Educación en vilo I. Escenarios de incertidumbre.
La pandemia por SARS-CoV-2 provocó cambios importantes en la dinámica cotidiana de todo el mundo debido a la necesidad de la reclusión sanitaria como medio para atenuar el impacto de esta enfermedad.
La consigna "quédate en casa" derivó, entre otras varias consecuencias, en la suspensión de las labores escolares presenciales. Así pues, el ámbito educativo debió ser uno de los primeros en reaccionar.
Sin embargo, no fue así. En México el cierre de las escuelas comenzó el 21 de marzo de 2020, en lo que puede calificarse como una medida abrupta; impresión que fue reforzada por el escenario que surgió en los días que siguieron.
Alguien podría argumentar que la suspensión de clases fue una "reacción" ante la pandemia y que como tal, el ámbito educativo sí fue uno de los primeros en tomar medidas ante una situación que trastocó la vida de todas las personas.
Es preciso aclarar que el cierre de planteles fue una "acción" gubernamental en el marco de una estrategia para contener el contagio por SARS-CoV-2; la verdadera "reacción" del ámbito educativo corresponde a la manera en que los actores educativos enfrentaron la suspensión de clases presenciales. Esta reacción no fue inmediata.
El primer caso de SARS-CoV-2 detectado en México ocurrió el 27 de febrero de 2020; casi un mes después las autoridades decidieron pausar las clases en las escuelas. En ese lapso de tiempo la Secretaría de Educación Pública no emitió un comunicado oficial que vislumbrara dicha medida y, más importante aún, que delineara las posibles alternativas atenuantes en su ámbito. Esto autoriza a afirmar que la acción gubernamental fue abrupta.
La afirmación anterior no implica una connotación negativa. El cierre intempestivo de las escuelas fue la medida considerada idónea en el contexto de la emergencia sanitaria. Muchos otros países tomaron la misma decisión.
Calificar como "abrupta" o "intempestiva" la medida adoptada no implica una censura de carácter político a las autoridades educativas o al gobierno en general. Es simplemente una acción ocurrida, evaluada de ese modo a la distancia que brinda el tiempo.
La medida fue abrupta por tres razones básicas: no se informó anticipadamente de la posibilidad del cierre, no existió un plan de intervención inmediato que diera continuidad a las clases interrumpidas de forma presencial, hubo desorientación entre los actores educativos.
El escenario general fue de incertidumbre. Vale la pena detenerse en ello por la trascendencia del hecho.
Aunque la educación a distancia se practica regularmente desde finales del siglo XIX y se ha visto potenciada por las modernas tecnologías de la información, la comunicación, el conocimiento y el aprendizaje (TICCAD). Aunque la humanidad ha sufrido pandemias con relativa regularidad. Aunque desde el último cuarto del siglo XX se ha venido especulando sobre la posibilidad de pandemias debidas a nuevos virus. A pesar de todo ello, ningún gobierno en el mundo poseía una estrategia, en el sector educativo, que se adaptara a la pandemia que sobrevino.
Como muchos otros países, ante la pandemia, las escuelas mexicanas cerraron. La estrategia para subsanar la pérdida de las clases presenciales comenzó el 20 de abril de 2020 con el programa Aprende en casa, un mes después de aquella decisión.
Muchos podrían decir que en términos temporales la "reacción" fue rápida. Lo cierto es que no. Debió existir un protocolo que se activara ante el escenario adverso de forma que no existiera ninguna discontinuidad. No existía en México ni el mundo. En lugar de juicios y pretextos, el hecho debe conducirnos a la reflexión, pero sobre todo a prevenir este tipo de escenarios.
En otras palabras, cabría esperar que cuando ocurra un evento que haga necesaria la suspensión de clases, existirán líneas de acción que permitan una transición tersa, pero sobre todo beneficiosa para los estudiantes.
Quienes vivimos como alumnos, como padres de familia e incluso como docentes aquel momento, podemos afirmar que el escenario era de incertidumbre. Pocos sabían qué hacer y cómo hacerlo. Fue un aprendizaje duro particularmente por la falta de líneas claras de acción.
Puede decirse que la pandemia de SARS-CoV-2 ha marcado un parteaguas en la educación mundial y de México. En nuestro país, este escenario marca el "Año 0" de un nuevo perfil educativo, pues es evidente que desde 1921 la educación en México había cambiado poco.
El pizarrón fue abolido. Lo ideal sería afirmar que fue sustituido por la tecnología y la socialización real de la información. Lamentablemente no es así. El pizarrón fue abolido, su lugar fu ocupado por una pantalla. Una pantalla que no era más que el telón de un innegable escenario de incertidumbre.