Educación superior. Impacto COVID. Opinión escrita para la Conferencia Mundial de Educación Superior UNESCO.
En Uruguay, la educación superior se ha redimensionado a través de la posibilidad de acceder a la misma de maneras cada vez más horizontales, no solamente vistas desde el punto de vista académico, sino desde el territorial y el económico. Si bien somos un país pequeño, estudiar no siempre está cerca y la tecnología (que tímidamente se manejaba hacía algunos años solamente como una manera de incluir contenidos innovadores) hoy ha facilitado el ingreso de miles de estudiantes a los distintos cursos de educación superior de la oferta académica nacional.
A dos años de las primeras restricciones sanitarias y retomando la presencialidad en la medida de lo posible, es inevitable que surjan interrogantes de base como ser: ¿Podrán sostener esta educación que iniciaron virtualmente aquellos estudiantes que antes no lo hubieran podido hacer?; ¿Está preparado nuestro sistema de educación superior, nuestros centros y nuestros docentes para responder a una demanda que puede tornarse híbrida de manera permanente?; ¿Las conexiones de emergencia y la sensación de hacer todo lo posible por mantener a los estudiantes conectados podrá transformarse en energía renovadora para las instituciones o solamente habrán sido una reacción frente a la alarma, una respuesta al estrés, que tenderá inexorablemente a volver al estado anterior, a la pre pandemia?; ¿Existen una definición clara en las políticas públicas en nuestro país, para facilitar la permanencia de los beneficios en términos de acceso e inclusión a la tecnología para todos los que conformamos el sistema educativo superior?.
Estos cuestionamientos que parten de la observación de los procesos que vamos atravesando son los que marcarán el camino que nos toca transitar. Sin una respuesta para cada uno de ellos o la intención de poner los mismos sobre la mesa de discusión, es impensable que el impacto de esta pandemia en la educación superior marque y construya un camino por el que puedan continuar todos los que iniciaron su formación tomados de la mano de la virtualidad y la tecnología.
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Como sucede cada ciertas décadas, hay puntos de inflexión que vienen a interpelarnos desde dos perspectivas: la que nos muestra lo que hemos perdido y la que nos indica lo que podemos ganar. Es una tarea que sin pensar, ya hemos comenzado a realizar y a darle forma en nuestras maneras de pensar y hacer la educación dentro de un sistema con nuevas herramientas tecnológicas que devienen en nuevas estructuras pedagógicas y didácticas que, desde mi punto de vista, han enriquecido todos los procesos y las relaciones laborales que se han vuelto más cercanas.
Es necesario a su vez, establecer límites concretos en la definición del tiempo y tomar como referencia las legislaciones sobre la necesidad y/o el derecho a la desconexión. Porque frente a una mirada positiva sobre el impacto del Sars- CoV2 en la educación superior, también debemos mencionar que la falta del ejercicio tecnológico, la necesidad de crear contenidos que antes no existían, enfrentar el entrenamiento necesario para desarrollar con pocos sinsabores el proceso de enseñanza aprendizaje, lleva mucho más tiempo del que naturalmente destinamos a una educación presencial, plana y sincrónica. Y es esta visión del cuidado del tiempo, de los sentidos involucrados en este proceso y del sentimiento de justicia en relación al tiempo que destinamos a las nuevas tareas la que puede mantener y consolidar una verdadera transformación.