De la trágica experiencia del querer contarlo todo al valor indiscutible del silencio.
Foto de Annie Spratt en unsplash

De la trágica experiencia del querer contarlo todo al valor indiscutible del silencio.

La escritura fue catártica en sus inicios, particularmente cuando me enfrentaba con situaciones de desigualdad. Me enojaba, quería dar cátedra, hasta que finalmente entendí que la que debía ser tolerante era yo. Mi embarazo de alto riesgo me hizo volver a la calma y conectarme con algo que había dejado muy relegado, mi amor por la escritura. Esta vez, en el marco de un taller literario, logré abordar los temas profundos que me interesaban desde una perspectiva lúdica que pudiera convocar al público infantil a través de la narración y de las ilustraciones.

Trabajando con niñxs de Latinoamérica me daba cuenta de que ellxs necesitaban y exigían saber más sobre ciertas temáticas. Que lxs que tenemos miedo de hablar somos nosotrxs y que en el silencio lo único que generamos son dudas, incertidumbres y temor a enfrentarse con situaciones desconocidas.

Fue así como busqué formas de transmitir mis mensajes y muchos otros que surgían de forma secundaria a partir de la escritura de los cuentos. Aprendí, como decía la autora argentina Liliana Bodoc, a respetar el valor semántico del silencio. Empecé a entender que todo consistía en manejar el final óptimo en el cual el cuento no estuviese totalmente abierto generando angustia y desconocimiento, ni complemente cerrado con una resolución obvia y aburrida.

Descubrí que más allá del contenido, es importante la forma en que contamos las historias. Historias que siempre tienen fragmentos de nuestra realidad, es decir, recortes que hacemos mediante nuestra mirada.

Quiero que lxs niñxs se trasladen bajo sus propios riesgos y fuerzas a mundos paralelos y desconocidos. Allí donde no existe la mediación de dispositivos digitales que con una cruz nos permiten salir de la incomodidad. O donde la voz de unx adultx marca un coto en el tiempo destinado a ese viaje.

Valoro la capacidad de comprensión e interpretación en las primeras infancias, y creo que habrá tantos libros como niñxs lo lean. Propongo generar lectores activxs que encuentren en cada re-lectura un nivel de profundidad mayor.

Julia y su Luna es el primer libro que publicamos junto con la ilustradora colombiana Silvia Barreneche. Julia fomenta la conexión intergeneracional, pudiendo enseñar y al mismo tiempo aprender sobre el dispositivo del libro de una manera autónoma y sin directrices. Por su sencillez de palabras y su tipografía aumentada, el libro puede ser leído por cualquier persona que tenga ganas de transmitir la idea de diversidad y encuentro entre lxs participantes del cuento y nuestro entorno inmediato. A su vez, el libro promueve el reconocimiento de la otredad, de un patrón distinto al propio encarnado en la protagonista de la historia, pudiendo abordarse puntos de vista que favorecen la descentración de unx mismx, fomentando la empatía y solidaridad. Confío en la capacidad de diálogo, reflexión, juego y aprendizaje que surgirá a partir de la lectura del mismo. ¡Lxs invito a conocernos!

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