Donde todo comienza

Estamos siendo bombardeados por innumerables estímulos sensoriales, algoritmos de IA que entienden mejor que nosotros mismos, lo que nos gusta y que nos hacen experimentar un sin fin de emociones que, efectivamente, tampoco logramos reconocer.

Cuando inicio cualquier intervención, le pido a los participantes que me compartan su nombre y cómo se sienten, el común denominador es que respondan bien o mal, no los juzgo, así es como nos enseñaron a responder cuando alguien nos pregunta cómo estás o cómo te sientes; ahora imaginemos que nadie nos pregunta y que en lo individual estamos luchando con eso que sentimos, pero no logramos etiquetar. ¿Cómo gestiono eso que tiene efectos en mí, pero no sé qué es porque no conozco su nombre? o peor aún, pensar que sólo puede ser binario, es decir, que sentir euforia es sinónimo de estar bien y/o sentir tristeza de estar mal. Por eso es importante entender, donde todo comienza.

Cuando recibimos algún estímulo, automáticamente vivimos una emoción, que según los científicos NO dura más de 90 segundos. Exacto, la emoción de recibir un regalo, lograr una meta por la que has trabajado durante años, el nacimiento de un hijo... 90 segundos que llegan a afectarnos a nivel físico, emocional y psicológico, dependiendo de la emoción primaria que hayamos recibido.

"¡Ay, eso está mal!" Me dijo una de las participantes en un taller, -"yo todavía me acuerdo cuando nació mi primer hijo y me emociono"-; Claro, porque en ese punto, ya estamos utilizando nuestro cerebro. Cuando la emoción se racionaliza, la convertimos en un sentimiento que efectivamente, tiene mayor duración y logra implantarse como un recuerdo mediante información análoga y digital que viaja a través de nuestro sistema nervioso.

Teniendo en cuenta que el cerebro es el órgano principal de nuestro sistema nervioso y que es un músculo, debemos entender que constantemente se está transforman en respuesta a estos estímulos, todo con lo que interactuamos hace que la morfología de nuestros cerebros se modifique y actualice, la reconfiguración de la información servirá como referencia para las decisiones que se tomarán en el futuro, por lo que la mente es, donde todo comienza.

Recordemos que existen 6 emociones primarias: Felicidad, miedo, tristeza, desagrado, ira y sorpresa, dónde sólo la primera se considera positiva, las siguientes 4 negativas y la última, dependiendo de la sorpresa podría considerarse positiva o negativa. Si estadísticamente el entorno va a encararnos con más emociones negativas que positivas entonces, ¿qué estímulos estamos consumiendo y cómo están modificando nuestra mente? ¿qué me hace sentir ese estímulo que consumo conscientemente? ¿De qué estás alimentando a tu mente?

Dijimos que sin romanticismo por lo que voy a ser clara; si quieres hacer de tu cerebro un músculo fuerte y otorgarle herramientas para que en el futuro tome mejores decisiones, comienza por aprender a gestionar tus emociones, desintoxícalo de cortisol y si es necesario, pide ayuda a un profesional, identifica los estímulos que no te suman y analiza por qué sigues permitiéndote recibirlos (redes sociales, entornos tóxicos, malos hábitos, etc) y no te voy a pedir que los elimines de tajo porque no creo en esa corriente de borrar de tu vida todo lo que no te haga feliz; mejor trabaja en ti, analiza por qué ese estímulo está quitando tu paz y cuando estés listx toma la mejor decisión.

Rodéate de gente que te sume, te rete y te haga sentir segurx, las relaciones positivas son la diferencia entre la gente feliz y la gente MUY feliz, encuentra lo que te apasiona y comienza a dedicarle algunas horas de tu día, trabaja sobre algún objetivo y busca tu propósito.

Todo esto da origen a nuevos contextos y ahí es donde todo comienza, nuevamente.

Por el bienestar colectivo HEPI Bienestar Corporativo

Isa