De la Tragedia de los Comunes y la desescalada en España

El pasado sábado 25 de abril, se publicó en el Boletín Oficial del Estado la autorización de desplazamiento de los niños menores de 14 años en España a partir del 26 de abril. A pesar del debate generado en la Asamblea, el Consejo de Ministros y en general con otros actores gubernamentales, la medida fue avalada y apoyada por múltiples expertos de la psicología infantil. 

A mi parecer, el gobierno no ha escuchado nunca sobre La Tragedia de los Comunes. Después de más de cuarenta días en confinamiento, la estrategia de desescalada debe ser muy bien pensada para evitar repuntes. Considero que la mecánica para analizar estas propuestas carece de análisis rigurosos y multidisciplinares.

La tragedia de los comunes ejemplifica el dilema de la sobreexplotación de los bienes comunes. La situación es la siguiente: Imagine varios individuos – Población de España—, que motivados solo por su interés personal – sacar a los niños, hacer ejercicio–, y actuando independientemente pero racionalmente—salir a las calles descontroladamente—, terminan por destruir un recurso compartido limitado –revocar la autorización para salir en estado de emergencia—, aunque a ninguno de ellos les convenga la destrucción.

Esto es lo que ha pasado desde el 26 de abril, cuando entró en vigor la autorización de desplazamiento de los niños menores de 14 años en España. 

Yo estoy de acuerdo que los niños son un colectivo primordial para tener en cuenta a la hora de crear estrategias para la paulatina desescalada del confinamiento. Sin embargo, se debe hacer un análisis estratégico para que la norma en sí guíe el comportamiento de los ciudadanos.

¡Ojo! No se trata de crear un estado totalitario, donde se tenga a un dictador benévolo, pero si en incorporar mecanismos de incentivos que nos ayuden a tomar mejores decisiones. No es que sea Keynesiana ni de la escuela austriaca. (Chiste interno de los economistas)

Volviendo a nuestra analogía, uno de los supuestos del dilema es que la comunidad es incapaz de lograr acuerdos racionales, y en caso de llegar a acuerdos, es incapaz de hacerlos cumplir. Así, la necesidad de participación de un agente externo se hace evidente.

No es sorpresa que ahora valoremos o percibamos la posibilidad de salir a la calle como un derecho y que por lo tanto queramos aprovecharlo al máximo. Al igual que cada pescador quiere pescar la mayor cantidad de peces posible pensando en maximizar su propia ganancia y sin pensar en un futuro de escasez de peces por sobreexplotación; nosotros queremos salir la mayor parte del tiempo posible, pensando en nuestro bienestar y mayor goce de nuestro derecho, sin pensar en las consecuencias de cómo lo hacemos.

Pienso que al modelar, evaluar y autorizar las normas de desescalada se deberían implementar conocimientos y estrategias que el campo de la economía experimental y del comportamiento han desarrollado. Esto asegura que las soluciones contemplen el comportamiento de las personas y disminuir escenarios inciertos que llevan a frases como “ya veremos cómo actuará la gente”, “dependiendo al resultado vemos que hacemos”.

Por último, es importante decir, que nosotros como población también tenemos el deber de velar por el bienestar común. Debemos respetar las normas y usar sentido común, así podremos evitar medidas más restrictivas como, por ejemplo, establecer horarios de salida según últimos dígitos del DNI para evitar que la población se vuelque masivamente a las calles.