Reforestación o restauración, con qué y cómo: Un breve análisis con visión de salud forestal
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Reforestación o restauración, con qué y cómo: Un breve análisis con visión de salud forestal

En un análisis muy reciente (Schweizer et al. 2018) analiza las oportunidades y desafíos para la gobernanza de la restauración de paisajes forestales en América Latina. De ese análisis, destacan varios comentarios de los académicos entrevistados. Por una parte, este sector de la población mostró preocupación por las cuestiones conceptuales y metodológicas de los marcos legales y que tanto, en realidad, estos se adaptan a los contextos ecológicos. Por otra parte, indicaron claramente la insuficiencia de conocimientos para realizar protección de bosques y actividades forestales restaurativas. De igual manera expresaron su preocupación del reemplazo de especies nativas con exóticas, acción que la aducen a la falta de conocimiento y producción de especies nativas y que es diametralmente opuesto a lo que se conoce y produce de especies exóticas. En México, CONABIO (2010), indica que se ha promovido el uso de especies exóticas debido a tres factores, uno, la falta de congruencia entre políticas ambientales y productivas; dos, la falta de valoración de la pérdida de biodiversidad y tres, no se ha invertido en el generar paquetes tecnológicos con especies nativas.

 Cualquiera que sea la denominación técnica de la rehabilitación o recuperación de los bosques degradados y al margen que se logre establecerlos, el hecho es que se está creando y/o favoreciendo la formación de un nuevo hábitat. Tanto el planteamiento, el desarrollo y el mantenimiento de esa restauración deberían de estar fundamentos en el conocimiento profundo de las interacciones bióticas que esos nuevos individuos tendrán con el ambiente en que sean plantados y de esa manera asegurar su permanencia y por ende los objetivos de la restauración. Y aquí es donde quisiera introducir en este análisis el aspecto de salud.

 Al igual que muchas cosas en la vida, la prevención es un elemento básico que no solo evita que un efecto negativo ocurra y haya necesidad de aplicar medidas correctivas a tiempo, sino también evita el desembolso de recursos para su atención cuando ya es un problema avanzado, o peor aún, de no hacerse nada se pierde todo lo invertido. La prevención en aspectos de sanidad forestal es, por desgracia, un aspecto que prácticamente no ocurre. Y debo de precisar que estoy refiriéndome a acciones en bosque naturales que engloban a los bosques primarios más los bosques naturales modificados y seminaturales, así como a las áreas naturales protegidas. No me refiero a plantaciones o bosques industriales. Es los boques naturales no solo se requiere una selección adecuada y ad hoc de las especies a ser plantadas, sino en se debe de prestar atención a las densidades, los tiempos y las técnicas más adecuadas utilizadas con esa finalidad, entre otras cosas. Estas acciones y consideraciones, determinara en buena medida su susceptibilidad a problemas sanitarios o su adaptabilidad ecológica para “integrarse” adecuadamente al ecosistema que se está restaurando. En una palabra, si se realiza correctamente, se previenen problemas de salud en ese escenario forestal. Por ello, de entrada, se vislumbra que al utiliza especies de árboles exóticos, no existe un “reconocimiento” de estas especies con su entorno y viceversa, lo que puede crear un problema al ecosistema, impactando a la biodiversidad nativa como ha sido el caso de Acacia mangium en el Caribe (EMA 2012), y Pinus spp en el Cono Sur (Pauchard et al. 2014); o convirtiendo esas áreas en reservorios potenciales de insectos exóticos especializados en esas especies, como está perfectamente comprobado en todas las plantaciones comerciales con especies exóticas y que obligan a establecer infinidad de medidas para su control y/o evitar su llegada, muchas de ellas de índole comercial y política (FAO 2009, 2010 y 2012, BID 2013, CCAD 2017). Casos interesantes en este contexto son los ocurridos con la cochinilla rosada, Maconellicoccus hirusutus, en teca y varios cultivos agrícolas y con el defoliador Hyblaea puera en teca y en mangles, ambos exóticos y ambos afectando especies arbóreas nativas y exóticas (Mehling y Menezes 2005, FAO 2009).

Los descortezadores de coníferas son un excelente ejemplo de la importancia del conocimiento de las interacciones insecto-árbol para prevenir o prever impactos negativos en estos ecosistemas. Estos insectos son herbívoros especializados y naturalmente asociados a ese tipo de bosques y son, indiscutiblemente, los mayores factores bióticos de mortalidad de estos en el mundo entero. El papel ecológico de los descortezadores es el de "renovar" la masa forestal, removiendo individuos viejos, enfermos y estresados, acciones que desembocan en crear nuevas masas forestales jóvenes y vigorosas (Wood 1982, Safranyik y Wilson 2006, Guldin 2012). Quizás por ello, los deberíamos de ver en algunas ocasiones más como indicadores del estado de los árboles y no tanto como una plaga. El conocimiento profundo de la interacciones biológicas y ecológicas entre las poblaciones de árboles y las de estos insectos ha permitido definir que se puede prevenir de una manera adecuada su impacto mediante el mantenimiento de una cierta estructura silvícola de los rodales, de tal manera que no se favorezcan poblaciones altas de estos insectos. Esto se logra mediante el manejo adecuado de las densidades, de la diversidad específica y de la estructura de edades, entre otros (Birt 2011, Guldin 2011). De ahí que todas las restauraciones y reforestaciones en este tipo de ecosistemas deberán de partir de este tipo de información para desarrollar masas forestales que en un futuro presenten un potencial bajo para la creación de poblaciones problemáticas de estos insectos.

En términos generales, en Latinoamérica, la sanidad forestal es entendida y desarrollada en términos técnicos-científicos como si fuera sanidad agrícola (BID 2014b, CCAD 2017), con el consecuente desconocimiento de los términos salud forestal y manejo de ecosistemas, así como sus relaciones con la biodiversidad y la resilencia, luego entonces con la sustentabilidad.

Estas situaciones de falta de enfoques ecológicos en el área, puede ser en parte, a que el sector académico no ha actualizado sus programas de formación de profesionales dedicados al manejo de recursos naturales, a par de una falta de actualización de los técnicos del gobierno o de la iniciativa privada, así como la falta de búsqueda de construir equipos interdisciplinarios de trabajo en aspectos ambientales (CCAD 2017). En consecuencia, tampoco existe investigación básica (sobre todo de índole ecológica) o aplicada sobre los temas de salud y sanidad forestal. Únicamente, se desarrollan listas de plagas y enfermedades (que en muchos de los casos son más bien organismos asociados a especies de árboles) y métodos de control (sobre todo el uso de plaguicidas químicos o microbiológicos usados directamente en la agricultura). Se carecen de protocolos o metodologías de evaluación, tanto de las poblaciones como de los impactos que causan. Es decir, faltan elementos clave científica y tecnológicamente hablando, de elementos necesarios para lograr un manejo integrado de plagas o un manejo de ecosistemas.

Comparativamente y más con una tendencia agronómica, las plantaciones como un tipo de escenario forestal, son bien conocidas no solo por su importancia e inversión económica, sino porque la mayoría de ellas emplean especies exóticas de árboles ampliamente usadas en el mundo y cuyas plagas son también muy bien conocidas. En tanto los escenarios de bosques naturales ya sean aprovechados o protegidos, son mucho menos conocidos, tanto por su extensión, naturaleza compleja, y por la falta de recursos para atenderlos (BID 2014b, CCAD 2017).

Las políticas públicas que en el largo plazo propician el uso de especies exóticas potencialmente invasoras deben considerar los impactos de estas en todos los entornos: ambientales, sociales y económicos. La producción de alimentos debe armonizarse con la conservación de la base natural de producción, es decir, mantener el balance con los ecosistemas y por ende con los servicios ambientales que brindan.

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