El éxito no es sinónimo de redención: la cultura del emprendimiento contra la responsabilidad afectiva
Emprendimiento es un término que ha saltado del discurso academico y la teoría económica hacia nuestro día a día y, por desgracia, ha perdido su valor explicativo para convertirse en una palabra vacía la cual ha sido secuestrada por conceptos pseudocientíficos, psicología barata y, sobre todo, discursos autocomplacientes que enarbolan la meritocracia más barata, el egoísmo, el individualismo hedonista (por más que quiera presentarse de esoicismo racional) y el consumismo.
El discurso detrás de este nuevo emprendimiento rechaza toda reflexión sobre la realidad y sus complicaciones y busca dispersar la idea de que solo el éxito (expresado en fama, dinero y poder) justifica nuestras acciones. Gurús, coaches, asesores, creadores de contenido, todos ellos de la mano de un sinfín de productos mediáticos se esfuerzan por manipular nuestra percepción de la realidad y hacernos creer que nuestros temores son "creencias limitantes", que su razón de ser son aspectos mentales (expresada esta idea como sinónimo de falsos o carentes de validez) las cuales se pueden transformar con tan solo un cambio de "mentalidad". En sus casos más extremos, se llega a plantear la posibilidad de que este cambio "mental" se traduce de manera inmediata en un cambio material.
Mucho hay que decir de todo lo que este discurso conlleva. Sin embargo, uno que es poco explorado y que es necesario prestar atención, es la relación entre estas narrativas del éxito, que se han vuelto indivisibles de la cultura del emprendimiento, y la promoción de conductas abusivas, violentas y contrarias a toda responsabilidad afectiva. Sustentadas en la idea de que la persona emprendedora es alguién por encima de las y los demás, se pretende convencer a la gente de que, si el resultado de sus acciones es el éxito, entonces estas son válidas. La carrera hacia el éxito emprendedor es entonces, por un lado, la carrera por callar a quienes te critican o no creen en ti, o, por otro, una manera de resarcir el daño provocado por un historial de fracasos. En estos dos escenarios, el escuchar y a las y los demás, el hacerse responsables de sus acciones y reconocer los fallos no son opciones viables. El emprendedor o la emprendedora es así juez y parte de sus actos y son los billetes, las menciones, los likes, las influencias, entre otras cosas superficiales las evidencias de que toda voz contraria estaba equivocada. Los Elon Musk 🫶💰🚘🚀 , Jeff Bezos , Bill Gates, Carlos Slim , Ricardo B. Salinas Pliego , etc, quedan absueltos de toda culpa personal porque, al final, son exitosos. Y esa lógica se aplica a nuestra realidad inmediata también. No importa que en el proceso de tu éxito hayas abusado de tanta gente, siempre u cuando al final lo logres. Esto en un claro acto de lo que llamo "huir hacia adelante". Un fenómeno que implica ignorar por completo el pasado, cerrar el telón de tus actos pasados a tus espaldas y evadir toda consecuencia y responsabilidad dando pasos agigantados, esperando con eso callar esas voces que te persiguen. El éxito entonces deja de ser una meta para convertirse en un delirio. Esto nos deja con personajes que aún en estando en la cima del éxito siguen presentándose como víctimas constantes o exigiendo de manera desesperada ser reconocidos.
Para explorar este tema usaré como ejemplo la película Beats (2019), del catálogo de Netlix. Dirigida por Chris Robinson y protagonizada por Khalil Everage, Anthony Anderson y Uzo Aduba, es una película entretenida, visualmente bien lograda, con una dirección actoral sobresaliente, así como una edición de audio bastante agradable, permitiéndonos disfrutar de la historia de August Monroe, adolescente que desarrolla crisis de ansiedad por estrés post-traumático como resultado de haber presenciado el asesinato de su hermana mayor. Su madre, quién desarrolla una conducta de sobreprotección extrema como resultado no solo de la pérdida de su hija sino también por los constantes ataques que impiden a su hijo reincorporarse a un mundo violento, ha decidido que la única forma de proteger a su hijo es mantenerlo en encierro hasta que le sea posible cambiar de residencia. En este momento, August entra en contacto con Romelo Reese, un manager venido a menos que ahora trabaja como guardia de seguridad de la escuela que dirige su esposa, en proceso de divorcio. Cumpliendo con un encargo por contactar con estudiantes al borde del abandono escolar para evitar perder el ya de por sí escaso presupuesto de la institución, Romelo descubre las habilidades de August para la producción musical. A partir de este encuentro, se inicia una compleja amistad entre un adolescente temeroso y aislado y un hombre adulto con frustraciones y complejos.
La historia es predecible y, aunque esta bien lograda, la película no ofrece nada nuevo al género. Sin embargo, más allá de su calidad como película, es la alta de consistencia entre el mundo que muestra y el mensaje que transmite lo que quisiera analizar. Ambientada en un suburbio de Chicago, Robinson, trabajando con un guión de Miles Orion Feldsott, nos muestra las múltiples aristas del conflicto social en donde los protagnistas se desenvuelven. Escuelas de baja calidad, mal financiadas y con personal mal pagado. Calles violentas, inseguras y abandonadas. Familias descompuestas y separadas por la necesidad de subsistencia. En estos contextos, los y las jóvenes buscan encontrar un camino y la línea que separa al criminal de cualquier otra persona es tan delgada que cualquiera puede saltarla. El hecho de que August no lo hiciera es un evento trágico que lo marca para siempre. Sin embargo, ese mismo evento en otros personajes les impulsó a convertirse en parte de ese esistema violento, mientras que otros buscan aprender a navegar por encima de sus turbulencias y ruegan por salir ilesos. Cada persona ante las mismas circunstancias llega a salir adelante de una manera u otra y el que uno pueda hacerlo mejor que otro es resultado de una combinación entre valores, talento, oportunidad y suerte, mucha suerte, aunque es algo que la cultura del emprendimiento desea ignorar.
August esta muy cercano a ser parte de las pandillas locales. Nos lo muestran al inicio cercano a ellas y los miembros de esta le muestran aprecio y se nota su interés por arroparlo. Su madre y hermana buscan alejarlo aunque es complicado. Su madre, mujer trabajadora con poca capacidad de cuidarles, y su hermana, adolescente también, haciendo lo suyo desde la inexperiencia, son barreras frágiles contra el mundo que le rodea. Es así que August solo logra desprenderse de esa realidad a través del trauma y el shock. A lo largo de la película será su motivación salir de él.
Recomendado por LinkedIn
La película hace bien en mostrarnos una manera más modesta de éxito, sin bombo ni platillo, sin fuegos artificiales ni el mundo a los pies del protagonista. Un éxito moderado. "Pasos de bebe" dice Romelo en algún momento. Asimismo, hace bien en mostrarnos a un August con recaídas y tropiezos y no pretender una pendiente ascendente constante o un salto exponencial de la intrascendencia a la cima. También, hace bien en hacer que su mentor, Romelo, modifique sus expectativas y cambie su foco de éxito, y esto es lo más importante.
A lo largo de la película Romelo se engaña constantemente. Con un lenguaje de vendedor, no solo pretende vender un producto, sino que busca vender un suelo ¿suena familiar? Sin embargo, y es aquí donde la cultura del emprendimiento es relevante, es a través de este lenguaje de vendedor que Romelo abusa de todo mundo a su alrededor. Pese a que el resultado en la película es diferente que en otras con discursos de éxito, si perpetúa la idea de que el impacto de sus acciones no es tan relevante porque en el fondo "tenía buenas intenciones". En ningún momento se cuestiona por qué es inapropiado tener una amistad clandestina con un adolescente, a lo largo de la película, aunque se le ve consternado por los resultados de sus acciones, en ningún momento se disculpa o hace responsable de sus actos. Cada acción viene acompañada de una nueva, que busca ocultar el desastre de la anterior al realizar una apuesta más grande, esperando un éxito más rotundo. El único momento en el cual se detiene a reflexionar es cuando las consecuencias dan indicios de ser más grandes de lo que le es posible manejar.
Aún cuando la película habla de estrés post-traumático, en ningún momento se habla de salud mental. Se busca hacer pensar que la mejora radica tan solo en un cambio de actitudes de todo mundo, ignorando que el mundo que le produjo ese estrés sigue siendo tan real y que, a lo largo de la película, ni August ni su madre aprendieron alguna habilidad o desarrollaron alguna capacidad para poder enfrentarlo. El cambio es debido solo a la buena voluntad de ese tercero que aparece como imperfecto salvador. Y esto es muy común en la cultura del emprendimiento. De hecho, muchos de los gurús de esta cultura son abiertos opositores a la psicoterapia, niegan la existencia de la depresión o consideran que es mejor el coaching que el acercarse a un profesional de la salud mental. Los mensajes que suelen dar son más parecidos a posts de instagram que a información fidedigna de fuentes veriicables sobre como afrontar problemas psicológicos.
En fin, Beats es una buena película que hace bien en cambiar ciertos aspectos del discurso sobre el emprendimiento y el éxito, pero que sigue replicando tropos propios del excepcionalismo y la meritocracia. Y es que es diícil lograr confrontar este discurso sin caer en oposiciones igualmente simplistas. Se piensa que hablar del papel de la suerte en el éxito implica desacreditar por completo a la persona y negar sus capacidades. Sin embargo esto es totalmente falso. Lo único que significa es que así como uno ha logrado cierto éxito en su vida, otros miles con las mismas e incluso mejores capacidades no lo han podido hacer, y que esto es resultado de un sinfín de factores que van más allá de que mi éxito me lo he ganado y me lo merezco mientras que aquellos que no lo tienen no han luchado suficiente y por lo tanto no lo merecen. Es decir, no se trata de negar los logros personales, sino de confrontar la idea de que los logros personales dan el derecho de descalificar a quienes no lo han logrado y justificar la desdicha ajena. Se trata de evitar creer que el éxito te da la autoridad suficiente para dicatminar y cualificar el fracaso de las y los demás. Se trata de darnos cuenta de que no importa cuanto gasten millonarios y gurúes para hacernos creer que ellos son los dueños de la verdad, en su haber ha jugado el poder, las influencias y, si tambien la suerte. Y además, lo más importante, reconocer que el fin no justifica los medios. Que el éxito no borra el pasado y mucho menos elimina la necesidad de responsabilidad afectiva con las y los demás. Qué no es válido arriesgar a las y los demás para alcanzar tus sueños para después negarles toda validez a sus reclamos solo porque ellos no "la estan rompiendo" como tu.
Es necesario romper con la tendencia actual de igualar el emprendimiento con discursos, por un lado individualistas y por otro lado glorificantes e incluso mesiánicos, dotando a la discusión sobre el desarrollo de innovación y la consolidación de oportunidades igualitarias de un marco discursivo no solo incluyente, sino apegado a los valores de la modernidad: libertad (no de mercado, sino de los individuos frente a las condiciones que les marginan), fraternidad (no solo colaboración capitalista en donde las personas son solo recursos) e igualdad (no simple inclusión, pues para la igualdad no basta la participación de la gente en el sistema, sino el cambio de este para la plena participación de todas las personas).