El Big MACC

El Big MACC

Los países signatarios del Acuerdo de París, adoptado durante la COP21 (2015), asumieron compromisos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y a medida que se acerca el objetivo de 2030 – reducirse las emisiones a un 45% y a cero en 2050 -, observamos que la pauta sobre la transición para una economía baja en carbono se está tornando cada vez más frecuente entre inversionistas, clientes, tomadores de decisión y formuladores de políticas públicas.

La demanda por la reducción en las emisiones GEI trae consigo el desafío de entender cuáles iniciativas/proyectos deberán ser priorizados en términos de capacidad de reducción y cuáles inversiones serán más costo-efectivas. Es en este contexto que se destaca la Curva de Costes Marginales de Abatimiento (MACC – Marginal Abatement Cost Curves).

De manera práctica y visual, la curva MAC permite el ranking de las iniciativas de descarbonización en términos de costo-efectividad. Al integrar el análisis de viabilidad financiera a los proyectos con su potencial de reducción de emisiones, la herramienta pasa a ser una gran aliada en el desarrollo de una estrategia climática corporativa de mitigación de las emisiones, pautada en acciones concretas que indicarán la viabilidad del cumplimiento de las metas de reducción.

¿Qué se entiende por coste de abatimiento?

Es el coste de una intervención que reducirá las emisiones GEI en una tonelada. Por ejemplo, al sustituir una caldera de gas por una bomba de calor, se reducirá las emisiones GEI. Pero habrá que pagar la instalación, la electricidad necesaria para hacerla funcionar, a la vez que se ahorrará dinero al dejar de comprar gas.

Si se divide el coste adicional total (coste de inversión más diferencia de costes de funcionamiento) por las emisiones evitadas, se obtiene el coste de abatimiento en euros por tonelada de carbono no emitida. Este coste puede ser positivo, pero también negativo (como es probablemente el caso de la bomba de calor, ya que es más eficiente desde el punto de vista energético).

Para seleccionar las acciones climáticas prioritarias, tiene sentido tener en cuenta el coste de abatimiento. Al fin y al cabo, los costes de abatimiento negativos corresponden a oportunidades de reducir las emisiones con un beneficio económico neto. Y los costes de abatimiento más bajos indican oportunidades de evitar emisiones a bajo coste. Si se dispone de un presupuesto de x millones de euros para reducir las emisiones, la elección de los costes de reducción más bajos maximizará la reducción de emisiones.

Así es como se crearon las famosas curvas de costes marginales de abatimiento. Teniendo las opciones para reducir las emisiones, cada una con su propio coste y potencial, se puede ordenarlas de menor a mayor coste, empezando por las opciones más baratas e ir haciendo más y más hasta agotar su presupuesto financiero o hasta alcanzar su objetivo de reducción.

¿Cuáles son las limitaciones de este indicador?

Es esencial comprender que este enfoque es fundamentalmente «marginal». Se diseñó para reducir emisiones marginales. Si el objetivo fuera reducir ligeramente las emisiones – digamos un 10% -, entonces sería una herramienta perfectamente adecuada. Pero el objetivo climático es reducir las emisiones casi a cero para lograr la neutralidad del carbono. En este caso, este planteamiento ya no cumple los requisitos y el coste de abatimiento puede llevarnos a seleccionar opciones muy ineficaces, sobre todo mejoras marginales que nos impidan cambiar radicalmente nuestros modos de producción.

La razón es muy sencilla: para reducir las emisiones un 10%, tiene sentido no aplicar las reducciones más caras y concentrarse en opciones con un coste negativo o bajo. Pero para reducir las emisiones casi a cero, no podemos ignorar las emisiones difíciles de eliminar: el reto ya no es identificar oportunidades de bajo coste, sino evitar todas las emisiones al menor coste posible.

Tecnología

Este es el otro lado de la moneda: los costes dependen de las tecnologías disponibles. Sin embargo, en una transición profunda de los modos de producción, las tecnologías no son fijas, y evolucionan con nuestras inversiones.

En 2007, cuando se publicaron las primeras curvas de costes marginales de abatimiento, la energía solar fotovoltaica y la energía eólica eran caras por tonelada evitada. La recomendación de estas curvas era, por tanto, evitar estas tecnologías. Pero las inversiones realizadas en estos sectores, a través de subvenciones relativamente importantes, han hecho que estas tecnologías sean más eficientes, y ahora son más baratas que todas las demás tecnologías de producción de electricidad en coste por kWh.

La cuestión hoy es identificar las otras tecnologías clave y garantizar las mismas condiciones de éxito. El mayor reto es el compromiso entre apoyar eficazmente el desarrollo de estas tecnologías y evitar determinar en exceso las opciones tecnológicas, en un contexto en el que es imposible predecir qué tecnologías prevalecerán en última instancia.

Desarrollo

El desarrollo de una curva MAC es sólo uno de los componentes de una estrategia integral de reducción a cero. Hay muchos otros elementos importantes, como el establecimiento de objetivos a largo plazo y provisionales, la planificación cuidadosa de la aplicación de palancas a corto plazo, la clarificación de posibles vías de reducción a largo plazo, la integración con la estrategia de crecimiento ecológico y de la organización.

Para definir estrategias, no podemos simplemente seleccionar las opciones con los costos marginales de reducción más bajos. Necesitamos implementar estrategias integradas, que son las únicas capaces de organizar, en todos los sectores simultáneamente, una transición económica, tecnológica y social hacia la neutralidad de carbono.

Una transición con éxito no puede limitarse a minimizar los costes totales: la equidad y el esfuerzo compartido también son importantes.

Prisicila Scheel  |  Decarbonization Head

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