles un giro, convirtiéndolos en ventajas que nos ayudarán en nuestro camino al éxito.  

El primer vértigo puede surgir cuando, tras una exitosa carrera en un entorno corporativo, el nuevo emprendedor se percata de la poca relevancia de su marca personal fuera de la organización. Cuando se da el ‘salto’ es necesario un periodo de transición en el que habrá que trabajar intensamente en el desarrollo de la propia marca con el objetivo de afinarla y potenciarla. Si tomamos esta debilidad para transformarla en fortaleza, el nuevo profesional que emerja de este proceso gozará de una marca personal mucho más potente y sólida. El resultado será que el foco habrá cambiado totalmente: de la marca definida por la empresa para la que se trabaja y el puesto desempeñado, a la persona que hay detrás del mismo.

No obstante, no sólo la marca personal se ve comprometida en esta etapa inicial, sino que se descubre que los proyectos en los que se ha trabajado o incluso que se han liderado (en muchas ocasiones, con gran protagonismo) no pueden citarse como logros propios al haber sido desarrollados dentro de una estructura organizativa superior. Salvo en el caso de que se haya compaginado la carrera corporativa con una actividad independiente, existen pocos atajos para crear unas referencias propias a corto plazo. Una posibilidad para la creación de un portafolio inicial de referencias sería a través de colaboraciones con otros emprendedores u organizaciones independientes.

De igual modo, dentro una organización el trabajo está altamente especializado por áreas o competencias, y el paso al mundo emprendedor pone de manifiesto las carencias en aquellas áreas más alejadas de nuestra expertise (por ejemplo, en ventas, finanzas o marketing). Para suplir estas carencias, o bien se busca la complementariedad a través de socios o colaboradores o, si la estructura de costes del proyecto no lo permite, será necesario desarrollarlas en un nivel suficiente como para permitir el arranque del proyecto. En esos casos es necesario gestionar de forma realista nuestras expectativas en el desempeño de aquellas áreas en las que somos menos hábiles, pero que necesitamos asumir hasta que el proyecto crezca. 

Cambios de escala, ritmos y rutinas

Dentro del proceso, otro de los cambios que se producen es el de escala, que afecta a nuestro entorno competitivo en cuanto a contactos de clientes, proveedores y competidores. Si es un salto muy grande, puede ocasionar que nos veamos totalmente desplazados de nuestro posicionamiento inicial en el mercado y, por tanto, obligados a crear de cero toda una nueva red de contactos para el nuevo proyecto. Esto es aún más significativo cuando el paso de corporativo a emprendedor se realiza saltando a otro sector o área funcional.

Igualmente, en la escala temporal diaria, mensual y anual es necesario crear nuevos ritmos. Aunque es posible adaptar algunos hitos a nuestra nueva organización, lo más probable es que haya que crearlos por completo para responder a sus hitos críticos (que pueden ser muy distintos de los de una organización en fase de madurez). Por ejemplo, organizaciones maduras marcan sus ritmos con la presentación de cuentas anuales y establecimiento de presupuestos para el año sucesivo. Sin embargo, la realidad de un emprendedor puede estar determinada por objetivos a corto plazo, trimestrales, y muy frecuentemente por la necesidad de replantear todo el proyecto ante una circunstancia adversa.

Incertidumbre financiera

Otro punto muy a tener en cuenta es que el paso de la seguridad corporativa a la incertidumbre que conlleva el emprendimiento puede ser un escollo insalvable para quienes valoran la seguridad financiera por encima de todo. Si los factores que impulsan a dar este salto adquieren suficiente peso en la balanza, este miedo puede ser mitigado intentando reducir el riesgo, aunque nunca desaparecerá del todo. Aprender a convivir con ello es una de las grandes claves de transformación personal.

Por un lado, se puede compaginar durante un tiempo la actividad emprendedora con la corporativa, pero esto se puede prolongar por un tiempo limitado ya que el desgaste personal puede ser importante, y llegará un punto en que el proyecto emprendedor demande más atención para poder crecer. Por otra parte, si se desea partir con una dedicación plena en el nuevo proyecto, es recomendable realizar una planificación financiera para acumular recursos en previsión de que se vaya a estar un tiempo sin generar ingresos. De esta planificación de recursos, se recomienda multiplicar el escenario pesimista por tres, para acercarnos a lo que sucederá con mayor probabilidad.

Se dice que los Planes de Empresa están para romperlos, y que no todo proyecto requerirá un detalladísimo business plan para arrancar; lo que es recomendable en cualquier caso es realizar un mínimo producto viable, testarlo con clientes reales y ser capaces de adaptarlo muy rápidamente hacia donde existe una mayor demanda.

No todo son ‘contras’

Pese a lo que pueda parecer, no todo son escollos en el proceso de convertirnos en emprendedores. La conversión a emprendedor conlleva una gran recompensa a través de la independencia de acción y de la adopción de un criterio propio. Para aquellas personas con carácter independiente esto puede ser una importante motivación, junto con la posibilidad de realizar un aprendizaje continuo. Manejar las riendas de la vida, asumiendo los errores y aprendiendo de ellos, es una enorme fuente de felicidad.

A su vez, esta independencia de acción permite la toma de decisiones que nos acerquen a nuestro estilo de vida, sea cual sea o, al menos, facilita tener un plan a largo plazo para alcanzar ese objetivo. Y que este plan dependa de nosotros en mayor medida que de factores externos.

Por supuesto, cada cual decide qué entiende por equilibrio personal según cuál sea su propósito de vida. Para algunos puede consistir en un adecuado balance entre vida personal y trabajo, para otros en compaginar varios proyectos de emprendimiento en paralelo, o incluso en vivir a caballo entre dos continentes. Teniendo claro nuestro propósito de vida, el paso de corporativo a emprendedor llegará de forma natural.

Nota final: este artículo fue publicado en Talent Street