(Deporte y vida): El poder de lo que creemos (creencias, I)
Creencias. El gran carburante.
Tan pronto te impulsa hasta el espacio, como se inflama e implosiona de una manera feroz, dejando para el mundo exterior tan sólo un pálido reflejo en forma de obstinación, decisión, admiración por la firmeza de opinión u odio o rechazo por la inflexibilidad de miras. Detrás de muchos éxitos y fracasos en deporte, negocios, relaciones sociales, etc., están las eternas creencias, formando un sistema interno que nos mediatiza en gran medida y nos hace mirar y medir el mundo a través de su cristal.
Cuando las creencias toman su lugar, que es casi siempre, todo intento por desafiarlas es aventura. Se logra si se sabe cómo, pero tiene un componente de riesgo extrañamente
seductor. Se acomoda delante y no nos deja comparar la realidad con nada, haciéndonos de filtro y marco de impresiones, siendo como son, interpretaciones mediatizadas por nuestra trayectoria vital y emocional.
Hay quien cree en un futuro mejor y arriesga todo lo que tiene a pesar de los augurios, y hay quien, teniendo todo a su favor, lo deja desaparecer en una huella de carretera, pues lo que cree no le alcanza para unos gramos de autoestima. O quizá no cree merecerlo. En todo caso, de una u otra manera, la creencia funciona de manera prácticamente independiente de nuestra conciencia si no hacemos porque no sea así. Lo que no significa, pues, totalmente, ya que se pueden cambiar, y, de hecho, se cambian si se quiere o si la realidad nos enfría el “generador creencial” de forma tan brutal, que lo que era una creencia pasa a convertirse en vacío. Algo así les pasó, por ejemplo, a muchos jóvenes oficiales nazis al perder la guerra. Era tan profunda la creencia en un tercer Reich de los mil años, que, no pudiéndose desprender de una creencia tan profundamente arraigada, al confrontarla con la realidad caían en en estado de shock duradero.
El asunto estaría en tomar consciencia de nuestras creencias, aquello en lo que creemos sin análisis pero que no necesita de él para mediar en nuestra visión del mundo y actos. Las grabamos a fuego años atrás, casi seguro en los primeros lustros de vida, y no las desafiamos ya. Una vez conscientes de ellos, podríamos preguntarnos “¿y si no es así?", plantear el desafío y buscar excepciones, pues nos ayudan a desanudar el lazo del absoluto.
Ahora, tengamos en cuenta que hay creencias limitantes, nos atan a una bola enorme de acero, y potenciadoras,
nos agarramos a ellas para avanzar. Ambas, las tendremos entre las manos, girando como los malabaristas, cada uno las nuestras, pero siendo conscientes de cuáles son para tomar la decisión de cómo queremos ver el mundo. Quizá, algo tan sencillo (que no) nos ayude a ser un poquito más felices o a lo que signifique la felicidad para cada uno.
Es lo que todos buscamos, ¿no?
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Por: Manuel Aguilar Marchal
Psicólogo Deportivo
Máster Psicología Deporte y Experto en Coaching Deportivo,
Director Deportivo por la RFEF,
Consultor Senior Empleo