Dia de S Juan de Dios. Granada de oro


El día 8 de marzo, además del día de la mujer, ha sido el día de S. Juan de Dios, patrón de los enfermeros, los bomberos y de todos los que trabajan o hemos trabajado en sus casi 500 centros hospitalarios y residenciales en todo el mundo.

Yo he trabajado en el hospital de S Juan de Dios de Sevilla hasta el día 1 de enero como médico especialista en Medicina Interna durante muchos años. En este día del patrón se me ha distinguido con la imposición de la Granada de oro, símbolo de la orden hospitalaria en todo el mundo, por toda una vida dedicada a la hospitalidad, los enfermos, sus familias y a los más necesitados de la sociedad.

Ha sido un acto celebrado en la capilla del nuevo hospital, a la que han asistido los hermanos de la orden hospitalaria, los directivos de la misma, autoridades y representantes de distintas hermandades de Sevilla, voluntarios, benefactores, vecinos del barrio de Nervión y los trabajadores del hospital y antiguos trabajadores.

El acto ha consistido en una misa conmemorativa del santo patrón de la orden, la entrega de dicha condecoración y una posterior comida de hermandad para toda la familia hospitalaria e invitados.

Durante la misa, el sacerdote ha hecho una homilía donde ha destacado el paralelismo entre lo que hacía el santo en su época y lo que hacía yo como médico en este hospital. Estas palabras me han abrumado y emocionado hasta casi no poder controlar la emoción, pero creo sinceramente que son inmerecidas y exageradas.

Posteriormente tomó la palabra el Hermanos Superior que también me ha agradecido, con hermosas palabras y frases dichas por mis compañeros de trabajo, por la dedicación y profesionalidad durante tantos años, la humanidad para con los pacientes y sus familiares, la disponibilidad para ayudar a los compañeros y a cualquier persona y la fidelidad a dicho centro. Estas palabras también me llegaron a lo más profundo del alma, porque nunca imaginé lo querido y reconocido que he sido a lo largo de estos años.. El Hermano superior me hizo entrega de tan distinguida condecoración, con la que me siento muy gratificado, reconocido y privilegiado. Siempre la guardaré con orgullo y honor en la mejor vitrina de mi casa, para que cada vez que la mire me haga recordar el médico que un día fui y la dedicación a los enfermos y a los más desfavorecidos de la sociedad durante tantos años. Lo que no se da, se pierde. Aunque de médico no se jubila uno nunca hasta que se muere y siempre estaré a disposición de quien me necesite, como siempre ha sido y será.

Posteriormente me vi en el compromiso y obligación de responder con unas palabras de agradecimiento por tan alta distinción, por tan alto reconocimiento y cariño demostrados a lo largo de tantos años, y que más o menos decían así:

Queridos hermanos de la orden hospitalaria, señores directivos, distinguidas autoridades, representantes de las distintas hermandades, señor jefe de Bomberos de Sevilla y queridos compañeros de todos los servicios del hospital, Voluntarios y publico presente:

Felicidades a todas las mujeres. Felicidades a los enfermeros y bomberos. Y felicidades a la familia hospitalaria de la orden de S. Juan de Dios en todo el mundo

En primer lugar quiero agradecer a la institución y a todos los que han hecho posible la concesión de esta Granada de oro, por toda una trayectoria profesional en este hospital. También quiero agradecer que me dieran la oportunidad de trabajar aquí aún siendo muy joven, que me dieran responsabilidades y exigencias máximas, libertad para trabajar con los recursos disponibles sin injerencias y por la confianza depositada en mi a lo largo de esta larga vida profesional. Un orgullo haber trabajado en este hospital, con el que siempre mantendré lazos sentimentales.

En segundo lugar quiero expresar mi reconocimiento, mi admiración y mi agradecimiento a todos los compañeros de todos los servicios del hospital por su excelente trabajo, por su empatía, por su profesionalidad, calidad de la medicina y la asistencia, por su humanidad, compasión y entrega con los pacientes y familiares a lo largo de tantos años. Cada día lo haréis mejor. Nunca tengáis miedo a hacer lo correcto siempre y con todas las personas, especialmente si está en juego el bienestar de un paciente, una persona mayor o un dependiente. Los castigos de la sociedad son pequeños comparados con las heridas que nos infligimos al alma cuando miramos para otro lado. Y sabed que cuando tengáis razón nadie lo recordará, pero cuando os equivoquéis nadie lo olvidará. La medicina es una vocación y profesión noble, difícil y desafiante que nos exige estar al día para ofrecer lo mejor a cada paciente.

Agradezco profundamente esta condecoración, que no solo es un honor en lo personal, sino también un tributo a todos los colegas y compañeros que me han acompañado a lo largo de tantos años y que han luchado y siguen haciéndolo cada día, de forma valiente y profesional, en primera línea, en los momentos más difíciles y que jamás abandonan a sus pacientes a su suerte. Seguid trabajando juntos, con profesionalidad, calidad, exigencia, humanidad y respeto, para brindar la mejor atención médica y llevar a este hospital a lo más alto y que sea referencia de la asistencia sanitaria en Sevilla y Andalucía.

También quiero recordar a aquellos compañeros y amigos que perdieron la vida a lo largo de estos años. Su sacrificio y dedicación no serán olvidados. Esta condecoración también es de ellos.

Yo solo fui un compañero más, que trabajó con empeño, actitud, dedicación y esfuerzo para desarrollar el talento que me fue dado y ponerlo al servicio de los pacientes, familiares y necesitados. Creí en mi mismo y en la bondad de los demás para ejercer mi profesión de médico especialista en Medicina Interna con total libertad, sin distinción de sexo, clase social, política ni religiosa con los pacientes, y que aprendí todo lo que pude de los excelentes compañeros con los que me tocó compartir el trabajo y la formación continua que hice a lo largo de toda mi vida profesional. También he aprendido muchas cosas que no vienen en los libros ni te enseñan en la universidad, y que me han servido profesional y personalmente para ser mejor. Es de los pacientes: sus preocupaciones, su incertidumbre, su dolor, su miedo, su sufrimiento, su curación o su muerte de los que más he aprendido y me han hecho ver la vida también desde su mirada en el lecho de una cama de hospital, no solo desde la mirada profesional del médico. Mi agradecimiento eterno a todos los pacientes que pasaron por aquí y me enriquecieron tanto.

Aquí llegué siendo un joven médico con muchas ganas de aprender, con grandes inquietudes y expectativas de hacer la mejor medicina posible con los medios disponibles en cada momento. Aquí crecí como profesional con la ayuda de todos y mi esfuerzo personal. Aquí crecí como persona hasta ser el que hoy os habla, y de aquí me acabo de ir, con mucha nostalgia, como médico dedicado a la asistencia hospitalaria.

Aquí he pasado momentos muy difíciles y duros en lo profesional y también momentos divertidos y estupendos con los compañeros, con miles de anécdotas que poder contar y momentos de mucha alegría por los muchos pacientes que hemos sacado adelante. Aquí viví momentos personales maravillosos y también los peores de mi vida...Antes que médico soy persona, y se algo de sufrimiento, pérdidas y duelos. Se muy bien que el dolor y la felicidad conviven. Por eso hay que vivir, sentir y amar la vida, que siempre es un encuentro que se da en el instante. Este instante que se rebela y resbala a las palabras y que al tiempo abre las puertas a la felicidad. Debemos buscar acomodo al sufrimiento y al dolor mandándolo allí donde navega el olvido, esperando que la corriente del tiempo los lleve más allá de la memoria, hasta que puedan ser soportables y no afecte la vida diaria.

Pero no olvidéis nunca que felicidad vive ahí: en la misma calle, en el mismo bloque, en la misma planta, en el mismo rellano... Al lado de la culpa, al lado del peligro, al lado de la incertidumbre, al lado de la tentación, al lado del miedo y al lado de la muerte...

En la vida también hay que saber decir adiós, como me toca decir hoy. Aprender que todo empieza y tiene su momento, que todo llega a su tiempo preciso. Eso es: dar tiempo para llegar, brotar, crecer, florecer y también partir sin hacer ruido ni molestar... Es la vida misma.

Para mi el único éxito, además de tener una gran familia y unos estupendos amigos, de los que me siento muy orgulloso, es el que me permite, al final de mi carrera, mirar atrás, y con la conciencia tranquila, saber que he sido el profesional que esperaban de mi y el mejor de mi mismo como ser humano, esa era mi meta cuando empecé y creo haberla conseguido; así como haber conocido, convivido y compartido momentos malos y buenos con tantos admirables compañeros entre los que estáis todos los presentes, y haber establecido vínculos que perdurarán siempre.

Aquí he dejado mucho: mi tiempo, mi esfuerzo, mi sacrificio, mi trabajo y mi amor por la medicina y a los pacientes que tuve el honor y el privilegio de tratar. Pero me llevo un recuerdo indeleble de todo lo vivido marcado en el alma.

Y para terminar, como diría García Márquez: "por si mañana es tarde, y hoy es todo lo que tengo", quiero deciros que aunque me he ido, dejé mi corazón con todos vosotros para siempre. Os quiero mucho.

Gracias por tanto...

















Ana N.

Monitora de Manualidades en Ayuntamiento de La Palma del Condado

9 meses

Felicidades Pichardo,un abrazo!

M. Carmen Ayelo Cantero

Auxiliar de geriatría en DomusVi España

9 meses

Mi más sincera felicitación. Merecido reconocimiento a un gran médico, gran persona con verdadera vocación y dedicación. Un abrazo.

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