EDUCANDO CON VALORES
Hace un tiempo asistí a un evento de fin de curso de una escuela pública donde todos los alumnos, en grupos de clases, iban haciendo algún tipo de actuación en un escenario. Además, para hacerlo más ameno y divertido, la organización puso a disposición algunas actividades gratuitas. Estaba todo muy bien aprovechado teniendo en cuenta las instalaciones donde se llevó a cabo. Hasta aquí todo bien. Los niños iban pasando en grupos por el escenario y hacían sus actuaciones, jugaban con sus amigos en las atracciones o corriendo por todo el patio, las familias disfrutaban de verlos tan felices, etc. Un pequeño “inconveniente”, por así llamarlo, estaba en que, dada las limitadas atracciones y la cantidad de niños para disfrutar de ellas, había momentos donde se generaban colas para poder acceder. Y no hablo de horas como en un parque temático, para nada, si no de una espera que se puede considerar muy llevadera.
Los valores guían el pensamiento y la conducta en nuestro día a día
A lo que voy, es que, hasta en estos casos, donde todos se conocen, donde todos van a disfrutar, a pasarlo bien, están aquellos que siguen alimentando la picaresca para sacar más tajada a costa o en perjuicio de otros. Me parece interesante resaltar esta conducta porque lo que ví en ese momento no era el impulso de un niño por querer disfrutar de una atracción sino que eran adultos que acompañaban y animaban a menores a colarse en la fila. Esto, que puede parecer algo banal, es un aprendizaje para los niños y con ello, valores que van adquiriendo para luego poner el práctica en su día a día en su adultez. No olvidemos que la educación así como el aprendizaje e interiorización de los valores se producen durante toda nuestra experiencia de vida pero, sobre todo y como tantos otros, en nuestra niñez y adolescencia.
La interiorización de valores se produce durante toda la experiencia vital pero tiene su momento más importante durante la niñez y adolescencia
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Dado lo anterior, me surgen algunas dudas como: ¿Es esto lo que queremos para nuestros hijos? ¿Que para ellos no existan las esperas? ¿Que no tienen por qué lidiar con la frustración de no conseguir la meta inmediata? ¿Acaso la paciencia no tiene importancia para el desarrollo humano? ¿Debemos pasar por alto a los demás sin tener en cuenta su esfuerzo, constancia, paciencia, etc.? ¿Dónde queda la empatía? ¿Dónde queda el civismo? ¿Dónde queda el respeto por los demás? ¿Dónde quedan y para quién son las normas?
En este sentido, te invito a reflexionar sobre los valores que has adquirido en tu vida y cómo te relacionas con ellos. Conocerlos y saber alimentar su necesidad puede hacer que llevemos una vida más alineada, más nuestra, más propia, con más momentos de felicidad y de satisfacciones por estar haciendo aquello que nos gusta, que disfrutamos, que deseamos y amamos. Por ello, creo y te animo a que inviertas parte de su tiempo a pensar si los conoces si está alineados con ellos. Y si quieres ir un poco más allá, a que revises qué tan éticos y cívicos son.