Efectos de emigrar en el mundo laboral.

"Soy un venezolano más al que le tocó emigrar" es una frase que escucho a diario cuando utilizo el transporte público en la ciudad donde vivo. Una frase que me toca la fibra mas sensible de mi cuerpo, ya que formo parte de esa historia, de ese grupo de millones de personas a las que por una causa u otra les ha tocado dejar su país y emprender camino en un lugar totalmente nuevo, donde toca afrontar miles de retos.

Tengo un año viviendo en Bogotá, un año que al decirlo se siente poco tiempo, pero que viendo en retrospectiva de acuerdo a mis vivencias personales, ha sido el año mas largo de mi vida. Salí de mi país con unos pocos ahorros, muchas ganas, y sobre todo con una incertidumbre indescriptible que a su vez me producía miedo y nostalgia. Al día dos de mi llegada comenzó mi búsqueda de trabajo, en la cual apunté a distintos cargos, algunos a los que siendo sincera, teniendo un título profesional y experiencia laboral, nunca pensé me tocaría aplicar.

Llegó la llamada tan esperada de la primera entrevista. Asistí con un montón de nervios, que se disiparon cuando supe que sería contratada, y de esta manera al día siguiente inició mi primera experiencia laboral en Colombia. Debo decir que no ha sido la mas grata, pero tengo certeza de que me dejó la enseñanza mas importante de todo este año; nunca dudes de tu valor como trabajador, ni de tus capacidades, a pesar de que las circunstancias te presionen a hacerlo. Allí tuve mi primer choque con la realidad de un inmigrante, la desventaja de no tener documentación para poder trabajar de manera legal conlleva a experimentar un sinfín de situaciones, que me permito decir, son mas fuertes para unos que para otros.

El escenario que se presenta de forma recurrente y del que me atrevo a decir, hemos sido víctimas todos los inmigrantes al menos una vez en la vida, son las malas condiciones laborales. Estas abarcan desde la falta de un contrato, carencia de beneficios de salud, mala retribución salarial, hasta despidos injustificados; y que causan un impacto anímico negativo, porque al emigrar cuesta entender a primera instancia que estamos escribiendo un libro en blanco, que estamos empezando desde cero, que somos un extraño que debe reconstruir palabra por palabra una nueva hoja de vida, que tu pasado laboral simplemente carece de importancia cuando no está compuesto por vivencias en ese país.

Mi recomendación y algo que me repito todos los días es que la paciencia juega un papel fundamental en esta transición. Cada día es un paso avanzado, el trabajo duro y la constancia son tus armas para vencer los obstáculos. Y aunque suene muy trillado nunca debes dejar de perseguir tus sueños, enfocarte en alcanzarlos, recuerda que tu mente es poderosa, y que ella permitirá que logres absolutamente todo aquello que imaginas y deseas.

Hoy en día me coloco el adjetivo de afortunada al contar mi historia, porque he tenido la "suerte" de que los aspectos positivos de cada circunstancia vivida opacan los negativos. He tenido la oportunidad de conocer personas increíbles que me dan ánimo cada vez que el camino se torna tortuoso, he aprendido muchísimo a afrontar adversidades, a ver el lado bueno cuando mi cerebro se opone a ello, a encontrar soluciones rápidas a dificultades que antes me parecían imposibles de sobrellevar, y sobre todo aprendí a valorar. Valorar a mi país, a mi familia, cada moneda que me gano, cada logro, cada aprendizaje, cada sitio que conozco, cada persona, cada experiencia, porque todo cambia, porque el cambio es lo único constante en la vida, y nunca sabemos qué nuevos retos o situaciones se presenten en el futuro. Emigrar me enseñó a abrazar el cambio y a valorar mis capacidades.