DE LOS DOMINIOS DE LA POLÍTICA Y DE LA PSICOPATÍA…
La psicopatía es un tipo de trastorno moral y emocional caracterizado, sobre todo, por la incapacidad que tiene, quien lo sufre, de empatizar con los demás, de ponerse en el lugar del otro y sentir los propios afectos alterados o matizados por lo que quienes le rodean puedan sentir.
Puesto que la moralidad se sustenta en la existencia de códigos de conducta que presuponen, precisamente, la toma en consideración de valores grupales, de puntos de vista en los que queda involucrado el interés colectivo, se concluye también que el psicópata es un ser incapacitado para acceder a sentimientos morales. El núcleo de esa incapacidad queda señalado por la ausencia de sentimientos de culpa y, correlativamente, de responsabilidad y de vergüenza.
Los psicópatas son sujetos cuyo comportamiento es habitualmente egocéntrico y antisocial. Son hedonistas, impulsivos, superficiales, mentirosos y manipuladores, muy hábiles a la hora de racionalizar su comportamiento a fin de que parezca correcto, sensato y permisible, pudiendo cambiar con gran facilidad sus argumentos justificativos si se les coge en alguna contradicción. Suelen ser encantadores en primera instancia y notablemente inteligentes.
El psicópata, por lo demás, no sufre un trastorno de las funciones cognitivas: cuando hace daño, por ejemplo, sabe que lo hace… Aunque pueda parecerlo, todavía no estoy hablando de política o políticos.
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Nuestra sociedad ha creado un caldo de cultivo cultural especialmente propicio para el desarrollo de las psicopatías. El psicópata es, efectivamente, ese personaje egocéntrico y desentendido de las consecuencias de sus actos que, de modo indirecto, propicia nuestra cultura.
Si pensamos los dominios de la política, allí, precisamente se le ofrece al psicópata la posibilidad de manipular a la gente, con las contra-habilidades sociales de saber mentir y engañar a los demás, comportamientos tan recurrentemente utilizados por los políticos (no por todos, por supuesto) y que el psicópata domina, así como por el hecho de saber sacar beneficio propio sin que importen los perjuicios que ello ocasione en los demás.
Hemos de considerar que la psicopatía no es una entidad nosológica con unos límites absolutamente determinados, sino que el conjunto de sus síntomas varía de menos a más a lo largo de una escala, lo que permite que personajes capaces de exhibir en sus comportamientos una sutileza mayor de la que es propia en el psicópata-tipo escalen posiciones en la política perfectamente camuflados tras una apariencia atractiva.
José González Cosimini Psicólogo Clínico, Facultad de Psicología, Universidad de la República, Uruguay. 24096235 094558177.