Día Internacional del Hombre. Menos lamentos y más autocrítica.
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Día Internacional del Hombre. Menos lamentos y más autocrítica.

En una lamentable muestra de autocondescendencia y con lastimeras quejas en contra del feminismo, el Día Internacional del Hombre termina siendo, regularmente, una caricatura de nosotros mismos reforzada por nosotros mismos. Contrario a los valores del día, que buscan reforzar modelos positivos de masculinidad y, sobre todo, hacer visibles los retos de salud que nos afectan, las redes suelen plagarse de quejas contra las mujeres que, según nosotros, nos satanizan y menosprecian cuando, segun esto, somos las verdaderas víctimas de la sociedad.

Recorren las redes imágenes que hablan acerca de la enorme tasa de homicidios, sin mencionar que los perpetradores son, en su mayoría, hombres. También de las muertes en las guerras, lideradas principalmente por hombres. Se menciona la alta tasa de suicidio, derivado por supuesto de un sistema patriarcal que nos impide acercarnos a nuestras emociones. En fin, muchos lamentos y nada de autocrítica.

Este día es relevante debido a que hay problemas que en verdad nos afectan y quedebemos tratar. Somos más propensos al suicidio, a la enfermedad mental. Tenemos poco control de nuestra conducta sexual y nuestra agresividad. Sin embargo la respuesta es una exaltación de un estilo de vida excesivo, del autoabandono, del consumo de sustancias, principalmente alcohol, como forma de autodeterminación masculina. En otros casos, supouestas respuestas a inexistentes afirmaciones feministas, pues ninguna ha afirmado nunca que los hombres no sufran, ni mueran, ni se enfermen, sino que han señalado claramente el mecanismo de control que ha propiciado estos fenómenos y como nos volvemos cómplices del mismo.

El Día Internacional del Hombre nos fuerza a vernos desde otro ángulo. Reconocernos como parte del problema que no solo nos afecta a nosotros sino a todos esos otros seres que, por condiciones sociales, económicas y políticas que rodean al sistema heteropatriarcal, dependen de nosotros. Reconocer también que somos hijos de nuestros privilegios y que hemos sido victimarios de quienes nos rodean por pensamiento, acto u omisión, y que es el momento de aceptarlo, enfrentarlo y corregirlo.

Más allá de caracterizarnos como héroes o villanos, es momento de plantearnos a nosotros mismos como parte de la solución, y entender que ser parte de esta signifca reducir protagonismos, reducir susceptibilidades y ser más receptivos y autocríticos. Ceder privilegios no es un acto heróico sino justo. Ser responsables de nuestra masculinidad no es un acto encomiable, sino necesario.

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