EL DESGOBIERNO DE LAS PASIONES NACIONALES EN CATALUÑA
Los que vivimos intensamente el pasado siglo miramos con nostalgia la convivencia ejemplar entre los pueblos de España

EL DESGOBIERNO DE LAS PASIONES NACIONALES EN CATALUÑA

Este 2019 ha sido un año calamitoso por la violencia generada por el nacionalismo intransigente.
EL CAMINO RESBALADIZO DE LA NEGOCIACIÓN CON CATALUÑA

Ocurre que los acontecimientos de Cataluña se mueven a una velocidad de vértigo. Curioso que la lealtad constitucional y la cohesión territorial se haya disuelto como un azucarillo cuando son justamente estos dos principios los que iluminan el pacto entre el Psoe y Unidas Podemos que, por ser partidos constitucionalistas, no necesitaban este formalismo. Hasta me parece la misma incoherencia respecto de lo que fue y es el País Vasco frente a lo que ahora pretende ser una parte importante de la sociedad catalana. Quién lo hubiese imaginado en el socialismo de Felipe González golpeado con asesinatos y descalabros a los organismos e instituciones del Estado especialmente de ETA, a la guardia civil y otras entidades del Gobierno. En el contexto actual cuesta entender el proverbio del deslizamiento irremediable del tiempo y cómo de “aquellos polvos se ha llegado a estos lodos”. Es como si el auto-concepto del pueblo catalán se haya guiado por lo supremacía del Barça en Europa y, en consecuencia, haya prosperado la consigna de que el equipo más mediático de la Ciudad Condal y de España haya cuajado con su lema de que “es más que un club” e incluso “que la pela es la pela” y por ahora su economía es más que boyante en la Primera División del fútbol español, aunque para beneficio de unos pocos, todo hay que decirlo.
    Incluso en el panorama que alumbró el ex presidente González, hubiese tanta generosidad y denuedo para que en Barcelona se celebrara una de las olimpiadas del deporte más deslumbrantes del mundo. Si bien las fuerzas políticas en la situación actual se muestran muy divididas y la contumacia de Felipe en retirar su apoyo a la izquierda del país se esté convirtiendo en la rotura de carnets. Discrepo de él y su vieja guardia en algunas posiciones de derechización: la situación es la que es y no hay tiempo de volver atrás. El tiempo nos arrolla sin detenerse. En aquella exitosa Olimpiada durante el gobierno de González, sin ir más lejos, algunos parientes míos colaboraron como voluntarios sin sueldo para que aquel proyecto iluminara la realidad de Cataluña y de España. Sobre la irrupción sonora de 'Barcelona', el himno olímpico de Montserrat Caballé –una mujer que nunca renunció a España y ahora recordamos como la señora que sembró armonía- en una actuación asombrosa con Freddie Mercury, uno de los cantantes postmodernos que se expresaban con la sencillez y naturalidad de cualquier persona y que veían la Europa de los pueblos como un conjunto lleno de solidaridad fraternal y nunca como un desgajamiento por intereses y protagonismos de minorías.
     Hasta la flecha que iba a encender el pebetero a cargo de un arquero experimentado se intuía como la acción a distancia más propia de la física del magnetismo y de la seguridad cognitiva al que no se le permite cometer errores. Más aún era el momento que la voz de los líderes se hicieran sentir y llevaran al presidente del gobierno español a definir a Pascual Maragall como “la gota malaya” con una expresión curiosa, aunque errónea. Con el significado de algo que resulta recurrente e incluso tormentoso en ese exceso de loa a un compañero de partido, por su gran tesón para exigir la financiación de los Juegos Olímpicos de Barcelona en la España del 82 y que no debemos percibir  como un intransigente, ni mucho menos en este caso, el de Pascual Maragall, siempre en la línea correcta, con diálogo, prudencia y mucho trabajo. Qué tiempos aquellos de buenas intenciones y mejor entendimiento.
     Pero he aquí que en el marco amplio de la Constitución Española donde hasta ahora hemos cabido todos con un régimen democrático, tolerante, participativo y respetuoso con los derechos de los ciudadanos, así como con un estado de derecho de primer orden, al que se sitúa como bien valorado, entre los doce primeros países del mundo. De buenas a primeras, se irrumpe con ideas nacionales que prefieren romper la solidaridad, la paz y la convivencia justamente desde dentro de la propia comunidad catalana, en el marco preciso, allí donde la Constitución habla del Estado de las autonomías y el sellado federalista de que la parte no se debe convertir en una escisión del todo, a no ser que se cambie ese fragmento de la Constitución y se vaya todo al garete. Una semejanza a lo “República Federal Alemana” que no tiene nada de sospechoso.
   Hemos visto desde el principio de esta crisis las dadivosas concesiones de Zapatero y los posteriores acontecimientos que nos han llevado a las enconadas situaciones de rechazo social y cultural desde una parte y la otra para estar ahora mismo bajo las estelas de la crispación a flor de piel. Tampoco se han cortado un pelo ante los desvíos de fondos y ayudas del Estado Central con fines independentistas. Se ha utilizado la lengua como un episodio para desmerecer a la otra parte y no se ha respetado el bilingüismo desde el momento en que se puso en práctica el fervor por la lengua catalana en las transferencias realizadas por el Estado, en favor del engrandecimiento de la nación singular, llevado muchas veces por esa premisa incompleta de la etapa de Zapatero sobre la creencia de que España era “una nación de naciones”. En la lógica clásica de los griegos se conocía como entimema, llamado también silogismo truncado, entendiendo por tal el nombre que recibe un razonamiento al que se le ha suprimido alguna de las premisas o la conclusión por considerarlas obvias o implícitas en el enunciado sin que a primera vista se vea su falsedad.
    Lo más peligroso y llamativo es la ola de fanatismo y xenofobia contra todo lo español que parece extenderse por la comunidad catalana y cómo los ciudadanos constitucionalistas ven minimizados sus derechos, mientras la propia fiscalía de Cataluña ha denunciado este grave problema y ha solicitad ayuda ante el odio a lo español que se ha generado en esta Comunidad. Lo que empezó siendo un problema reivindicativo se ha generalizado ya como problema jurídico en base a la vulnerabilidad de derechos con hechos evidentes que nos llevan a pensar en un sistema educativo orquestado desde arriba y basado en la cultura supremacista tras una deriva de muchos años hasta hoy. No es casual que en estos días pasados un grupo de intelectuales catalanes hayan mostrado una reflexión muy oportuna sobre las relaciones con el resto de España y un viraje razonable a lo que hasta hace muy poco fue la convivencia pacífica. Nada mejor que el buen ejemplo de nuestras cabezas pensantes.
    Muchos catalanes han celebrado cada año el premio Planeta desde Cataluña y grandes escritores Latino-americanos como Borges, García Márquez o Vargas Llosa, llegaron a fijar durante algún tiempo su residencia en Barcelona y no menos grandes plumas como el recién ganador del premio Cervantes de las letras Joan Margarit, un ilerdense de pro, se sienta orgulloso de escribir en catalán y español, aun con la dificultad añadida de trasladar el simbolismo conceptual de una lengua a otra. Margarit, curiosamente, un arquitecto curtido en estructuras, obras y edificaciones, que experimenta un cambio hacia la sensibilidad del alma humana y el milagro de las lenguas, motivado por la enfermedad de su hija, el abrazo solidario y la empatía hacia los otros que sufren la penuria de la soledad y la injusticia del maltrato. El poeta Margarit, que usa a la vez la poesía en catalán y en español como mejor exponente de la riqueza lingüística y cultural y que no es una novedad en su larga carrera literaria donde cuenta también con premios en castellano como el Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, el Nacional de la Generalitat de Catalunya, el Nacional de Literatura en España, así como su antología con “Todos los poemas”, entre 1975 y 2015.
     Aparte de esta historia cultural común, tampoco es momento de rechazar todo intento de negociación que nos lleve a seguir una historia y una cultura de lo que es común, integrada en España y Europa. Para ello, nadie debe mirar a nadie por encima del hombro después de la generosidad política, social y cultural que ha propiciado España desde el marco constitucional del Estado. Menos de la mitad hubiesen aceptado los territorios de la Cataluña francesa a la hora de generar participación regional, El Rosellón y la Cerdaña, en un Estado centralista como el francés donde sólo admite la supremacía de la lengua francesa en todo el territorio nacional. De hecho el catalán del Norte casi se ha perdido y apenas lo practican una minoría de la población de sus zonas rurales. Tampoco la acción policial francesa hubiese soportado desmanes como los de Cataluña a juzgar por la rápida intervención en el corte de carreteras de la Junquera y la escasa reacción de los cachorros de la CUP. No en vano, ya sin arrugarse salieron revitalizados hace un año ante la inusitada violencia de los “chalecos amarillos”. De todos modos, y esto es un aviso a navegantes, Amin Maalouf en su reciente libro “El naufragio de las civilizaciones”, nos advierte que lo que va a predominar en la humanidad actual y futura no es una tendencia a agruparse dentro de conjuntos muy amplios, sino una inclinación a la fragmentación, muchas veces acompañado de violencia y acritud.
    El otro problema es quién alienta y estimula a los cachorros de la CUP. Según noticias muy difundidas ya, a estos jóvenes vulnerables mentalmente se les hace un “lavado de cerebro” por el que terminan oyendo sólo la “voz de su amo”, abandonan los estudios temporalmente –quién sabe quizá más a largo plazo- y presionan a sus compañeros/as de facultad para imponer la rocambolesca decisión de jugárselo todo al estudio a largo plazo o lo que lo mismo, la evaluación única sin recibir las clases preceptivas. Pero la sinrazón no sólo queda ahí. Parece ser que se atiborran de drogas para enfrentarse a los mossos y la policía nacional, mientras las redes de estupefacientes se ponen las botas. Incluso se habla de dos cárteles paquistaníes instalados en Barcelona que han entrado en la lucha cuerpo a cuerpo hasta el extremo de haberse producido una veintena de muertes en ambos grupos de delincuentes. Al final de esta historia hasta es posible que estas mafias de la droga terminen por invertir ahí en el contexto de “Barcelona és bona si la bossa zona“, el dinero es bien venido sea de donde sea para el engrandecimiento de la patria. Asimismo, es tal el “totum revolutum” del gobierno y su desgobierno que los mossos avisan que no seguirán directrices políticas del govern.
 
 
En Santa Cruz de Tenerife, a 16 de noviembre de 2019
 
 
Marcelino Díaz Rodríguez 

EL CAMINO RESBALADIZO DE LA NEGOCIACIÓN CON CATALUÑA

Ocurre que los acontecimientos de Cataluña se mueven a una velocidad de vértigo y curioso que la lealtad constitucional y la cohesión territorial se haya disuelto como un azucarillo cuando son justamente estos dos principios los que iluminan el pacto entre el Psoe y Unidas Podemos que, por ser partidos constitucionalistas, no necesitaban este formalismo. Hasta me parece la misma incoherencia respecto de lo que fue y es el País Vasco frente a lo que ahora pretende ser una parte importante de la sociedad catalana. Quién lo hubiese imaginado en el socialismo de Felipe González golpeado con asesinatos y descalabros a los organismos e instituciones del Estado especialmente de ETA, a la guardia civil y otras entidades del Gobierno. En el contexto actual cuesta entender el proverbio del deslizamiento irremediable del tiempo y cómo de “aquellos polvos vienen estos lodos”. Es como si el auto-concepto del pueblo catalán se haya guiado por lo supremacía del Barça en Europa y, en consecuencia, haya prosperado la consigna de que el equipo más mediático de la Ciudad Condal y de España haya cuajado con su lema de que “es más que un club” e incluso “que la pela es la pela” y por ahora su economía es más que boyante en la Primera División del fútbol español, aunque para beneficio de unos pocos, todo hay que decirlo.

  Incluso en el panorama que alumbró el ex presidente González, hubiese tanta generosidad y denuedo para que en Barcelona se celebrara una de las olimpiadas del deporte más deslumbrantes del mundo. Si bien las fuerzas políticas en la situación actual se muestran muy divididas y la contumacia de Felipe en retirar su apoyo a la izquierda del país se esté convirtiendo en la rotura de carnets. Discrepo de él y su vieja guardia en algunas posiciones de derechización: la situación es la que es y no hay tiempo de volver atrás. El tiempo nos arrolla sin detenerse. En aquella exitosa Olimpiada durante el gobierno de González, sin ir más lejos, algunos parientes míos colaboraron como voluntarios sin sueldo para que aquel proyecto iluminara la realidad de Cataluña y de España. Sobre la irrupción sonora de 'Barcelona', el himno olímpico de Montserrat Caballé –una mujer que nunca renunció a España y ahora recordamos como la señora que sembró armonía- en una actuación asombrosa con Freddie Mercury, uno de los cantantes postmodernos que se expresaban con la sencillez y naturalidad de cualquier persona y que veían la Europa de los pueblos como un conjunto lleno de solidaridad fraternal y nunca como un destrozo por intereses y protagonismos de minorías.

Hasta la flecha que iba a encender el pebetero a cargo de un arquero experimentado se intuía como la acción a distancia más propia de la física del magnetismo y de la seguridad cognitiva y temple emocional de a quien no se le permite cometer errores. Más aún era el momento que la voz de los líderes se hicieran sentir y llevaran al presidente del gobierno español a definir a Pascual Maragall como “la gota malaya” con una expresión curiosa, aunque errónea. Con el significado de algo que resulta recurrente e incluso tormentoso en ese exceso de loa a un compañero de partido, por su gran tesón para exigir la financiación de los Juegos Olímpicos de Barcelona en la España del 82 y que no debemos percibir  como un intransigente, ni mucho menos en este caso de Pascual Maragall, siempre en la línea correcta, con diálogo, prudencia y mucho trabajo. Qué tiempos aquellos de buenas intenciones y mejor entendimiento.

Pero he aquí que en el marco amplio de la Constitución Española donde hasta ahora hemos cabido todos con un régimen democrático, tolerante, participativo y respetuoso con los derechos de los ciudadanos, así como con un estado de derecho de primer orden, al que se sitúa como bien valorado, entre los doce primeros países del mundo. De buenas a primeras, se irrumpe con ideas nacionales que prefieren romper la solidaridad, la paz y la convivencia justamente desde dentro de la propia comunidad catalana, en el marco preciso, allí donde la Constitución habla del Estado de las autonomías y el sellado federalista de que la parte no se debe convertir en una escisión del todo, a no ser que se cambie ese fragmento de la Constitución y se vaya todo al garete. Una semejanza a lo “República Federal Alemana” que no tiene nada de sospechoso.

Hemos visto desde el principio de esta crisis las dadivosas concesiones de Zapatero y los posteriores acontecimientos que nos han llevado a las enconadas situaciones de rechazo social y cultural desde una parte y la otra para estar ahora mismo bajo las estelas de la crispación a flor de piel. Tampoco se han cortado un pelo ante los desvíos de fondos y ayudas del Estado Central con fines independentistas. Se ha utilizado la lengua como un episodio para desmerecer a la otra parte y no se ha respetado el bilingüismo desde el momento en que se puso en práctica el fervor por la lengua catalana en las transferencias realizadas por el Estado, en favor del engrandecimiento de la nación singular, llevado muchas veces por esa premisa incompleta de la etapa de Zapatero sobre la creencia de que España era “una nación de naciones”. En la lógica clásica de los griegos se conocía como entimema, llamado también silogismo truncado, entendiendo por tal el nombre que recibe un razonamiento al que se le ha suprimido alguna de las premisas o la conclusión por considerarlas obvias o implícitas en el enunciado sin que a primera vista se vea su falsedad.

   Lo más peligroso y llamativo es la ola de fanatismo y xenofobia contra todo lo español que parece extenderse por la comunidad catalana y cómo los ciudadanos constitucionalistas ven minimizados sus derechos, mientras la propia fiscalía de Cataluña ha denunciado este grave problema y ha solicitad ayuda ante el odio a lo español que se ha generado en esta Comunidad. Lo que empezó siendo un problema reivindicativo se ha generalizado ya como problema jurídico en base a la vulnerabilidad de derechos con hechos evidentes que nos llevan a pensar en un sistema educativo orquestado desde arriba y basado en la cultura supremacista tras una deriva de muchos años hasta hoy. No es casual que en estos días pasados un grupo de intelectuales catalanes hayan mostrado una reflexión muy oportuna sobre las relaciones con el resto de España y un viraje razonable a lo que hasta hace muy poco fue la convivencia pacífica. Nada mejor que el buen ejemplo de nuestras cabezas pensantes.

  Muchos catalanes han celebrado cada año el premio Planeta desde Cataluña y grandes escritores Latino-americanos como Borges, García Márquez o Vargas Llosa, llegaron a fijar durante algún tiempo su residencia en Barcelona y no menos grandes plumas como el recién ganador del premio Cervantes de las letras Joan Margarit, un ilerdense de pro, se sienta orgulloso de escribir en catalán y español, aun con la dificultad añadida de trasladar el simbolismo conceptual de una lengua a otra. Margarit, curiosamente, un arquitecto curtido en estructuras, obras y edificaciones, que experimenta un cambio hacia la sensibilidad del alma humana y el milagro de las lenguas, motivado por la enfermedad de su hija, el abrazo solidario y la empatía hacia los otros que sufren la penuria de la soledad y la injusticia del maltrato. El poeta Margarit, que usa a la vez la poesía en catalán y en español como mejor exponente de la riqueza lingüística y cultural y que no es una novedad en su larga carrera literaria donde cuenta también con premios en castellano como el Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, el Nacional de la Generalitat de Catalunya, el Nacional de Literatura en España, así como su antología con “Todos los poemas”, entre 1975 y 2015.

 Aparte de esta historia cultural común, tampoco es momento de rechazar todo intento de negociación que nos lleve a seguir una historia y una cultura de lo que es común, integrada en España y Europa. Para ello, nadie debe mirar a nadie por encima del hombro después de la generosidad política, social y cultural que ha propiciado España desde el marco constitucional del Estado. Menos de la mitad hubiesen aceptado los territorios de la Cataluña francesa a la hora de generar participación regional, El Rosellón y la Cerdaña, en un Estado centralista como el francés donde sólo admite la supremacía de la lengua francesa en todo el territorio nacional. De hecho el catalán del Norte casi se ha perdido y apenas lo practican una minoría de la población de sus zonas rurales. Tampoco la acción policial francesa hubiese soportado desmanes como los de Cataluña a juzgar por la rápida intervención en el corte de carreteras de la Junquera y la escasa reacción de los cachorros de la CUP. No en vano, ya sin arrugarse salieron revitalizados hace un año ante la inusitada violencia de los “chalecos amarillos”. De todos modos, y esto es un aviso a navegantes, Amin Maalouf en su reciente libro “El naufragio de las civilizaciones”, nos advierte que lo que va a predominar en la humanidad actual y futura no es una tendencia a agruparse dentro de conjuntos muy amplios, sino una inclinación a la fragmentación, muchas veces acompañado de violencia y acritud.

El otro problema es quién alienta y estimula a los cachorros de la CUP. Según noticias muy difundidas ya, a estos jóvenes vulnerables mentalmente se les hace un “lavado de cerebro” por el que terminan oyendo sólo la “voz de su amo”, abandonan los estudios temporalmente –quién sabe quizá más a largo plazo- y presionan a sus compañeros/as de facultad para imponer la rocambolesca decisión de jugárselo todo al estudio a largo plazo o lo que lo mismo, la evaluación única sin recibir las clases preceptivas. Pero la sinrazón no sólo queda ahí. Parece ser que se atiborran de drogas para enfrentarse a los mossos y la policía nacional, mientras las redes de estupefacientes se ponen las botas. Incluso se habla de dos cárteles paquistaníes instalados en Barcelona que han entrado en la lucha cuerpo a cuerpo hasta el extremo de haberse producido una veintena de muertes en ambos grupos. Al final de esta historia hasta es posible que estas mafias de la droga terminen por invertir ahí en el contexto de “Barcelona és bona si la bossa zona“, si es que se ve el dinero como bien venido sea de donde sea para el engrandecimiento de la patria. Asimismo, es tal el “totum revolutum” del gobierno y su desgobierno que los mossos avisan que no seguirán directrices políticas del govern. La situación es fea, pero siempre habrá un atisbo de esperanza.

En Santa Cruz de Tenerife, a 16 de noviembre de 2019

Marcelino Díaz Rodríguez 


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