(Editorial 19/10/2020) El odio y su espejo
El odio no es un invento argentino, ni siquiera es producto del peronismo o del kirchnerismo. Tiene muchos años de vida en nuestra historia. Podemos dar el ejemplo más claro en la época de unitarios y federales, una lucha civil sangrienta. Después sí, con la llegada de Juan Domingo Perón al poder, la sociedad se dividió en peronistas y antiperonistas.
Ahora ya no es más kirchnerismo y antikirchnerismo, como creíamos hace unos cinco años, evolucionó la grieta y tiene otro título: kirchnerista planero y macrista vendepatria.
La palabra “planero” hace referencia a la asistencia social que brinda el Estado a ciudadanos en situación de vulnerabilidad. La veo muy utilizada en el intento de descalificar a quien es kirchnerista y no sólo me parece un insulto ridículo -porque nadie vive de planes- sino que hasta contradictorio. Mauricio Macri dejó su mandato duplicando casi la cantidad de personas alcanzadas por un plan social.
No voy hablar de la eficacia de los planes sociales en Argentina, los cuales considero que para que funcionen tiene que existir un plan a ejecutar (cosa que al kirchnerismo y al macrismo nunca le importó). Es muy importante que el Estado alcance a todos e intente equiparar las situaciones, aunque nunca lo logre, pero despilfarrar dinero es totalmente ridículo si no tenés un plan. Y se me olvidó un detalle: si tomás deuda para financiar estos gastos o imprimís billetes… es payasesco y suicida. Al fin y al cabo, los planes sociales en Argentina únicamente sirven a modo de caja para el gobierno de turno, no solucionan el tema de fondo porque son insuficientes (no me refiero solamente al monto, sino también al modo en que se ejecutan).
Después viene el otro bando, el de los macristas vendepatria. En el intento de agredir a un macrista, desde el punto de vista de un kirchnerista, se lo increpa con “Macri entregó el país”, “benefició a los amigos”, “Macri nos endeudó”, etcétera. También es infantil. Por ejemplo, Nestor Kirchner estuvo a favor de la privatización de empresas siendo gobernador en Santa Cruz. Las multinacionales mineras tuvieron un gran respaldo en la Argentina durante los gobiernos kirchneristas (caso Barrick Gold). Los amigos de Néstor Kirchner, como Cristóbal López, ganaron concesiones de casinos, organismos de control, licitaciones, acreditaciones para medios de comunicación, entre otros. El círculo íntimo del kirchnerismo, que viene desde Santa Cruz con personajes como Lázaro Baez, Ricardo Jaime, Julio de Vido, Víctor Manzanares, se hicieron millonarios sin poder explicar, legalmente, semejante acumulación de riquezas. Todos amigos de Néstor e intachables súbditos de la obendiencia debida.
Al fin y al cabo, se ve que se cumple la Ley del Espejo. No sé si alguna vez tuvo la oportunidad de leerla pero básicamente intenta demostrar que odiamos en el otro lo que tenemos en nuestro interior, una especie de reflejo en el espejo. ¿Qué quiere decir esto? Que no son muy distintos entre sí, salvando las distancias, Néstor Kirchner, Cristina Fernández y Mauricio Macri. Sólo se diferencian en su relato populista o neopopulista, ya sea de una izquierda setentista anacrónica o una pseudocentroderecha intoxicada. ¿Por qué ese nombre? Porque no perdió los vicios de la política argentina de los noventa para acá: cartelización, corrupción, capitalismo para amigos, y más en la caja de Pandora. Más allá del relato, de las hazañas y cobardías, desde Menem a la fecha hacemos lo mismo de siempre: decir mucho y hacer poco.
Para que un relato se consolide se necesita de acción, de hechos que lo respalden, pero en Argentina no se lee así y en vez de hacer buscamos odiar. En el odio, estúpido, infantil y sin sentido, buscamos justificar lo que hizo uno criticando al otro. ¿Cuántas veces vamos a tener que escuchar “la herencia que nos dejaron”? Como que si nosotros no hubiéramos existido en aquel entonces, ¿los dirigentes van a seguir subestimándonos? Pero como dije ya una vez: si la sociedad no cambia los políticos tampoco.
Alberto Fernández cuenta con una sociedad cansada del kirchnerismo, por eso la desconfianza, y del macrismo -que endulzó los oídos de la clase media pero secó las expectativas-.
El Presidente dijo ser un gobernante moderado, en el centro del peronismo duro y el kirchnerismo. No sólo que tiene la oportunidad de lograrlo, sino que en él recae la responsabilidad, por lo tanto, afrontar un fracaso puede culminar con una de las ramas del peronismo. ¿Dará un giro? ¿Enfrentará la crisis social que hay? ¿Recomponerá la sociedad fragmentada?
La famosa grieta se cae por sí misma y únicamente le dan juego quienes apoyen a los relatos vacíos. Creo que superar la grieta no es difícil pero el costo político es inmenso, pero muy grande. Tenemos batallas anacrónicas, seguimos debatiendo cosas sin sentido de hace cuarenta años. Queremos demostrar quién manda más en las calles. Pero estos cruces son beneficiosos para el Gobierno porque cuando se equivoca le echa la culpa a la oposición, al “no-pueblo” digamos, según Santiago Cafiero.
La batalla contra el odio se empieza por haciéndonos cargo, nosotros como comunes y ellos como dirigentes. La victimización no es parte de la solución, decir que “las víctimas del odio fuimos nosotros [los peronistas]” es tirarle kerosene al incendio. Pero bueno señor Presidente, espero que entre usted, su equipo, y todos nosotros superemos el odio y pongamos el país de pie, aunque creo que estamos en silla de ruedas.