El cambio climático y los descortezadores de pino en Latinoamérica
La National Academic of Science de EUA en el 2009 hizo público un documento, basado en múltiples investigaciones de varias disciplinas, en donde describen que es el cambio climático, como es causado y las evidencias directas e indirectas de su existencia y magnitud. Se reportan análisis de temperaturas record, cambios en los niveles del mar, acidificación de océanos y cambios en el ciclo del agua que han derivado en condiciones climáticas extremas. El reporte indica que todo ello ha impactado ecológicamente el planeta de una manera asimétrica, es decir, los efectos son en toda la tierra, pero sus impactos son más pronunciados hacia el Ártico, es decir que en latitudes más nórdicas el efecto es mayor. Para llegar a estas a estas conclusiones se analizaron procesos como la distribución de especies, la periodicidad de actividades biológicas (tazas de crecimiento, floración, etc.), la abundancia relativa de especies, de cambios en el ciclo del agua y nutrientes y el aumento de disturbios por incendios, plagas y especies invasivas.
En este ensayo, me referiré a las grandes infestaciones por comportamiento epidémico de insectos, que refuerzan no solo la necesidad de monitoreos y evaluaciones más detallados de los mismos a medida que los eventos climáticos ocurren (Logan et al. 2003), si no a la relación que tienen las estructuras de los bosques y su efecto en la dinámica poblacional de los descortezadores, relaciones que son fuertemente influenciadas por las condiciones acarreadas por el cambio climático.
En el caso de los descortezadores de coníferas, se tienen excelentes evidencias de que ha habido cambios en los ciclos de vida, distribución y poblaciones de especies del norte del continente como son Dendroctonus ponderosae (Bleiker et al. 2010, Bentz et al. 2014), D. rufipenis (Hart et al. 2014, W. Ciesla, pers. com.) e Ips confusus (Kleinman et al. 2012), cambios que se han reflejado en extensas mortalidades de sus hospederos. En México y Centroamérica, quizás reflejando el impacto asimétrico del calentamiento global, se han reportado mortalidades similares, pero no tan extensas, en poblaciones de Ips pini sobre Pinus jeffreyi en Baja California Norte, México (Steed y Villa 2005, CONAFOR pers. com.); de Ips confusus e Ips lecontei en pinos piñoneros en el norte y centro de México (D. Cibrián, UACH, pers. com.) y de Dendroctonus frontalis en Honduras (V. Espino, pers. com.). Sin embargo, en estos escenarios existen otros factores que han limitado la extensión de las mortalidades, y parte de ellos pudieran ser explicados por las estructuras silvícolas que presentan de las especies hospederas de pino que albergan a los insectos descortezadores. Siguiendo la conocida teoría ecológica de “a mayor latitud menor diversidad biológica y viceversa” (Hawkins et al. 2008), una de las razones para la prevalencia de grandes infestaciones en el norte del continente es la baja diversidad de especies hospederas y su gran densidad con respecto a sus equivalentes en latitudes menores, como es el sur de México y Centroamérica. Los ejemplos más extremos de esta relación, diversidad de hospederos y magnitud de impacto de los descortezadores, serian por un lado, Dendroctonus ponderosae cuyo hospedero prácticamente único es Pinus contorta en muchos bosques de Columbia Británica, Canadá (Safranyik et al. 2010) e infestaciones que rebasan los 15 millones de ha (Safrayink et al. 2010) y por otro, D. frontalis cuyos hospederos más comunes en su extensa área de distribución (sureste de Estados Unidos hasta Nicaragua), son un promedio de cuatro especies preferidas de pino (Salinas Moreno et al. 2010, P. Ortiz, V. Espino y A. Sediles, pers. com.) y que en Honduras llegó a medio millón de ha (ICF, com. pers.). Definitivamente la estructura silvícola es importante e impacta las poblaciones de insectos. Para un manejo a largo plazo de poblaciones de descortezadores de pino en Canadá y del sureste de Estados Unidos, se hace énfasis, entre otros aspectos, el mantenimiento o creación estructuras silvícolas que tiendan a una menor densidad de las especies preferidas de hospederos y a buscar una estructura de edades diversa (Safrayink y Wilson 2006, Birt 2011).
En México y Centroamérica nos hemos limitado tener listas de las especies de hospederos de los principales descortezadores y quizás, en pocos casos, hemos ido hasta a describir el fenotipo de los individuos exitosamente atacados por estos insectos. Pero definitivamente no hemos puesto esfuerzo alguno en caracterizar las estructuras silvícolas de nuestros bosques en términos de su influencia o factibilidad de albergar o producir poblaciones altas de descortezadores. Esta línea base de información es crítica no solo para el manejo de estas plagas, si no para poder medir o evaluar los efectos del calentamiento global. A partir de esa línea base de información se pueden definir parámetros que permitan detectar, monitorear y medir los impactos ecológicos que en ella ocurren. Una vez conocidos estos parámetros, se podrían proponer medidas para, de ser posible, disminuir, limitar o evitar esos cambios y sus efectos.
Como dice el refrán “no podemos proteger lo que no conocemos”.