Debate informal entre un profesor marxista y un hombre libre.
La piedad de M.A: y la primera edición de la Crítica de la razón pura (en alemán, obviamente)

Debate informal entre un profesor marxista y un hombre libre.

Buenos días, queridos colegas y contactos de Linkedin. En esta ocasión quisiera compartirles los argumentos que sostuve en un debate con un profesor mejicano. Este hombre, según interpreto, es un marxista de un tipo muy extraño, ya que habla del advenimiento de un "emergentismo materialista dialéctico", en virtud del cual se creará (utiliza el verbo "creer", es decir, cree en ello, y hay una referencia a la "creación", ¿no?) una nueva "comunidad", dicho lo cual tal sería el thelos al que tiende la historia, donde descansaría la "salvación". Lo curioso es que el debate comenzó problematizando la existencia o no del buen dios judeo-cristiano. Por supuesto que el señor profesor no "creía" en el tal dios, en tanto en cuanto materialista, etc., etc. Ahora bien, todo su discurso, además de adolecer de fundamentación y argumentación racional (es lo que traté de mostrarle, que no estaba buscando sino lo que le falta, es decir, un dios, un padre, un líder, un capo, un duce, un führer... me da lo mismo), era y es un discurso plenamente religioso y dogmático e ideológico. Porque las ideologías son eso: religiones subsidiarias del dios muerto que no luchan sino por los restos de su poder secularizado en el Estado. Y a continuación lo demuestro como lo demostré el día señalado (7 de mayo del corriente).

(Aclaración: todas las citas y referencias las hice de memoria... de suerte que, si cometí algún error en ese rubro, espero sepan comprenderme).

Hela aquí mi argumentación:

Buenos días. Desde mi punto de vista (kantiano y schellinguiano en este caso), no se puede demostrar la existencia de dios, porque está por fuera de los límites de la razón y su argumentación (la de Anselmo) no es sino que es porque es, es decir, su existencia tiene que ser idéntica a su esencia (la prueba ontológica no prueba nada. Schelling lo demuestra magistralmente en sus Philosophische Briefe über Dogmatismus und Kriticismus, carta sexta: Seine Existenz und sein Wesen müssen identisch sein). Ahora bien, tampoco se puede demostrar la existencia del yo, toda vez que, si seguimos rigurosamente la hipótesis del genio maligno, del antecedente no puede salir jamás como concluyente "si me engaña, soy", porque lo que está asegurado es el engaño, no el engañado. Esto lo vio Nietzsche claramente en el famoso parágrafo XVII de Jenseits von Gut und Böse (Más allá del bien y del mal), y ya lo había visto Schelling también. Es decir: no va el Je pense, donc je suis, porque Ello piensa, te piensa, nos piensa. Ya sea un dios engañador que te hace creer que sos aunque no seas, ya sea el capital, la voluntad sin entendimiento, el inconsciente, etc. Así como el lenguaje te habla, el pensamiento te piensa. De hecho, la filosofía moderna se funda en un terrible engaño (el yo o el sujeto), y para salvar el edificio Descartes qué hace... lo único que podía hacer: abandona la crítica y saca de la galera al buen dios, este sí, perfecto (esto es, que no engaña, y así cierra el círculo y clausura la desmesura, haciendo descansar la metafísica en una garantía teológica... pero es un cuento teológico, no una garantía, toda vez que el ansia como afecto y la soledad por la muerte del tal dios son la esencia del hombre moderno, como lo vieron Hegel y los románticos alemanes, por ejemplo. Sobra con ver cualquier pintura de Caspar David para comprenderlo). Ahora bien, justamente aquí se ponen en juego dos sentimientos: lo sublime (erhabene) y lo siniestro u ominoso (unheimlich, que en rigor es un extrañamiento frente a lo familiar, a lo que una vez fue heimlich). Me interesa hablar un segundo de lo sublime: si vos estás en la cascada, por ejemplo, leyendo a Goethe (concretamente la Elegía de Marienbad), enfriando un vino blanco en el río, con la mujer de cabello solar y ojos de bosque, que te sonríe con todos sus blancos dientes que son más bellos que las flores de azahares, y llueve y está soleado al mismo tiempo, y salen diez arcoíris acá y acullá, y no hay hombres alrededor, sino que todo es naturaleza (empírica, obvio, pero sos capaz de restituirle algo en sentido clásico, es decir, como el ser -justamente el ser o la naturaleza fue lo que se perdió con el cristianismo y su dios, y luego Descartes lo remató -al ser- en tanto "extensión", cosa muerta si las hay-, digamos, si sos o devenís un poquito spinoziano (Deus sive Natura), o como estampó el joven Hegel en el cuaderno del querido Hölderlin (Eins und Alles) y sentís (siempre estamos hablando de un sentimiento que vos imprimís en el fenómeno que tenés frente a los ojos), digo, si se da esta poesía de la existencia, yo te aseguro, caro mio, que experimentás lo divino y la religión (en el sentido de re-ligar lo que los imbéciles de los hombres hemos separado en virtud de la Wille zur Macht, la voluntad de poder, es decir, voluntad de voluntad, esto es, un hombre que se come a sí mismo, un loco, un delirante, que luego alucina ser un Übermensch, etc.). Entonces, no hay dios -por suerte, aunque su poder fue secularizado y descansa en su hijito, el Estado- pero sí existe lo divino. Es más, la verdad es como el rayo en la noche de campo que, súbitamente, te muestra todo. Yo no sé si ese buen rayo no es divino también. No sé si no lo envía Zeus. No sé si cuando nadé en una secreta playa frente al templo de Poseydón él no estaba en la vuelta. No sé si cuando leo en griego a Homero o Platón no está Atenea por ahí. No sé si cuando alguien comete hybris no le caen furiosas las erinias y le castigan terriblemente. Fratello, en una palabra: hemos perdido todo, el ser, la naturaleza, los dioses del campo (paganus), el dios judeo-cristiano (urbanus) -el señor Paulo de Tarzo... ¡cazzo!, la ilustración, la dignidad... no perdamos los afectos y dejemos que la poesía -el mundo es poesía- nos encuentre bienaventurados, recuperando de tal suerte tres cosas: la belleza, la justicia (es decir, lo suyo de cada uno) y las virtudes, como el hacer el bien a un congénere ad honorem si está en la mala, o comprender porqué se rompe el alma cuando no se comprende la esencia del mundo, que es divina y la hemos transformado en infernal, como siempre pasa. Fijate en el texto de Heine, Los dioses en el exilio. Quizás algún día comprendamos que la sinécdoque o metonimia  infundante de la modernidad es un delirio (ser parte y querer ser todo), y aceptemos de tal suerte lo bueno de la divina alegría de la justa composición de un momento eterno, y aceptemos asimismo la muerte con serenidad. El Baku (Bakunin) lo sabía: "destruyamos todo -dijo-, pero salvemos la novena sinfonía". Ahí están lo divino y la religión, fratello. Il dolce far niente... que es exactamente lo que te he descrito mediante la escena aiónica, divina y sublime, de la cascada y la mujer hecha de sol y bosque. Podría relatarte muchas otras, pero ya estoy un poco cansado. Conclusión: ni dios, ni amo, ni patrón, ni padre, ni yo, ni vos. Sólo un ente vivido que es parte y, a fuerza de ser adecuadamente pensado, ve el todo y sabe que es divino. Hay que aceptarlo todo: la razón y lo que desborda la razón, equilibrando la luz y la sombra. Supongo que ahora me voy a leer a Walt Whitman. Hasta la próxima. ¡Auguri! Saludos desde Montevideo.

Después de los elogios del señor profesor hacia mi exposición ("sana envidia", "admiración", "felicitaciones" y "erudición nunca antes vista", y no sé cuántas cosas más de la misma suerte... vinieron las diferencias, las cuales fueron problematizadas de mi parte de la siguiente manera.

Alfredo Gorositovsky, le presento un hilito del que podemos tirar a ver qué sale, y de paso para estimular también el pensamiento crítico. Fíjese usted: vacío el poder dogmático y revelado del dios, despojado el hombre de una única visión del mundo que no es sino la del tal dios, ¡huérfano el pobre animalito!, la biblia, el crucificado, el coro de ángeles, la liturgia, la ceremonia, la creencia en el paradiso, ¿qué pasa a ocupar ese lugar de poder que ha quedado vacante? Lo pasan a ocupar los frutos más deliciosos y también los más rancios de la asesina del susodicho ente (del dios), a saber: la ilustración o la época de la crítica. Los frutos son: el liberalismo, el marxismo, el anarquismo, pero también el fascismo y el nazismo. Aquí los jugadores interpretados son Kant, Fichte, Hegel (muy rápidamente puede intuirse intelectualmente y también mediante la reflexión de lo flexo, que el espíritu absoluto no es más que el Estado de Prusia y tiende, hay una trieb, hacia lo totalitario) y Nietzsche en tanto en cuanto su hermana fue verdaderamente nefasta (judas, la llama el querido Georges Bataille, o Jorgito Batalla, como le llamo en chiste en mis lecciones en la facultad), porque era una nazi posta y desfiguró el pensamiento de este buen hombre que terminó, según dicen, exclamando antes de perder la cabeza, mientras observaba que un noble caballo era severamente castigado: "perdoname mamá, porque soy tan estúpido". El ultrahombre. Jaja. Creo que fue en Torino. Non ricordo bene. Sono certo che si trovava in Italia. En fin, conclusión: como ya no hay una única visión del mundo, que en la época cristiana tampoco era tal, porque el subjectum no estaba atado a representaciones sin fundamento, empieza el conflicto de las visiones del mundo, Weltanschauungen, ¿y porqué luchan? Por el poder, como es obvio. El poder que antaño ostentaba el dios trascendente, hogaño se lo disputan las ideologías. De suerte que, para un hombre como yo que, confieso, desprecia profundamente el Estado y el gobierno, las ideologías son meramente religiones subsidiarias. La ética es otra cosa, muy distinta. Ejemplo: un anarquista profesa una ideología y cree en la Anarquía por venir. ¡¿Un bel sogno, no?! Ahora: un hombre anárquico (repárese en el cambio de sustantivo a adjetivo) es un hombre libre inclusive del Estado y del movimiento anarquista y del capital también. ¿Por qué? Porque en el frontispicio de su alma está tallado lo siguiente: honor, dignidad, justicia, cordialidad, grandeza de ánimo, autonomía radical, orgullo y crítica implacable a cualesquiera excesos que cualquier gobierno, partido u hombre quiera infringirle. Es decir: morir antes de renunciar a las virtudes. Como Sócrates, ¿no? El otro dijo por lo bajo: eppur si muove. ¡Lo hubiese gritado! Gaius Iulius Caesar cruzó el Rubicón de una, ¿no? Obvio, porque procedía de Juno, es decir, la más divina entre las divinas (lo cual no quiere decir que no fuese cruel y vengativa). Listo: alea iacta est (la suerte está echada). No por una idea abstracta, sino por cómo considerás que tenés que vivir y actuar. ¿Si capisce? Luego lo hablamos. ¡Forza, fraté! Abbiamo bisogno di pensare tutti. ¡Auguri!


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