Una mirada transversal y autodidacta a la educación en valores aplicando el Ajedrez
Santiago Bertault
Que existen en el mundo unos cuantos estudios más o menos científicos sobre los beneficios de la práctica del Ajedrez en cualquier grupo con riesgo de exclusión social no es nada nuevo, pero resulta muy extraño que ningún psicólogo/a y/o educador/a español/a haya publicado un libro sobre el asunto. En este breve artículo trataremos de dar una pequeña aproximación sobre tres conceptos básicos que se tienen que trabajar a la hora de “enseñar” ajedrez.
“Enseñar” con comillas, y no está de más repetirlo. Porque lo que realmente importa cuando hablamos de Ajedrez no competitivo es educar y rehabilitar. Como monitor/profesor llevo unos cuantos años dando clase, tanto en centros educativos como en ámbitos de diversa índole, y existe en muchos casos una gran confusión sobre ambos conceptos. Educar es orientar a alguien para que adquiera nuevos conocimientos, valores y habilidades. Rehabilitar hace referencia a habilitar de nuevo, es decir, a que una persona pueda reconducir su comportamiento nocivo para sí mismo y para su entorno.
Un monitor de ajedrez tiene que incidir mucho en la parte lúdica del juego y no dirigida, es decir, ser un facilitador. Por tanto, su única misión con el grupo que trabaje suele ser la de aplicar estrategias para que cada componente de ese grupo sea autónomo pero cooperativo con el entorno. Aquí estamos hablando de aprendizaje no formal. Existen diferentes técnicas, como la del pequeño profesor, en la cual un componente del grupo explica a los demás, pero jugando; de esa manera el resto del grupo coopera al formular preguntas y el aprendizaje es menos vertical. No se usa la figura del que sabe —en este caso el monitor—, sino que el grupo se autogestiona y busca las soluciones de forma libre.
Un profesor/a de ajedrez normalmente ya parte de una serie de alumnos/as con interés por la actividad a desarrollar y, si bien Ajedrez no es todavía materia optativa, aunque sí extraescolar en muchos centros, debe llevar una programación mucho más formal y pautada coincidiendo con el calendario escolar. Podría hablarse en este caso de un aprendizaje no formal pero en un contexto formal. Es decir, se usan los medios y herramientas de los centros educativos oficiales sin ser formal la programación.
Por tanto, resulta importante destacar la importancia del aprendizaje natural (a través de la televisión, la familia, la mera observación…) y del aprendizaje en contextos no formales, donde se debe minimizar la figura de alguien que sabe y al que los demás escuchan en favor de una experiencia horizontal en la que todos los elementos del grupo aprenden, escuchan y se autogestionan.
Considero que los beneficios del ajedrez en sus distintas vertientes son incuestionables. Se trata de un juego-deporte-ciencia-arte que consigue aumentar el crecimiento social y cognitivo de cualquier persona. Podemos citar las siguientes ventajas a modo indicativo:
- Incremento de la concentración
- Aumento de la autonomía y de la capacidad de toma de decisiones
- Crecimiento de la autoestima y la capacidad de resiliencia
- Sociabilización e integración de grupos en riesgo
Por último, quiero hacer referencia al papel de los distintos profesionales que pueden aplicar el Ajedrez como herramienta (educadores sociales, psicólogos, psiquiatras, pedagogos, sociólogos…). Existe una gran controversia acerca de si es más fácil aprender ajedrez y luego aplicarlo transversalmente o al revés. En la práctica he comprobado los beneficios del Ajedrez con alumnos/as con necesidades especiales. El problema viene cuando no hay todavía un acervo y conocimiento serio de cómo se aplica. Con esto me refiero a que hay pocos vasos comunicantes fluidos entre monitor/profesor/profesional y urge la publicación de obras que aborden esos temas de una manera integradora desde las tres perspectivas.
No quiero terminar esta pequeña reflexión sin subrayar lo más importante: ya se trate de educación no formal, educación en valores, o ajedrez terapéutico o social, lo que debe tenerse claro es dónde está cada uno y que la teoría se alimenta de la experimentación. De nada vale ser un gran erudito si luego, cuando te enfrentas a un grupo de alumnos/as usuarios, no sabes sus necesidades y los objetivos a alcanzar.
(Publicado originalmente en el nº 17 de la revista "Ajedrez social y terapéutico" del Club Magic de Extremadura)